El significado de las rosas

Capítulo Nueve

—No es una broma, creí que estaba enterado.

El tio Arthur no decía nada, permanecía pensativo, estaba procesando aquella estupidez hecha por Caden en medio de un arranque.

¿De verdad quieres darle una lección de la que nunca se olvide? Siendo así puedo ayudarte, si es que la odias tanto como quieres hacerme creer—. Era un hombre con mucha experiencia.

Caden caminaba de un lado a otro.

—Púes claro que quiero darle una lección, es una mentirosa.

—Bien, anularemos tu matrimonio, enviarla a casa de su padre será algo que nunca olvidará, aunque no la hayas tocado la gente pensará que si, será muy dificil que vuelva a casarse. Si tanto odias a tu esposa creeme que esta es la oportunidad para demostrarlo. Dime Caden, ¿Querrás hacerle esto a una joven que no tuvo elección?—. Lo estaba probando, queria comprobar que de verdad la odiara.

Aquello sonaba despiadado. 

—Hice unos votos, no pienso faltar a Dios.

Arthur soltó una carcajada, había llegado a donde quería. Lo de Caden no era más que un disfraz.

—¿Sabes que creo? Que estás poniendo esos votos de pretexto porque no quieres dejarla, y está bien que sientas algo por ella. Ahora el problema será cuando Lord Ronald desee que tu matrimonio sea anulado, ya sabes lo unico que puede impedir eso.

Lo miró avergonzado, se habia puesto en evidencia.

—No lo haré.

—Oh no, si lo harás, te doy dos semanas para que todas las cosas de tu esposa sean llevadas a la habitación principal, sino, yo mismo lo ordenaré. Tu tienes el mando ahora, pero seré yo quien enfrente las amonestaciones, se supone que debia evitar cosas como estas.

!Maldita sea¡ le habia dicho que jamás compartiría la cama con ella y ahora debia hacerlo, eso y engendrar un bebé era la unica forma de que no fuera enviada a casa tras el anulamiento de su matrimonio.

—Ella me odia, la he tratado mal, si no deja que me le acerque mucho menos se acostará conmigo. Y no la obligaré—. Parecía frustrado.

—Nadie dijo nada de que la obligaras muchacho, sabrás acercarte a ella.

Ese era el problema, no quería acercarla a él, al menos no ahora. Tampoco queria que se fuera, estaba entre intentar un nuevo comienzo con su esposa, o dejarla ir.

Dando por terminada la conversación, volvieron a la cena, las jovenes ya se habían retirado, el tema aún resonaba en su cabeza, solo tenía dos semanas para hacer las cosas a su modo.

Ya era hora de dormir, habia pasado un buen rato con el tio Arthur, era de las personas que se veian intimidantes pero al conocerlas se convertían en alguien totalmente distintos.

Los días pasaban como una estrella fugaz, Ivette y Caden ni siquiera se dirigian la palabra, ni siquiera en las comidas se daban el saludo.
Addie estaba trabajando duro reparando el jardín. Anna inmersa en sus libros. Todos actuaban como si las cosas estuvieran bien, en todo el castillo habia corrido la noticia de que el Conde no había pasado ni una sola noche con su esposa, tambien se decía que ella no lo respetaba.

Las especulaciones aumentaban, algunos decian que Caden la repudiaba por no ser doncella, otros decian que se habia casado con ella para evitar comentarios de su hombría. Este ultimo rumor fue creado por la propia Ivette, hacia todo por llamar la atención de Caden y verlo molesto.
el tio Arthur la habia conocido y le cayó muy bien.

Se habia familiarizado con las mujeres que trabajaban en el castillo, le habia pedido que la orientaran más acerca de las relaciones sexuales. En su explicación fueron más cuidadosas que su madre.

Una tarde durante estaba bordando junto al balcón Caden se acercó a ella, queria reclamarle por su comportamiento.

—Me parece de mal gusto que vivas socializando con los sirvientes, comportate como la señora de esta casa.

Como si no lo hubiese escuchado continuó bordando. Caden empezaba a impacientarse por su silencio. 

—¿Me habla a mi, su excelencia? Pensé que la señora de esta casa era Addie, dado que ella supo antes que yo que usted ya era Conde. Su casa no me importa, si se cayera a pedazos me daría igual. No te imaginas cuanto te odio y te detesto.

—Deja tus cosas aqui, quiero mostrarte algo—. Ese era el comienzo de que todo fuera bien.

—No iré a ningún lado.

—Por favor, ven conmigo—. Le estaba costando mucho ser amable.

Para ella tambien estaba siendo dificil. No queria que fuese otra forma de humillarla.

Se puso de pie y lo siguió hasta el patio trasero, donde habia un caballo.

—¿Y ahora qué?—. Preguntó confusa.

Unos sirvientes se acercaron, la idea era ayudarla a subir al caballo.
Algo más era que Caden también lo haría.

Dejandose llevar porque nada malo pasaría aceptó la ayuda y montó el caballo, Caden hizo lo mismo.
Tomó las riendas y empezó a andar.

Los dos iban en silencio, a pesar de estar tan cerca ninguno se atrevia a decir nada.
No reconoció el camino que estaban tomando.

Terminando el camino llegaron a una pequeña cabaña de madera.

La corta hierba de la pradera terminaba justo donde comenzaba un precioso lago con una superficie suave y azul, se extendía casi al borde del horizonte y estaba enmarcado por rocas y arboles altos.

Caden fue el primero en bajar del caballo y luego ayudó a Ivette. Ella aun no entendía que hacian allí.

Como un niño emocionado se quitó la camisa, las botas y corrió hacia el agua. 

Incapaz de evitarlo sus ojos fueron inmediatamente a sus abdominales firmemente formados. Él se dio cuenta de aquello, sonrió por lo bajo y luego se surmegió en el agua.

El paisaje era hermoso y tranquilo. Estar allí era casi meditativo.

Luego de unos minutos salió del agua, estaba allí para hablar con Ivette meterse al agua no era parte del plan.
Estaba estaba sentada en la hierba, admiraba las flores silvestres.
Empapado de agua Caden se sentó a su lado, ella no lo miró.




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