Era un lunes, mi último comienzo de la semana en mi casa, en mi pueblo, en mi País y ya tenía que hacer las últimas despedidas.
Me levanté pronto para ir a mi instituto y llevar la hoja de baja, para poder matricularme en otro centro el año siguiente en Valencia.
Cuando llegué fui directamente a la secretaria, entregando todos los documentos y esperé que hicieran la fotocopia y la firma oficial.
-Cariño- me dijo Veronica viéndome.
-Hola, ¿qué haces por aquí, no tienes clase?
-Sí, tenía que llevar la exención a educación física, ya sabes.
-Claro, pues mejor.
-Hola Sofía- me saludó la profesora Saretti.
-Me voy- dijo Veronica dándome dos besos en las mejillas.
-Hola profe - la saludé, tenía la voz temblante “joder, se nota mucho que estoy nerviosa”, pensé.
-Leí tu carta- afirmó.
“Mierda, aún más nervios tengo ahora”, reflexioné.
-No te contesté, quería escribirte un correo, pero hay mucha faena aquí en el instituto, faltan profesores y hay varias guardias.
-No pasa nada.
-Bueno, quería desearte buena suerte allí, espero que te vaya todo bien, aunque es una lástima, te faltan solo dos años para acabar.
-Ya, pero usted ya sabe la situación y pienso que es lo mejor.
-Si lo crees, será así.
-Muchas gracias por todo lo que hizo por mí, no lo olvidaré.
-Gracias a ti, fuiste una muy buena alumna y te recordaré.
-Sofía aquí tienes los documentos. Mucha suerte - me dijo la señora de la secretaria.
-Bueno, hasta pronto entonces - saludé a la profesora.
-Hasta pronto.
Salí con el corazón que me latía muy fuerte y lo peor aún no había llegado.
Cogí el autobús y fui a casa de mi abuela, ella fue una de las últimas personas en saber de mi ida, no tenía idea de cómo decírselo y me costaba mucho separarme de ella, así que quise esperar más tiempo para darle la difícil noticia.
-Hola abu- dije entrando.
-Hola amor- me saludó dándome dos besos.
-¿Cuándo te vas por Francia?
-España, abuela, es España.
-Ostia, justo, donde hacen la paeglia.
-Paella abu, pael… bueno, me iré pronto.
-¿Cuándo?
-Pasado mañana.
-Sí que es pronto, sí.
-Escúchame - le cogí las manos. - No estamos tan lejos, vendré a verte mucho. - le dije para tranquilizarla.
-¿Cómo tu tío? ¿Qué viene solo una vez a la semana o cada dos?
-Un poquito menos… Tendría que coger el avión.
-Entonces tan cerca no está.
-Bueno, está en Europa.
-Ya.
-Abu.
-Dime.
-Todo irá bien, nos llamaremos y haremos videollamadas y cuándo vendré charlaremos de muchas cosas.
-Te echaré de menos.
-Y yo abu, pero de verdad que no sentirás mi ausencia.
La miré en los ojos y vi que estaba llorando, nunca había visto a mi abuela llorar y saber que realmente era mi culpa me mataba por dentro. Me acerqué con la silla y la abracé. “Tú, estúpida, no llores, no llores” pensé.
-Perdón- dijo secándose las lágrimas con su pañuelo de tela.
-Te quiero- le susurré con los ojos lúcidos.
Ella me apretó las manos y me dio un beso.
-¿Vamos a coger pescado hoy? - me preguntó.
-Sí.
Así pasé la tarde con mi abuela: comiendo pescado frito, jugando con las cartas como le gustaba a ella y luego le hice compañía viendo la Santa Misa que transmitían por el canal 20.
-Abu, te saludo, que ahora viene papá a verme y cenamos juntos.
-Vale amor.
-Pórtate bien con las tías.
-Tú también y ten cuidado, cualquier cosa aquí tienes tu casa.
-Te quiero.
-Y yo mi vida.
La saludé y pronto salí, quería irme rápido antes de sentirme mal para dejarla sola, aunque realmente tenía muchas personas, pero nadie era como yo para ella y viceversa.
-Hola cariño- me saludó mi padre, mientras subía el coche.
-Vamos a cenar una pizza, ¿sí?
-Claro perfecto.
La noche fue tranquila, estuvimos charlando de varios temas, sin ninguna relación entre ellos; pasamos de hablar de gatos a músicas y djs.
-¿Estás segura? - me preguntó mi padre, mientras aparcaba el coche.
-Sí - le contesté.
-Es que no entiendo por qué, aquí tienes tu familia, tu casa.
-Es lo que necesito papi.
-Yo no comparto vuestra decisión.
-Bueno, pero es lo que quiero.
-Te di la autorización porque te quiero.
-Pues muchas gracias entonces.
“¿En serio estoy agradeciendo a mi padre por dejarme ir a un País donde me dará más oportunidades?”, me pregunté.
-Te echaré de menos.
-Cada vez que vendré nos veremos y tú también te puedes venir, no estoy tan lejos.
-Tampoco tan cerca. Va, ven aquí - me dijo abrazándome.
-Pórtate bien, ¿vale? Y cualquier cosa, yo estoy aquí- afirmó.
-Lo sé, gracias.
Aquella noche coger el sueño fue difícil, ya me había despedido de todos, faltaba poco para que me fuera a mi nueva casa, mi nuevo pueblo, mi nuevo País y realmente moría de ganas.
Sabía que dejaba atrás personas que siempre estuvieron a mi lado, pero ahora me tocaba pensar en mí misma, pensar en mi futuro y no estaba en el mismo sitio donde nací y crecí, necesitaba volar y sabía que España podía darme grandes oportunidades y mejoras a nivel personal y escolar.