El taxista de una loca

SECCIÓN 20.

Angelina.

Despertarse a las 11 de la noche con un molesto golpe en la puerta no es lo más agradable del mundo. Esta noche he tenido que acostarme pronto para llegar descansada a la sesión de entrenamiento de mañana a las 8 de la mañana. Y lo más molesto es que me he dormido normal e inmediatamente. Si mi vecina del piso de abajo viene a quejarse otra vez porque tengo la música puesta/alcohólicos gritando/follando demasiado alto/fútbol gritando fuerte, le regalaré a esa vieja un audífono, ¡porque llevo una hora durmiendo!

– Señora Paulson, estoy durmiendo, ¿qué quiere? – Abro la puerta, deseando librarme cuanto antes de la molesta jubilada, pero no es la señora Greta, sino Daniel. Está de pie, con la mirada gacha, aplastando un ramo de claveles rosas entre las manos, pero sus ojos no se apartan de los míos.

– Angie, ¿puedo pasar?

– Entra como has venido. ¿Qué quieres? Tengo que ir a entrenar a las ocho, así que vamos rápido, necesito dormir, – me doy cuenta de que no podré dormir después de su visita, pero tengo que decir algo.

– Тoma, – me tiende las flores y sigue de pie junto a la puerta, pero ahora me mira. Me mira detenidamente.

– ¿Quieres que te dé una vuelta?

– Tu pijama es igual que el de Alex.

- Ya lo sé. Me gustó su pijama, así que me compré el mismo para mí -me revuelvo el pelo en una trenza emocionada-. Odio dormir con el pelo suelto, porque por la mañana no me cabe en nada, pero así puedo peinármelo sin problemas. El hombre da un paso adelante, entra en el apartamento y cierra la puerta tras de sí, lo que hace que me arrepienta de haberla abierto y de haberle invitado a pasar. A saber por qué ha venido a verme a estas horas de la noche.

– Angie, vamos a probarlo, ¿eh? – No digo nada, porque no entiendo muy bien lo que me sugiere. ¿Probar el caramelo salado que me da miedo? ¿O probar a piratear el Pentágono, –  ¿No te gusto en absoluto? – Empiezo a darme cuenta de que la propuesta no tiene nada de extraño. Es que me da miedo decir algo.

– ¿Qué tiene que ver con gustar o no gustar? Dan, no eres un helado que hay que probar y decidir si te gusta o no. Eres una persona viva. Más aún, eres una persona con un hijo. Eres responsable no sólo de ti mismo, sino también de él. ¿Y si no funciona? Alex... se acostumbrará. Me aceptará, pero ¿y si no funciona entre nosotros? Son sólo unas vacaciones, si no quiero matarte, ¿te das cuenta de que nos pelearemos como perros salvajes, y el niño lo verá?

– No estamos peleando ahora, ¿verdad? Y Alex te quiere.

– Y yo lo amo como a un niño. Es un niño maravilloso. Pero todo esto es responsable.

 

– Bueno, es hora de aprender a asumir responsabilidades, Angie, – digo sin responder, yendo a poner las flores en el jarrón. Daniel me sigue, sin quitarse siquiera el abrigo. Sigue callado y me mira con extrañeza, como si me viera por primera vez. Me doy cuenta de que sí, de que es la primera vez que me ve así. Antes siempre iba vestida, pero ¿qué quería? Me ha sacado de la cama, ¡así que no puede quejarse!

– ¿Y crees que te voy a seguir la corriente porque eres el grande y poderoso?

– ¿Por qué me llamas así? – El hombre sonrió, ladeando la cabeza y mirándome enderezar las flores del jarrón.

– Bueno, ¿qué otra cosa puedo llamar al jefe que me ha estado tirando trabajo desde mi primer día de trabajo?

– De acuerdo. ¿Cómo quieres que te proponga matrimonio y tú aceptes?

Me apoyé en el alféizar de la ventana y miré a este individuo. No, ciertamente es un buen espécimen, me gusta. Es responsable, tiene un carácter normal, e incluso tiene un hijo al que quiere. Pero no para rendirse y arrojarse a sus pies... no, alguien como Daniel definitivamente no apreciaría eso.

– Cortejo, señor Raven. Paseos, ir al cine, caminar a casa, tratar de hacer algo juntos... por ejemplo, hacer un muñeco de nieve. No sé, como toda la gente normal. ¿Vienes aquí en medio de la noche y dices hagámoslo? No, cariño, si quieres una relación, ¡haz algo por ella!

– Angie, ¿cómo voy a dejar a Alex toda la noche? No podemos salir una vez a la semana, y él no acepta quedarse en casa de su madre más a menudo, y mi trabajo... estoy allí todo el día, – hablaba en serio y no intentaba cortarme.

– Preferiría que fueras taxista, – continué, tratando de no asustarme de que hubiera vuelto a mencionar el trabajo, – ¿Interferirá Alex con eso?" Creo que dejé claro que me gustas como paquete. Así que... la elección es tuya. Y, me encantan los acianos.

Se quedó mirando. Se quedó mirando largo rato, de mí a las flores y viceversa. Luego asintió a sus pensamientos, sonrió y se dio la vuelta para marcharse.

– Toma unos acianos, Angie. Buenas noches.

Después de cerrar la puerta tras él, permanecí largo rato tumbada en la cama, preguntándome a qué me había apuntado. Pero sin llegar a una conclusión definitiva, me dormí.

Daniel.

– Ralph, ¿todavía tienes las llaves del Ford? – resopla el hombre, entonces se oye un crujido en el teléfono y sólo unos segundos después contesta.

– ¿Has estado bebiendo? ¿Qué Ford? ¿Has mirado el reloj? Es la una de la madrugada.




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