Ella, un desastre perfecto

Capítulo 7 - Los últimos saludos -

Era un lunes, mi último comienzo de la semana en mi casa, en mi pueblo, en mi País y ya tenía que hacer las últimas despedidas.

Me levanté pronto para ir a mi instituto y llevar la hoja de baja, para poder matricularme en otro centro el año siguiente en Valencia.

Cuando llegué fui directamente a la secretaria, entregando todos los documentos y esperé que hicieran la fotocopia y la firma oficial.

-Cariño- me dijo Veronica viéndome.

-Hola, ¿qué haces por aquí, no tienes clase?

-Sí, tenía que llevar la exención a educación física, ya sabes.

-Claro, pues mejor.

-Hola Sofía- me saludó la profesora Saretti.

-Me voy- dijo Veronica dándome dos besos en las mejillas.

-Hola profe - la saludé, tenía la voz temblante “joder, se nota mucho que estoy nerviosa”, pensé.

-Leí tu carta- afirmó.

“Mierda, aún más nervios tengo ahora”, reflexioné.

-No te contesté, quería escribirte un correo, pero hay mucha faena aquí en el instituto, faltan profesores y hay varias guardias.

-No pasa nada.

-Bueno, quería desearte buena suerte allí, espero que te vaya todo bien, aunque es una lástima, te faltan solo dos años para acabar.

-Ya, pero usted ya sabe la situación y pienso que es lo mejor.

-Si lo crees, será así. 

-Muchas gracias por todo lo que hizo por mí, no lo olvidaré.

-Gracias a ti, fuiste una muy buena alumna y te recordaré.

-Sofía aquí tienes los documentos. Mucha suerte - me dijo la señora de la secretaria.

-Bueno, hasta pronto entonces - saludé a la profesora.

-Hasta pronto.

Salí con el corazón que me latía muy fuerte y lo peor aún no había llegado.

Cogí el autobús y fui a casa de mi abuela, ella fue una de las últimas personas en saber de mi ida, no tenía idea de cómo decírselo y me costaba mucho separarme de ella, así que quise esperar más tiempo para darle la difícil noticia.

-Hola abu- dije entrando.

-Hola amor- me saludó dándome dos besos.

-¿Cuándo te vas por Francia?

-España, abuela, es España.

-Ostia, justo, donde hacen la paeglia.

-Paella abu, pael… bueno, me iré pronto.

-¿Cuándo?

-Pasado mañana.

-Sí que es pronto, sí.

-Escúchame - le cogí las manos. - No estamos tan lejos, vendré a verte mucho. - le dije para tranquilizarla.

-¿Cómo tu tío? ¿Qué viene solo una vez a la semana o cada dos?

-Un poquito menos… Tendría que coger el avión.

-Entonces tan cerca no está.

-Bueno, está en Europa.

-Ya.

-Abu.

-Dime.

-Todo irá bien, nos llamaremos y haremos videollamadas y cuándo vendré charlaremos de muchas cosas.

-Te echaré de menos.

-Y yo abu, pero de verdad que no sentirás mi ausencia.

La miré en los ojos y vi que estaba llorando, nunca había visto a mi abuela llorar y saber que realmente era mi culpa me mataba por dentro. Me acerqué con la silla y la abracé. “Tú, estúpida, no llores, no llores” pensé.

-Perdón- dijo secándose las lágrimas con su pañuelo de tela.

-Te quiero- le susurré con los ojos lúcidos.

Ella me apretó las manos y me dio un beso.

-¿Vamos a coger pescado hoy? - me preguntó.

-Sí.

Así pasé la tarde con mi abuela: comiendo pescado frito, jugando con las cartas como le gustaba a ella y luego le hice compañía viendo la Santa Misa que transmitían por el canal 20.

-Abu, te saludo, que ahora viene papá a verme y cenamos juntos.

-Vale amor.

-Pórtate bien con las tías.

-Tú también y ten cuidado, cualquier cosa aquí tienes tu casa.

-Te quiero.

-Y yo mi vida.

La saludé y pronto salí, quería irme rápido antes de sentirme mal para dejarla sola, aunque realmente tenía muchas personas, pero nadie era como yo para ella y viceversa.

 

-Hola cariño- me saludó mi padre, mientras subía el coche.

-Vamos a cenar una pizza, ¿sí?

-Claro perfecto.

La noche fue tranquila, estuvimos charlando de varios temas, sin ninguna relación entre ellos; pasamos de hablar de gatos a músicas y djs.

-¿Estás segura? - me preguntó mi padre, mientras aparcaba el coche.

-Sí - le contesté.

-Es que no entiendo por qué, aquí tienes tu familia, tu casa.

-Es lo que necesito papi.

-Yo no comparto vuestra decisión.

-Bueno, pero es lo que quiero.

-Te di la autorización porque te quiero.

-Pues muchas gracias entonces.

“¿En serio estoy agradeciendo a mi padre por dejarme ir a un País donde me dará más oportunidades?”, me pregunté.

-Te echaré de menos.

-Cada vez que vendré nos veremos y tú también te puedes venir, no estoy tan lejos.

-Tampoco tan cerca. Va, ven aquí - me dijo abrazándome.

-Pórtate bien, ¿vale? Y cualquier cosa, yo estoy aquí- afirmó.

 -Lo sé, gracias.

 

Aquella noche coger el sueño fue difícil, ya me había despedido de todos, faltaba poco para que me fuera a mi nueva casa, mi nuevo pueblo, mi nuevo País y realmente moría de ganas.

Sabía que dejaba atrás personas que siempre estuvieron a mi lado, pero ahora me tocaba pensar en mí misma, pensar en mi futuro y no estaba en el mismo sitio donde nací y crecí, necesitaba volar y sabía que España podía darme grandes oportunidades y mejoras a nivel personal y escolar.

 



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En el texto hay: mundo, suenos, sofia

Editado: 17.05.2023

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