El taxista de una loca

SECCIÓN 7.

Daniel.

Es una mujer increíble. Me molesta tanto que estoy a punto de despedirla, pero si le digo que se calle, se calla. Quizá no sea tan mala empleada como pensaba. Después de llevar a Angelina a la oficina y darle instrucciones para el resto del día, fui a un lugar donde no me habían visto desde hacía más de seis meses. Si no recuerdo mal, es hora de silencio en el jardín de infancia. Alex debería alegrarse de que le recoja yo primero. Hoy, como le prometí a mi hijo, pienso ir al cine, luego llevarle a la pista de patinaje y a casa a ver dibujos animados y jugar.

Necesito enderezar mi vida.

Ya he aceptado el hecho de que no tendré una mujer permanente en ella. Nadie va a tomar en el hijo de otra persona, cada mujer quiere su propia familia, pero por alguna razón no está de acuerdo para tomar en un niño de su primer matrimonio. Así que... Alexam y yo tendremos una larga vida de solteros, salvados sólo por mi madre, que se lleva a mi nieto a vivir con ella mientras yo satisfago mis necesidades masculinas. No tengo 70 años, ella lo entiende todo... aunque a veces intenta poner sus 5 céntimos sobre que Alex necesita una madre. ¿Y dónde puedo conseguir esa madre? ¿Pedimos a Papá Noel? ¿Quizá en Nochevieja deberíamos llevarlo de excursión a Laponia? Creo que sería feliz.

Angelina.

Mi primer día de trabajo había sido una auténtica pasada y, para colmo, Iris me esperaba en la cocina, como había prometido, ansiosa por conocer los detalles. Pero, ¿qué detalles debía contarle?

– ¿Cuánto hace que os conocéis? – Mientras me servía té, la chica se puso sobre mi cabeza y me quemó con la mirada. ¿Está colada por el jefe o algo así? ¿Qué debo decirle? Si le dices la verdad, ¡no se lo creerá! 

– No nos conocemos! – Esta respuesta no satisfizo a la chica, porque sus ojos entrecerrados miraban atentamente por debajo de sus largas pestañas, intentando pillarme en una mentira.

– Angie, llevo más de un año trabajando aquí y él siempre es amable y simpático con todos los empleados, todos somos como de la familia, y es nuestro papá con muchos hijos. Entonces, ¿por qué reacciona así contigo?

– ¿Quizá no le caigo bien?

– Es dudoso, a lo mejor te ha echado el ojo, – sonrió y le tendió un caramelo en un jarrón.

– Si de algún modo ocurrió tal desgracia, lo siento sinceramente por él, porque yo vine aquí a trabajar, no a iniciar un romance, así que que se busque rollos de una noche fuera de mi entorno. Y él mismo dijo que estaba en contra de los romances de oficina. Esa fue una de las primeras cosas que dijo.

– Oh, ¿así que ya habéis hablado de esto?

– ¿Cómo evitarlo si me vio con una chaqueta que cubría casi mi cuerpo desnudo?

– ¿Así que no le gustabas nada? – me preguntó, molesta.

– ¿Por qué iba a gustarme? Es sólo un chico, ¡hay medio pueblo como él!

– Eres rara, aquí mucha gente vendería su alma al diablo para que él le hiciera caso, y tú te pones de perfil.

– Créame, lo último que hará en esta vida es prestarme atención. Y ahora tengo que ir a trabajar, porque como dijo el mismísimo Grande y Poderoso, ¡perderé mi trabajo!

– Qué pasiones tienes.

– ¡Oh, vete al infierno!

– Me iría, pero no hay nadie esperando", la chica salió de la cocina con un suspiro, y yo volví a recordar toda nuestra comunicación y me aseguré de que sólo teníamos una antipatía mutua por culpa de mi lengua larga y mi habilidad para meterme en líos.

Durante el resto del día estuve en contacto con W&G, llamando a fotógrafos y cámaras, e incluso conseguí discutir con la imprenta, que me ofreció un precio por la impresión de las vallas publicitarias que me bastaría para comprarme un apartamento de tres habitaciones en la capital ¡y aún me sobraría dinero para mi propio vagón de metro! Era la última en salir de la oficina, enfadada como un perro y hambrienta en la misma medida.

En casa sólo me esperaba un paquete de trigo sarraceno, que aún tenía que cocer, y no quería ir a la tienda, así que decidí no traumatizar mi psique cocinando la cena, así que fui a la cafetería cercana a mi casa. Después de pedir sopa y una ración de carne asada, ya estaba mentalmente en casa, planeando cómo llenaría la bañera, añadiría más sal, dejaría caer unas gotas de aceite de naranja... oh, sería la felicidad. Pero oí que alguien hablaba a mi lado y, al parecer, me hablaba a mí.

– ¿Está libre cerca de ti? – había un tipo bastante guapo de pie a un lado, de unos 26-28 años, rubio, alto. Es guapo, pero... no, pero no puede ser. No debo empezar una relación. La decisión fue tomada hace mucho tiempo, así que ni siquiera los chicos guapos y jóvenes encajan. ¿Por qué? ¿Para encariñarme, enamorarme y luego llorar por un corazón roto? No.

– Si quieres que te preste una silla, no me importa.

– Me gustaría cenar contigo.

– Lo siento, pero ceno solo. Si te sientes solo, invita a tus amigos, – me distraje buscando mi teléfono, que sonaba en mi bolso, y no me di cuenta de cómo mi nuevo amigo se sentaba sin ceremonias frente a mí. Y quien llamaba a esta hora "temprana" era, por supuesto, ¡mi jefe "favorito"!




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