El taxista de una loca

SECCIÓN 14.

Angelina.

Finalmente limpié el apartamento de la presencia del hijo de Raven. ¿Cómo puede un imbécil tener un hijo tan bueno? Y si lo crió así, ¿por qué se comporta él mismo como un imbécil?

Al oír que llamaban a la puerta y esperando que me trajeran una gran pizza de queso, fui a abrir. Pero Daniel estaba delante de mí. Con flores.

– Te has equivocado de apartamento, – le dije, cerrándole la puerta en las narices y volviendo atrás, pero los golpes continuaron. Incapaz de soportarlo, abrió la puerta, gritándole: – ¿Qué quieres? ¡La jornada laboral de la niñera ha terminado!

– Quería disculparme.

– Te perdono, ahora vete.

– No puedo, – se alejó, y vi a un somnoliento Alex de pie detrás de él. Maldita sea, ¿ha traído al bebé a las 9 de la noche? ¿Puedo comer y dormir?

– Escucha, – le susurré al oído, – lo entiendo, tienes una vida personal y todo eso, pero no puedo quedarme sentada con tu hijo mientras tú tienes una cita con alguien. Resolvamos de alguna manera este asunto con niñeras nocturnas sin mi participación.

– Me alegra que te interese mi vida personal, pero tenemos un problema. Alex no quiere irse a la cama porque le has leído un cuento y quiere leerlo.

– ¿Eso es todo? ¿No podrías llamar? Te lo puedo enviar.

– No, – entró, metió flores en mis manos y desvistió a su hijo, – Alex quiere que le cuentes un cuento.

– Puedo leerle la historia por teléfono, – me volví hacia la única persona cuerda de esta casa – el bebé.

– Quiero mirarte, – dije, sonando tan aterrador. La última vez que oí eso, estaba viendo una película de terror y no acabó bien.

– Hagámoslo por Skype, y puedes irte a la cama y yo te leo... Podrás verme, ¿sabes lo que es Skype?

– No. Vamos, – el chico me cogió de la mano y me llevó a mi dormitorio, donde nos quedamos dormidos por la tarde. Daniel se limitó a sonreír como un tonto cuando le di las flores.

Los chicos se prepararon, Sasha vino en pijama. Es chulo, tengo que preguntar dónde lo han comprado, yo también quiero uno. Amarillo y con Pokémon. Definitivamente tengo que comprarme uno. Sentada en el borde de la cama, le leí al niño un cuento sobre el Gato con Botas que había abierto en mi tableta, pero no se durmió.

– Angie, ¿tienes algún secreto?

– Supongo que no, – le respondí en el mismo susurro en que me lo preguntó.

– Pero yo sí, ¿quieres saberlo?

– Sí, quiero saberlo. Prometo no decírselo a nadie.

– Sé que mi madre no me quiere y que me ha dejado. 

– Alex, eso no es verdad. ¿Quién te lo ha dicho? 

– La abuela, la oí hablar con alguien cuando me desperté. Dijo que mi madre me había dejado. 

Abrazó al niño y no se dio cuenta cuando empezó a llorar. Pobre niño, no sólo su madre tiene un cuco, sino que su abuela tiene una lengua sin huesos. Acariciando la cabecita del niño de pelo negro, intentó infundirle fe en la bondad.

– No, te has equivocado.

– ¿Dónde está entonces? Papá no lo dice.

– Tu mamá, ella... te quiere mucho, mucho, pero tiene que quedarse en otro país por un tiempo, pero volverá. Volverá. Te quiere mucho, de verdad.

– ¿Eres mi madre?

– No, cariño, no lo soy.

– ¿Cómo sabes que me ama? ¿Te lo ha dicho?

– No conozco a tu madre, pero es alguien que te quiere. Así que sé que ella también te quiere mucho.

– Entonces, mientras mi mamá no esté, tú serás ella. Me gustas, eres guapa y divertida. Y papá te regaló flores, y Adele dijo que si quieres a alguien, te regalan flores. Así que se las di.

Yo no entendía nada, ni quién era Adele, ni por qué demonios estaban esos pensamientos en la cabeza de un niño de dos años, pero hice lo que pude: me limité a abrazarlo y a mecerlo hasta que se durmió. 

En cuanto Alex se durmió, cerré la puerta y corrí al salón, donde Daniel estaba ordenando mis libros.

– ¡Siéntate, maldito alfa! 

– ¿Por qué gritas? ¡Vas a despertar a Alex!

– Mi dormitorio está bien insonorizado.

– Mmm, ¿te gusta mantenerlo real?

– Escucha, ¿estás borracho?  – El hombre se sentó en el sofá y, con las manos en las rodillas, me miró fijamente, probablemente dándose cuenta de que yo no compartía sus bromas.

– ¿Qué te pasa? Si te preocupa que Alex se quede aquí, no te preocupes, me lo llevo ahora mismo.

– Pero no sé qué sería mejor: ¡que tú te lo llevaras y te largaras de mi vida o que yo me lo llevara lejos de tu loca familia!

- Escucha, deberías cuidar tu lenguaje. Te lo agradezco, pero no te pases.

– Dan, hoy me ha dicho que ha oído a tu madre hablar con él de que su madre le ha dejado. ¿Crees que es normal? – Cambió en una fracción de segundo, volviéndose enfadado y melancólico.




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