Samantha Blake Arquett luchaba por mantenerse firme ante la insistencia de su nueva compañera de cuarto en la universidad. Jessica Thomson era una persona con un timbre de voz agudo y penetrante, pero, cuando su intención era convencer a alguien, el sonido que salía de su garganta podía ser tan molesto, que incluso Sam, pensaba que hasta podría funcionar para convocar a una jauría de perros.
Sam adoraba a Jess, en esas dos semanas que habían convivido, descubrió a una persona increíblemente sensible y, sobre todo, que no la juzgaba; ni por su torpeza, ni inocencia, ni siquiera por todo el tonto dinero que su familia tenía. En ningún momento le había preguntado por ello ni parecía importarle, eso era algo a lo que Sammantha no estaba acostumbrada.
— Vamos Blake. Es la primera fiesta que se da en el año. La bienvenida. No puedes no asistir. Aunque estés muriendo, con un maldito catéter en tu brazo, debes ir. — Jess tiró por décima vez del brazo de la chica la cual trazó un rayón en uno de sus libros.
— Jessica. — dijo molesta. — Estoy estudiando. La clase de química es muy compleja.
— Tienes toda la semana para estudiar, sólo una noche para ir a la fiesta. Vamos.
Sam rodó los ojos, no sabía bien qué ropa elegir, esa era la verdad. Jamás había asistido a una fiesta de esas, su vida social era bastante estructurada. Había crecido en una casa muy convencional y luego, a los 12, como a todas las mujeres de su familia, la habían ingresado en el Colegio Saint Jean para señoritas, de pupila; durante los siguientes 7 años, sólo había visto a sus padres y hermano un fin de semana cada quince días o en los eventos que realizaba su familia. Su padre Harry Blake había generado una inmensa fortuna durante su juventud, al invertir su dinero en un laboratorio que estaba yendo a la quiebra; él lo reactivo y ahora, era uno de los productores de medicamentos más importantes de todo el país, por lo que Sam, había crecido rodeada de lujos. No se quejaba, pero a veces, eso le generaba un poco de vergüenza… saber que tenía tanto dinero y que nunca iba a necesitar trabajar o preocuparse, como la mayoría de las personas.
— ¿Qué vestido? — preguntó la chica a su compañera.
Jessica negó y rió por lo bajo.
— Estos son vestidos de etiqueta mujer… no puedes llevar eso puesto. Son de diseñador, valen una fortuna. Serás el centro de atención y no en el buen sentido. — Sam bufó, no tenía mucho más, el resto era la vestimenta que utilizaba para ir a clase. — Mira, ponte esto. — Jess le dejó sobre la cama una pollera, demasiado corta, y un top negro.
— Imposible que yo use eso. Es demasiado revelador. — miró las prendas, dejaban más cuerpo expuesto del que cubrían. Por un momento pensó en lo que diría la Hermana Gertrudis sobre esa ropa y sobre las mujeres que la usaban. Sacudió la cabeza, Jess era una buena persona… debía empezar a relacionarse con alguien diferente a las chicas con las que había convivido todos esos años, al fin y al cabo, ninguna de ellas la había tratado bien, ni una vez.
— Es la primera fiesta a la que no tienes que ir vestida de princesa. Hazme el favor de escucharme. ¿De acuerdo? Si algún día debemos ir a una gala, serás tú la que me diga qué vestir. — ambas soltaron una carcajada sonora, y eso fue lo que Sam necesitó para convencerse.
***
Una hora después habían llegado a la fiesta. Sam miraba todo con gran sorpresa. Gente sentada en el piso, en el césped, bailando sobre mesas, besándose contra paredes… era tan diferente a las fiestas a las que solía ir en las que la música era clásica, en las que la gente hablaba por lo bajo y en dónde todos te juzgaban, aquí, nadie las miraba. Ni siquiera la vestimenta de las chicas generaba atención.
— Muy bien. — Jess se paró delante de ella. — Blake. Concertante. No bebas nada que no te de yo o que te diga de dónde sacar, no mires fijo a ningún borracho o chica con cara de asesina y no aceptes ir a un lugar más tranquilo con nadie que no sea yo… — su amiga sonrió de costado. — si quieres hacerlo hazlo, no lo recomiendo, pero no te voy a juzgar.
— Descuida no tendré sexo con alguien que conocí en una fiesta. — respondió Sam rodando los ojos, lo que le decía era casi insultante. — No soy una cualquiera.
— No repitas eso. — le dijo la chica apuntandola con su dedo. — Además yo no soy la que confesó que se acostó con su profesor a los 17.
Samanth golpeó su frente, sabía que esa confesión iba a ser utilizada en su contra.
— Sólo fue una vez y luego me arrepentí. ¿De acuerdo?
— Pero de seguro te llevaste un sobresaliente todo ese año. — le dijo con picardía.
— ¡Jessica! — gritó la chica ruborizándose por completo. — Basta.
Su amiga soltó una fuerte carcajada que hizo que algunos de los que estaban a su alrededor girarán; Sam, inmediatamente se hizo pequeña, hundiendo sus hombros.
— No, no. Nada de eso. — Jessica tiró de ella para que se pusiera derecha. — Sos la más hermosa de toda la fiesta y si no lo sos te crees que es así.
Inmediatamente se mezclaron entre la multitud; Samantha no era una chica que saliera demasiado, de hecho casi no lo había hecho, el vivir en un convento que oficiaba de escuela no era el lugar ideal para salida de chicas, pero aún así se las había arreglado.
Eleine, su mejor amiga durante casi toda la vida, también asistía al Saint Jean, por lo que, cuando podían, se habían escapado y asistido a algunas fiestas. Siempre de personas que ellas conocían, nunca así, nunca había estado en una fiesta de ese estilo y… le encantaba.
— Tengo sed. — le gritó a su amiga por encima de la música, estaba bailando hacía demasiado tiempo, necesitaba hidratarse.
— Mira. — le respondió señalando. — Sólo ve hasta ahí y toma esos vasos.
Sam se acercó hasta donde su amiga le dijo y tomó dos casos que una chica le ofreció.