En el abismo

3. Química

— Lo encontré. — gritó su amiga Jessica mientras señalaba su computadora. Habían estado toda la noche hablando, ella, contándole sobre su hermano y Sam sobre Calvin.

 

Ninguna de las dos lo había visto antes de la fiesta, pero ahora, era imposible que, la menor de los Blake, se lo pudiera sacar de la cabeza. Jess le había propuesto buscarlo en internet; "Para estar seguras." Esa fue la excusa; no sabían su apellido, por lo que fue bastante complicado buscar entre todos sus conocidos, foto por foto, Calvin por Calvin, cuál era el real, el que ellas estaban queriendo investigar.

 

— A ver. — Sam se lanzó a la cama de su amiga con una desesperación no muy propia de una dama o de alguien que no estuviera completamente desquiciada.

 

— Calvin Dalaunay. — comenzó su amiga, mientras en un acto de increíble habilidad, se levantaba con la computadora y comenzaba a caminar por toda la habitación, evitando que Sam pudiera ver, cosa que la puso bastante de mal humor. — 23 años... — sonrió de costado. — te gustan los sugar daddies Blake. — Sam rodó los ojos e intentó en vano quitarle la computadora de las manos a su amiga. — estudia química, en eso no mintió, es asesor, en eso también... 

 

— Ya déjame ver... — la chica se cruzó de brazos molesta mientras su amiga reía a más no poder.

 

— Tiene pocas fotos, no sé qué es lo que quieres ver, no hay nada para ver aquí, cuando puedes verlo en persona y... — Jess soltó un grito agudo, de esos que rompen ventanas, tan agudo que Sam se tuvo que tapar los oídos para que no le causara daños permanentes en los tímpanos, no quería quedar sorda a los 18 años, su madre la haría culpable de eso de alguna forma... — Samantha Blake puedes pedirle que te ayude con química. Digo, es su trabajo y esa materia es tu nemesis.

 

— ¿Estás loca? No haré eso. — de repente estaba muy nerviosa, hasta le sudaban las manos, sólo imaginarse que se encontraba en una habitación, sola, con él, le daba ansiedad.

 

— Vamos Samantha, ya te acostaste con un profesor. — en ese momento la chica le lanzó un almohadón con todas su fuerzas a la cara. 

 

— ¿Puedes dejar de mencionar eso? Me dijiste que si te decía un secreto importante no volverías a hablar de eso y no me juzgarías. — sus ojos se llenaron de lágrimas; aquello era algo que aún hoy la avergonzaba un poco y era una de las cosas de las que menos le gustaba hablar. 

 

La "relación", por así decirlo, con Edward Jones, no había terminado demasiado bien; él había sido su profesor durante toda su estadía en el internado y era de esos hombres a los que no los puedes escuchar cuando habla, porque en lo único en lo que te puedes concentrar es en su belleza. Él se aprovechaba de eso, estaba claro que sabía el efecto que tenía en un montón de adolescentes que casi no tenían contacto con el sexo masculino. Sam había creído que era la única o más bien, que sería la única, pero no fue así. Edward la uso y la botó a la basura, como lo que él creía que ella era, cuando lo considero necesario, cuando se aburrió de ella, como lo hacía con otras tantas chicas que pasaron por sus manos. Al final el profesor Jones, se había ido a otra sede del Saint Jean, en el último año de Sam en la escuela... había dejado embarazada a una de las alumnas, a Elaine, su mejor amiga, pero, como todo lo que sucedía en ese círculo en el que había nacido y sido criada, eso se sabía, pero era un secreto a voces. Todos tenían prohibido, casi como si hubieran realizado un pacto de sangre, hablar del tema, mencionar a alguno de ellos dos o a las otras chicas que Jones había engañado y también embarazado, pero que sus familias habían decidido recurrir a algún método para "eliminar" la evidencia... la diferencia con su amiga, era que, había tenido tanto miedo, que no lo había contado hasta que fue demasiado tarde para recurrir a ese mismo método de silencio. 

 

— Está bien. Lo siento cariño, no volveré a molestarte con eso si te hace sentir tan mal. — Jess dejó la computadora sobre la cama y saltó sobre su amiga para abrazarla. Sam también lo hizo, suspiró al sentir esa muestra de afecto, no estaba demasiado acostumbrada a que la gente se apiadara de ella o de sus sentimientos. Siempre debía mostrarse como una persona seria, fría, inquebrantable, cuando en realidad era todo lo contrario, una chica sensible, frágil y que a veces, sentía más de lo que debía. — Llama al hippie, dile que necesitas ayuda en química y que quieres fusionarte con él, convertirte en octano, encender el fuego...

 

— ¡Jessica! — ambas comenzaron a reír como locas. — De acuerdo, lo voy a llamar, pero sólo para que dejes de molestarme, además, me vendría bien un poco de ayuda en química, es imposible para mi.

 

— Tu padre tiene el laboratorio más importante de todo el país y tú no sabes distinguir la química de la física, es tan raro. — comentó Jess sin soltarla.

 

— Es el dueño del laboratorio, no trabaja en él, mi padre tampoco sabe nada sobre química.

 

***

 

— Hora de la verdad. — murmuró Sam antes de golpear la puerta del departamento de Calvin. — Sólo es un asesor que va a ayudarte con una materia que te resulta imposible. 

 

Golpeó la puerta y en el momento en el que él la abrió se quedó con la boca abierta. Estaba vestido con una remera blanca y unos jeans que hacían que cualquiera se infartara.

 

— Adelante. — dijo con voz grave, haciendo un gesto con su mano, se había dado cuenta de la reacción de Sam y eso la avergonzó un poco.

 

La chica entró sintiéndose muy pequeña y frágil. El departamento era un espacio que, según su madre, podría decirse, minimalista, pero, a diferencia de los lugares que decoraba Elizabeth eso no era a propósito.

 

— ¿Vives solo? — preguntó mirando alrededor. 

 




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