El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 30

Una semana después de que Violeta se convirtiera en mercenaria, los rumores comenzaron a correr por toda la región.

En la nación Nuria, dentro del palacio, estaba Adriano Nogales sentado en el trono blanco, reunido con un conjunto de más de cien personas. Estaba teniendo una reunión de alta importancia acerca de su hija, puesto que ya todos lo sabían, sabían que ella se había rebelado contra él y se fue al Reino de los Mercenarios, que son sus enemigos.

En el salón estaban Eldon, Nubar Nolasco, la guardia real y muchos más dirigentes que gobernaban la nación.

—En esta ocasión nos reunimos para decidir qué haremos —dijo Adriano enojado—. Mi propia hija se ha puesto en mi contra y se ha ido con nuestros mayores enemigos. En principio pensamos que había sido raptada, pero cuando mandé a un ejército para rescatarla, ella se rehusó e incluso luchó contra nuestros soldados para volver a ese reino. Así que ya no podremos tratarla como la princesa heredera del trono, ¡ella nos ha traído deshonra y se ha burlado de nosotros! —agarró una copa y la lanzó al suelo con rabia.

Todos se quedaron en silencio mientras Adriano se reponía. Pero cuando se calmó, cada uno de los allí reunidos comenzaron a hacer preguntas acerca de quién sería el nuevo heredero al trono, ya que si no estaba la única princesa, quien podría casarse y heredar el trono, Adriano debería elegir a alguien que no sea su descendencia directa.

Y entre los comentarios, alguien sugirió que Eldon podría ser el heredero al trono.

—Eldon, si, es una buena opción —mencionó uno de los dirigentes—, siempre ha estado pendiente de los asuntos relacionados a la nación y tiene la capacidad de comandar un ejército, además es hijo del hermano del rey, así que voto por él.

—Yo también —dijo uno de los que comerciaba esclavos.

—Y yo —mencionó alguien que gobernaba uno de los pueblos subyugados por la nación.

Más personas comenzaron a apoyar a Eldon Nogales y el joven rubio sonrió con satisfacción.

«Al parecer lograré mi cometido aún cuando no pude traer a la princesa», pensó maliciosamente.

—¡Ya basta! Escuché sus sugerencias —interrumpió Adriano—. Más tarde decidiremos eso y hablaré más pausadamente con Eldon y cada uno de los que se postulen. Pero ahora deberemos decidir si entraremos en guerra contra el Reino de los Mercenarios o si seguiremos actuando en las sombras. No tenemos que dejar que las demás naciones piensen que somos débiles por dejarnos arrebatar a nuestra princesa. Así que deberemos actuar en una dirección que apunte a que la nación Nuria vuelva a ser temida como antes.

—Yo sugiero que esperemos un tiempo —habló un hombre de los allí presentes que vestía de blanco—. Yo fui uno de los informantes acerca del paradero de la princesa e informé acerca de su misión de ir a la fortaleza acompañada de mercenarios. Gracias a mis informantes, su ejército tuvo la oportunidad de recuperarla, aunque la desperdició.

—¿¡Cómo te atreves a decir eso delante demi!? —cuestionó Adriano—. Guardias, aprésenlo.

—Esperen, no lo hagan —dijo desesperado el hombre—. No he dicho eso para ofenderlo, rey —se arrodilló, y los guardias lo rodearon esperando que el rey decida qué hacer.

Adriano se acercó con más guardias protegiéndolo y cuando estuvo a unos pasos del hombre, le preguntó:

—¿Cuál es tu nombre y tu oficio?

—Soy Zuberi, actualmente me estoy encargando de algunos esclavos que trabajan en la mina, pero anteriormente había hecho trabajos de espionaje y gracias a eso tengo contactos infiltrados en el Reino de los Mercenarios y otros lugares —levantó su cabeza para ver a Adriano a los ojos, y dijo seriamente—: Si quiere saber si soy de confianza, solo pregúntele a Decius, el capitán de la guardia real, ya que respondo directamente a él y toda la información sobre el paradero de la princesa él la obtuvo gracias a mis informes.

Adriano miró a un lado y todo el público, que estaba pendiente de la conversación, giraron sus caras hacia Decius, que vestía la armadura negra con un plumaje rojo en el casco. Él estaba al lado de una columna, vigilando.

—Decius —dijo el rey Adriano—. ¿Es cierto lo que dice este hombre?

—¡Si señor! —respondió firmemente sin perder tiempo.

—Bueno, gracias a Decius te has salvado el pellejo, cuando se termine la reunión hablaremos en privado.

—Entendido, mi rey —respondió Zuberi sonriendo.

La reunión continuó su marcha y trataron más temas, luego, al otro día, se anunciaron las decisiones contundentes que tomó el rey Adriano que afectarían irremediablemente a la nación Nuria... y a todas las demás.

Por toda la región y a todos los reinos llegaron las noticias, y entre estas, algunas destacaron mucho: Desheredaron a la princesa Violeta Nogales y el nuevo heredero al trono iba a ser Eldon Nogales, sobrino del rey.

Además se hicieron declaraciones acerca de que el Reino de los Mercenarios les había atacado, rompiendo con los acuerdos de paz que habían hecho hacía 20 años. Debido a esto comenzaron a surgir nuevos rumores, pero esta vez eran rumores de guerra.

Las distintas naciones se llenaron de tensión y estaban vigilándose entre sí para ver quién hacía el primer movimiento, la confianza estaba guindando de un hilo que fácilmente se rompería. Y nadie lo podía evitar.

Mientras tanto, dentro del Reino de los Mercenarios, la pareja que había comenzado con estos acontecimientos turbulentos estaban haciendo tareas pacíficamente.

Ray se encargó de guiar a Violeta para que ella conociera el resto del reino. Además, la ahora mercenaria novata se encargó de realizar algunos trabajos físicos que nunca había hecho en su vida.

Ella limpió varios edificios públicos, alimentó a algunos caballos, aró unos campos que estaban en un terreno dentro del reino, se encargó de llevar algunas cartas de un distrito a otro. Y entre las distintas tareas que realizó, se fue acostumbrando a las costumbres del reino y ya lo conocía como la palma de su mano.



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En el texto hay: accion, amor, fantasia aventura reinos

Editado: 31.01.2023

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