La primera foto que llamó mi atención me representaba con mi familia en la playa, estábamos a pocos kilómetros de mi barrio, ya que nací en el pueblo donde hacían la mejor horchata de la provincia de Valencia.
En la foto yo tenía cinco años, mi hermana tenía dos años más y se encontraba al lado de mi padre, mientras que yo estaba en brazos de mi madre, sonriendo y bien feliz como podía estar un niño a pie de playa.
Aquella foto no la recordaba, pero aquel día, sí, era un miércoles y mis padres tenían que ir al mercadillo de un pueblo fuera Valencia Capital, pero al despertarse, en un día de mayo, hacía tanto calor que decidieron pasar el día en la playa con nosotros y no ir al trabajar; después de aquel día nunca más pasó algo parecido, al contrario, mis padres cada año que pasaba resultaban más trabajadores del año anterior.
En aquel momento, con la foto en la mano los miré, estaban charlando entre ellos, mi hermana estaba jugando con su hijo, mi madre estaba riñendo a mi hermano, por una razón que desconocía, mientras mi padre los observaba en silencio. Habían pasado ya muchos años de aquella foto, desde entonces, nació mi hermano, mi hermana se casó y tuvo hijos, yo me saqué los cursos obligatorios y ahora estaba listo para ser agente de seguridad, como mi padre cuando era más joven.
-¿Todo bien, hijo?- me preguntó mi padre mirándome.
-Sí- le contesté -Papa..- añadí.
-Dime Alejandro.
-Gracias- sonreí.
-Gracias a ti, ya no eres el pequeño de la casa, ya eres un gran hombre- me abrazó.
Mi padre nunca fue muy extrovertido, prefería quedarse en silencio y observar, un "gracias" y un abrazo por su parte significaba que de verdad iba por el camino correcto.
Era una familia que tenía sus cualidades como sus defectos, no existía la perfección en ningún núcleo familiar, pero desde aquella foto lo único que no cambió fue la estima y el amor que le llevaba a mis padres.