Embarazo inesperado

6. Una decisión apresurada

— Joyita de suegra que te has echado. — Comentó Mónica.

Habíamos estado toda la mañana con Leona y Olivia, primero de compras y después almorzando antes de ir a por Miri al colegio. 

Mi sobrina hacía su tarea en la mesita del salón de mi piso, mientras Mónica me ayudaba a hacer las maletas. 

— No es tan mala. — Dije, doblando un vestido y metiéndolo en una maleta sobre la cama. 

— ¿No es tan mala? Esa señora tiene pinta de controladora. — Bramó y se sentó en la cama mirándome. — ¿Has visto a su nuera? Esa chica hace tiempo que dejó de pensar que no era tan mala. Roxana… — Mónica me agarró una mano y se preocupó. — ¿Estás segura? 

Había perdido la cuenta de las veces que me lo había preguntado y para bien o para mal, seguía estando segura de mi decisión. 

— Por supuesto. Y no voy a casarme o algo por el estilo, solo voy a vivir en su casa hasta que normalice mi vida, nazca el bebé y pueda hablar cara a cara con Danilo. — Le dije y Mónica me recordó lo que verdaderamente le parecía importante. 

— Procura no irte después sin una ayuda económica. — Me soltó la mano y se levantó para seguir ayudándome con la maleta. — Aunque como tardes demasiado te veo embarazada por segunda vez.

— No, gracias, con una tengo suficiente. 

— Viste su cara al saber que es una niña. — Mónica se rió y acudió a la llamada de Miri.

Mi teléfono móvil sonó encima de la mesilla de noche y lo fui a coger. Tenía un mensaje del chofer de la familia Mejía avisando que ya estaba abajo.

Había quedado con la señora Leona que me iría hoy mismo a dormir a su casa. 

Le agradecí el aviso al chofer y al soltar el teléfono en la mesilla no pude no fijarme en el cuadro que había boca abajo en la mesilla. Lo agarré dándole la vuelta y me quedé mirando la fotografía de Cristian y mía.  

— Me llamó cuando murió papá. — Habló Mónica que se paró a mi lado. — Me dijo que te había llamado, pero no respondiste. 

— Era mejor no hacerlo. — Contesté y solté el cuadro en la misma posición que lo recogí. Cristian era mi pasado. No sabía si Danilo sería mi futuro pero su hija sí. — ¿Me ayudas a cerrar las maletas? El chofer de los Mejía ya está esperando abajo. 

— Claro. 

Entre las dos cerramos las dos maletas y las bajamos en el ascensor. Había quedado con Mónica en aprovechar el fin de semana para vaciar el piso y entregar las llaves a la casera. 

— ¿Dónde vas a vivir ahora, tita Roxana? — Me preguntó Miri cuando el chofer se llevó las maletas al coche. 

— En una casa muy grande. — Le conté y la agarré de las manos. — Le pediremos a mamá que te deje venir un día a verla. 

Miri asintió con una sonrisa y Mónica la agarró de los hombros. 

— Dile adiós a la tía Roxana, Miri. — Le dijo Mónica. 

— Adiós, tita. — Miri me regaló un abrazo de despedida y mientras la tuve en mis brazos recordé cuando nació. 

Tan chiquita, arrugada y rosada. Estaba tan feliz y nerviosa por ser tía, ¿me sentiría igual al ser madre? 

La señora Leona me hizo alojarme en la habitación de Danilo. Pili, junto a otra de las empleadas, hicieron espacio en el gran vestidor para poner mis pertenencias. Ni siquiera tuve que mover un dedo. 

— Ya verás lo bien que vas a estar aquí. — Me habló Leona, llevándome agarrada de la cintura a la sala. — ¿Quieres beber algo antes de la cena? 

Olivia estaba en la sala y me solté disimuladamente de la señora Leona. 

— No, estoy bien así. Pero creo que voy a intentar hablar con Danilo. — Dije y sonreí después a Olivia que se levantó para saludarme. — Hola. 

— Bienvenida. — Me dijo Olivia y me dio un frío abrazo. 

Lo sentí más por cortesía que por simpatía. Cosa que era normal, prácticamente no nos conocíamos. 

— Está bien. Siéntete libre de ir a donde quieras de la casa. — Leona me permitió irme y no esperé más. 

Preferí salir al jardín y caminar mientras buscaba en mi teléfono el número de Danilo. Me saltó una llamada en el teléfono y me quedé paralizada al ver el nombre de Cristian en la pantalla, me estaba llamando de nuevo. Lo dejé sonar hasta que se dio por vencido y solté un pesado suspiro al sentir oprimido el corazón. 

En lo más profundo de mí añoraba los días en los que Cristian salía de trabajar en el restaurante de sus padres e iba a dormir conmigo en mi piso. Muchas noches ni lo sentía llegar, pero estaba ahí al despertarme. 

Salí al jardín para llamar a Danilo, ese desconocido del que llevaba una hija en el vientre, pero decidí escuchar a mi corazón cuando me pidió devolverle la llamada a Cristian. 

Nada más escuchar el primer tono sentí miedo de que no respondiera y colgué la llamada. ¿Podía cagarla más? 

Marqué entonces el número de Danilo y miré hacia la sala de la que había salido. 

— Espero que mi madre te haya tratado bien. — Habló Danilo al descolgar. — Lamento no estar allí, pero lo estaré para cuando nazca nuestra hija. 

— ¿Ya lo sabes? — Me referí al sexo del bebé y lo escuché bostezar. 

— Mi madre me llamó hace un rato, dijo que se había encontrado contigo y que iba a tener que trabajar duro para darle un nieto más adelante, ya que estás esperando una niña. 

— No debería creer que eso pasará. 

— ¿Por qué no? En cuanto vuelva, planeo pedirte matrimonio y repetir lo de la noche que nos conocimos. 

— Para casarnos tendríamos que conocernos antes, ¿no? 

— Ya estás en mi casa viviendo con mi familia, si no quieres casarte conmigo, ¿qué haces allí? — Lo escuché entonar una risa y dijo después. — No te preocupes, tendremos tiempo de conocernos antes de la boda. Por ahora, solo relájate y cuida de nuestra hija. 

— Eleonor. Quiero que se llame Eleonor. 

— Bonito nombre. Seguro que mi madre lo acepta. 

— Roxana. — Justo me llamó su madre y la vi sonreír en la puerta de la sala. — Ven a conocer al padre y al hermano de Danilo. 



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En el texto hay: infidelidad, drama, embarazo

Editado: 11.07.2024

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