El taxista de una loca

Sección 2

Daniel.
En cuanto los primeros rayos del sol tocan el suelo, me despierto, me pongo una sudadera vieja y andrajosa y una gorra, cojo mi bolso, agarro las llaves del viejo Ford que Ralph, que se hizo amigo mío anteanoche, me entregó después de que nos coláramos en mi casa a las tres de la madrugada y nos bebiéramos dos botellas de whisky. Salgo al mundo. Sí, sí, has acertado, soy un taxista humano.

Pero en serio, ayer estuve sentada en la oficina hasta las 2 y dispuesta a matar porque los franceses han hecho tal chapuza con la campaña de perfumes que empiezo a odiarlos en silencio, y hoy me he tenido que levantar a las 5.30 para beberme unos litros de café directamente de la cafetera, ponerme el "traje" de mi jefe, maldecir a mi coche aparcado en la entrada e iniciar sesión en la app.

Y ese fue el primer pedido. La suscriptora Angelina ha pedido un coche estándar en la calle Veselkova 18, entrada 1. No sé si soy adecuado, porque soy más bien un coche supereconómico, pero me han puesto en el pedido. Y ahora tengo exactamente 7 minutos para llegar a mi destino. ¿Dónde tiene que llegar esta Angelina a una hora tan temprana?

- Buenos días, ¿puedes darte prisa, por favor, porque tengo una reunión muy importante? – el ángel de pelo oscuro saltó al asiento trasero, bañando mis sentidos con un delicado aroma floral. Era una mañana preciosa: una chica joven y guapa, de unos veinticinco años, pelo rizado y esponjoso hasta la cintura, que le caía hasta el pecho, un abrigo beige por debajo de la rodilla, una bufanda de color rojo vivo y unos guantes finos igualmente rojos, maquillaje mínimo en la cara, sólo pestañas pintadas y pintalabios rosa pálido en sus labios carnosos. Estaba leyendo algo con una gran carpeta roja en la mano. El rojo parece ser su color favorito. Una chica preciosa, un nombre precioso. La habría conocido si no hubiera estado ocupada, pero como obviamente estaba leyendo algo, seguí conduciendo en silencio. Cuando giré por la carretera de Szczestrata, me di cuenta de que levantaba la vista y me miraba por el retrovisor, y sonreí, llamando su atención, pero ella no apreció mis coqueteos.

- Lo siento, pero es mejor ir por la circunvalación. Vamos a quedar atrapados en un atasco de tráfico.

- No hay atascos en este momento, relájate.

- Insisto.

- No vamos a salir del atasco!" – Yo empezaba a enfadarme, y la chica siseó algo así como "Como quieras, idiota" y volvió a leer. No nos habíamos movido en 2 minutos, y en 17 minutos nos habíamos movido 3 metros.

- "¡Te lo dije!", – gimió condenada, mirando el reloj que brillaba en su delgada muñeca.

- "Quién lo iba a decir",–  me encogí de hombros, sin esperar respuesta.

- "¡Cualquiera con una inteligencia superior a la de un mono! Vale, ¡ya está! Voy a salir.

- "¿Adónde vas? Estás en la autopista, queda un kilómetro y medio hasta tu destino. Llegarás en 20 minutos, ¡no te pongas nerviosa!

- No te preocupes...", – sacó la cabeza por el parabrisas y observó la magnitud de la cagada, suspiró fatal: – "¡Vete a la mierda, imbécil de mierda! ¡Conduce!

- No puedo, hay un atasco, -intenté serenarme, y ella se limitó a reír histéricamente.

- "En realidad estoy mirando al del Fiat rojo, ¡el que conduce como una tortuga! ¡Pero si tú también eres jodidamente guapa! ¡Te pedí que condujeras normalmente!

- Llegaremos pronto, no te pongas nerviosa.

- ¿De qué estás hablando? ¿No estés nervioso? ¡Tengo una reunión en 15 minutos! ¡Muy bien, aquí tienes! ¡No necesitas cambio, guárdalo para el tratamiento! Imbécil topográfico! – El ángel me lanzó un billete de 50 dólares, cerró la puerta de un portazo y salió corriendo a la calle, recorriendo el atasco y mirando a su alrededor. El reloj marcaba las 7.15... Llevaba 1 hora y 15 minutos en el trabajo. Tenía un cliente y 40 dólares de propina. No está mal para ser el primer día.

Angelina.

- Lo siento, Angie, ya sabes, no es nada personal, pero la hija de la señorita Oleksa tiene que aceptar este trabajo, – me explicaba mi supervisora inmediata con lágrimas en los ojos una vez más por qué tenía que dejar mi puesto, en el que llevaba trabajando desde mi primer año, un puesto al que había dedicado 6 años de mi vida. Porque la hija del director se había graduado en la universidad y necesitaba conseguir un trabajo. ¿Y yo? ¿Quién iba a pensar eso de mí? ¿Mi madre, que se casó y se mudó a otra ciudad? ¿O mi padre, que se casó con otra mujer en cuanto cumplí 7 años? Nadie. No tengo el respaldo de Tammy, la zorrita que, con sus manicuradas zarpas, me arrebató hoy el contrato y fue a firmarlo, recibiendo elogios por ello, ¡aunque fui yo! ¡¡¡Я !!! ¡Llevo una semana trabajando en ello! ¡Negocié con los socios! Estuve corriendo de una punta a otra de la ciudad para pedir un descuento, me humillaron, ¡pidiendo firmar un contrato con nosotros! ¡Y Tammy se portó, de puta madre! Lo tenía todo listo y ahora va a recibir una bonificación, ¡en la primera puta semana de trabajo! ¡Y sólo he recibido una prima una vez! Un "Premio" de queso de supermercado que me trajo mi propio jefe cuando estaba llorando porque Tammy me miraba triunfante, ¡sentada en la mesa de enfrente y pidiendo otro par de zapatos para sus pisoteados pies de la talla 40!

- Lo comprendo. Lo entiendo todo, María, no hace falta que me lo expliques. Así es el mundo, así es la vida.




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