El significado de las rosas

Capítulo Dieciocho

—¿Qué haces ahí? —. Preguntó Ivette frotándose los ojos.

—Admirandote, te veías tan hermosa que no quise hacer ruido y despertarte —. Caden se levantaba muy temprano, todos los dias antes de irse se quedaba un momento viendo a su esposa.

Con una sonrisa dulce respondió a ese comentario tan romántico.

—Oh su excelencia, su disfraz de hombre rudo se verá en peligro si continua haciéndome esos cumplidos.

—Mi lady, lo cierto es que su disfraz de mujer ruda también se ve afectado cuando se sonroja por tales cumplidos.

Todo parecía irreal, Addie ya no la molestaba, su matrimonio cada día estaba mejor, Ivette se sentía como en un sueño, un sueño que nunca deseaba que fuese interrumpido.

—Eres insoportable, ven a la cama.

—Tengo deberes Ivy, no puedo simplemente acostarme y dejar que las cosas tomen cualquier curso solas —. A sinceridad estaba considerando lo de volver a la cama.

—Solo será un momento, además ni siquiera ha salido el sol, ven aquí —. Lo miraba con ojos de cachorrito.

—Manipuladora, ya me convenciste.

Quitándose las botas se metió a la cama con su esposa, le dio un beso en la frente y la abrazó con mucho cariño.

—Podría quedarme así todo el día —. Susurró Ivette mientras cerraba los ojos.

—Te quiero, te quiero mucho Ivy.

Esperaba que ella le respondiese, pero no fue así, en otras ocasiones también le había dicho que la queria y con mucho disimulo Ivette lo ignoraba, al principio no parecía importarle, ahora no, ahora se preguntaba que pasaba con su esposa.

Se había entregado a él, estaba muy seguro de que lo había hecho porque también lo quería o, tal vez no.
¿Lo estaba usando para satisfacer sus deseos? No, imposible, las mujeres no usaban a los hombres no las inglesas, ellas no eran de mente abierta como las francesas.

Siempre que le hablaba de amor ella cambiaba el tema o lo hacia olvidar la conversación en la cama, Ivette estaba muy diferente.

Percibiendo la incomodidad de Caden Ivette le dio un beso en las manos.

—Debo irme —. Se levantó de la cama, y salió sin despedirse con un beso como lo hacia siempre.

Ivette ya podía imaginar por qué estaba así, era consciente de que nunca habían tocado el tema del amor, tampoco queria hacerlo, la relación estaba bien.

Como siempre pasaba sus mañanas bordando, leyendo o tocando el piano, no era tan buena, pero hacia el intento, en varias ocasiones Addie se ofreció a darle unas lecciones, propuesta que rechazó, la buena voluntad de Addie ya no le inspiraba confianza, siempre habia algo detrás de cada favor.

Últimamente todo le aburría, quería ver a su madre, Sophie, Marie y su hermano Roger, deseaba que todos vivieran cerca, en cambio por su padre sentía algo de rencor.

—Hola —. Saludó Addie mientras mordía una manzana.

—Hola —. Para Ivette era extraño, Addie nunca solía ser amable, sin embargo estaba allí sonriendo como si nada.

—Quiero que seamos amigas, que olvidemos todos los inconvenientes que tuvimos y empecemos una amistad, Caden es mi mejor amigo y no quisiera perderlo, conservar su amistad implica llevarnos bien, solo quiero eso.

Ivette miraba a todos lados como si no creyera que Addie estuviese hablando con ella, aquellas palabras sonaron tan falsas, pero no quería ser grosera, así que fingió estar de acuerdo.

—Si, claro —. Eso fue todo cuanto pudo decir, no encontraba las palabras para responder a Addie. “Fuera de mi vista, víbora desgraciada” ansiaba decirle así, pero por ahora quería llevar la fiesta en paz.

Con una gran sonrisa Addie hizo una reverencia.

—Iremos a casa de tus padres, lleva lo que consideres necesario, a lo mejor pasemos la noche —. Caden solo se detuvo a decir eso y luego se marchó escaleras arriba.

Caden no le habia comentado nada a cerca de ir a casa de sus padres, pero de igual manera le agradaba la idea. Mandó a algunas criadas a arreglar un pequeño maletín con algunas de sus cosas y bajó a esperar su esposo, el cual estaba muy concentrado en una conversación con Addie, sintió celos, pero no lo demostró, esperó a que se detuvieran.

Solo bastó con una mirada para que Caden entendiera que Ivette estaba lista. Los dos fueron hacia el carruaje que les esperaba, ambos en silencio durante todo el camino, habia tensión por lo que ocurrió en la mañana.

Iban acompañados por varios sirvientes.
Aveces chocaban miradas, pero solo duraban un segundo, era desesperante que ninguno reuniera valor para hablar.

Cuando llegaron a la mansión Chadburn los sirvientes se llevaron sus cosas a la antigua habitación de Ivette.

También habían varios carruajes en el patio, parecía como si hubiese alguna reunión, no, imposible, alguien se lo hubiese comunicado de ser así.

Movida por la curiosidad Ivette no esperó a su marido y empezó a caminar con dirección al gran salón, Marie estaba allí, también su hermano Roger, con el pecho inundado de emoción corrió a abrazarlos.

El vientre de Marie había crecido mucho, demasiado para ser exactos.

—Estás tan hermosa —. Dijo ivy mirando a su amiga con nostalgia.

—Tu igual, el matrimonio nos sienta bien —. Marie se acariciaba el vientre.

—¿No me vas a dar un abrazo a mi también? O tal vez las condesas no abrazan a los simples mortales —. Roger seguía tan divertido como de costumbre.

—Tonto, también hay abrazo para ti —. Abrazó a su hermano con fuerza, cuanto lo habia necesitado en aquellos días.

Con cara de pocos amigos Caden se unió a la reunión, saludó a todos y se sentó al lado de una chica, bastante parecida a Ivette, solo era más menuda, pero cualquiera las confundiría.

Caden mantenía una conversación con ella mientras Ivette hablaba con Marie sobre el nacimiento del bebé y su vida en Lincoln.

¿Qué demonios le pasa?  ¿por qué sonríe tanto? ¿Quien es esa imitación barata de mi? Esto era todo cuanto se preguntaba Ivette, se suponía que era una reunión de familia, aquella chica y la señora a su lado estaban de más.




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