Embarazo inesperado

2. Rompamos

Ni siquiera tuve que levantarme a abrirle la puerta a Cristian, ya que él tenía las llaves de mi piso y yo las del suyo. 

— ¿Estás durmiendo o no quieres hablar? — Me preguntó Cristian. 

Me encontró en la cama, en posición fetal y abrazada a la almohada. Lo sentí sentarse a mi lado y su mano en mi cintura. No tenía escapatoria. 

— ¿Recuerdas que me he estado sintiendo cansada en los últimos días? — Le pregunté retóricamente. — Me hice una analítica y hoy he recogido los resultados. Estoy embarazada. — Tan pronto dije «estoy embarazada» la mano de Cristian abandonó mi cintura y me aferré más fuerte a la almohada. — Solo rompamos. 

— ¿Con quién me has engañado? — Me preguntó y su pregunta no era retórica. 

— Solo vamos a romper, vete y ven en otro momento a recoger tus cosas. — Le dije, pero me hizo caer tumbada sobre mi espalda. 

— No puedes decir que estás embarazada y no darme una explicación. 

— La cena de navidad del trabajo, bebí demasiado y me desperté en una cama con otro hombre. — Me incorporé para hablar. — Ni siquiera sé quién es. 

Cristian apartó la cara y se llevó la mano a ella. 

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a tenerlo sola o a dejarme para irte con el padre? 

— ¿No me has oído? — Coloqué la almohada en mi regazo. — No sé con quién me acosté, recuerdo su cara de verlo por la mañana durmiendo a mi lado, pero nada más. 

— No rompamos directamente. — Me pidió mirándome. — Dame unos días para asimilarlo. 

— Cristian, solo rompamos. — Preferí. 

— ¿Solo rompamos? ¿Por qué demonios llevas dos años conmigo sí ahora me terminas tan despreocupada? 

No pude responder a eso. 

— ¿Vas a decirle a tus padres y a tus hermanas que el niño es tuyo? 

— Si el padre no es afroamericano o asiático… 

— No lo es. — Dije incrédula y lo agarré de la cara para besarlo en la boca, pero me echó la cara. — Vas a decir que mi hijo es tuyo y a limitar todavía más el contacto físico entre nosotros… Prefiero que rompamos. — Lo solté y me tumbé en la misma posición en la que me encontró.  

— Roxana. Necesito unos días para pensarlo. — Habló y lo escuché levantarse de la cama. — Hablemos en un par de días. 

— Bien. — Celebró mi hermana por la mañana cuando vino a verme. 

— Nada de bien, no quiero darle tiempo para pensar nada. Quiero romper y empezar esta nueva etapa sola. — Hablé indignada por seguir con la relación. 

— Tonta. Será bueno para esa nueva etapa de la que hablas tener a un hombre a tu lado. — Me regañó Mónica, sirviendo café recién hecho. — Si lo acepta, solo finge que el hijo es suyo y deja que se haga cargo de la mitad de todo. Trabajas ocho horas cada día y ganas un sueldo de mierda… — Me acercó una taza de café y se apoyó con los brazos en la isleta. — Sabes mejor que nadie todo el dinero que Gabriel y yo tuvimos que invertir en cuna, carrito y ropa, por no hablar de lo que gastamos en leche y pañales. 

— ¿Quieres asustarme? 

— Quiero que seas lista, si Cristian decide que quiere ser el padre, que lo sea. 

— ¿Y si aparece el auténtico? 

— Entonces solo finges que fue un buen polvo y nada más, no hubo ningún niño. 

— Sigo prefiriendo romper. 

No me pareció bien su plan. 

Entré en la oficina en la que trabajaba, mi trabajo era hacer papeleo, transcribir informes, redactar cartas, algunas fotocopias y otras cuantas impresiones, como yo, otras siete personas hacia ese trabajo. 

— Buenos días. — Saludé y no me respondió nadie, todos andaban ya liados y sin ganas de perder el tiempo. 

Me senté en la silla de mi mesa y encendí el ordenador, junto a él había una montaña de documentos y me puse a trabajar. 

A última hora de la mañana me puse a calcular el gasto que podría generar un hijo en mi vida, Mónica tenía razón, tenía un sueldo de mierda y no podía permitirme comprar todo lo necesario, más alimentarlo y vestirlo. Eso sin contar que tendría que dejar de trabajar en algún momento y que necesitaba pagar a alguien que lo cuidara cuando volviera al trabajo. 

Tener un hijo era un lujo que no podía permitirme. 

Suspiré encima de mi mesa y me dejaron una carpeta delante. 

— Ya que no tienes nada que hacer, saca dies fotocopias de todo esto para después del almuerzo. — Me ordenaron y la persona que lo hizo se alejó sin más. Me incorporé y cogí la carpeta para ir hasta la fotocopiadora, un compañero la estaba utilizando así que sonreí cordialmente a modo de saludo y esperé. 

Sí no podía mantenerlo… ¿Significaba que debía abortar o darlo en adopción? No. Apreté la carpeta contra mi pecho y me negué a tomar una decisión así. 

El compañero dejó libre la fotocopiadora y tan pronto me acerqué empecé a hacer diez copias de cada hoja. 

— ¿Tendría que hacer caso a Mónica? — Me pregunté hablando sola. 

Sí Cristian aceptaba a mi hijo, ¿debía solo actuar como si nada y decirle sí a todo? ¿No me convertiría eso en una aprovechada? 

Eché un vistazo a los hombres de la oficina, ninguno de en esa planta era el hombre con el que me acosté, lo recordaba bien porqué me fijé en su cara antes de salir de la habitación del hotel sin despertarlo. ¿Y sí… ? 

Entré en una sala de reuniones, vacía en aquel momento, y busqué en línea el número de teléfono del hotel donde ocurrió todo. Llamé con la esperanza de que me atendieran y dijeran quién reservó la habitación 532 ese día. 

— Lo lamento, señora, no podemos dar esa información. — Se negó la persona que me atendió. 

— Es importante… — Insistí, paseando la mirada por la oficina a través de una ventana. — Necesito saber quién la tenía. 

— Lo comprendo, pero no podemos dar esa información. — Repitió. — ¿Si hay otra cosa en lo que podamos ayudarla? 

— Me emborraché y me acosté con ese hombre que no conocía de nada, ahora estoy embarazada y necesito saber quién diablos es el padre. — Hablé sin miedo a quedar mal y cuando escuché abrirse la puerta, me giré viendo al hombre con el que me acosté entrar en la sala, con él venía el hombre que me pidió las fotocopias. — Déjalo, creo que lo acabo de encontrar. — Dije por teléfono y colgué. 



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En el texto hay: infidelidad, drama, embarazo

Editado: 11.07.2024

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