En el abismo

5. La gala arruinada

Sam se miró por décima vez en quince minutos. Se había puesto el vestido que le habían indicado y peinado como le dijeron; por un momento se sintió en el internado nuevamente… no, eso era peor, al menos en el Saint Jean no me decían cómo debía recoger su cabello y no la criticaban constantemente.

Sam quería llorar, no le gustaban las fiestas de etiqueta, nunca le habían divertido. Ella no era como su hermano, no se encontraba a gusto en ese tipo de situaciones, siempre había sido la oveja negra de la familia Blake Arquett y siempre lo sería…

Todas esas personas que sus padres invitaban a su casa para celebrar el aniversario, eran falsas. Todas esas mujeres que le decían: "Samantha te ves hermosa, toda una dama Elizabeth te felicito, Harry, los felicito por su hija"; ella sabía que eran mentiras que a esa gente no le interesaba en lo más mínimo si estaba bien, mal o si la había atropellado un tren... mientras sonriera, permaneciera en silencio y asintiera, era perfecta.

Su teléfono sonó y ella se lanzó al mismo, creyendo que tal vez sería Jess, deseándole suerte. Extraña a su amiga, no habían pasado ni 24 horas y ya quería regresar corriendo a esa habitación pequeña y calurosa que se había convertido en su refugio.

Era un mensaje de Calvin; la chica se puso nerviosa de repente, no esperaba que él le escribiera. Se sentó sobre la mullida cama con acolchado de plumas 

No sabía que tenías novio Samantha.

La chica tecleo con demasiada velocidad.

No lo tengo. Ese que viste era el imbécil de mi hermano. Me buscó porque hoy nuestros padres festejan su aniversario. ¿Tu tienes hermanos?

Sam tenía tanta curiosidad sobre Calvin que casi no podía resistir el preguntarle todo sobre su vida. Él siempre era tan reservado, frío incluso distante pero, a veces, parecía tan cálido y agradable; era como si existieran dos personas en el mismo cuerpo y eso, a Sam, la volvía completamente loca, no poder descifrarlo le gustaba y aterraba en igual medida.

Dos. Amelie y Bernard. Son geniales.

Le contestó casi de forma inmediata. Se mordió el labio y se recostó boca arriba.

Ojalá yo tuviera dos hermanos geniales o uno o al menos uno que me hablara sin regañarme

En el instante que envió el mensaje se arrepintió, no tendría que haber escrito eso, la relación que ella tenía con su hermano no era algo que le incunvia a nadie más que a ellos dos… o al menos eso le habían dicho.

Alguien abrió la puerta; su madre, la cual al verla se cruzó de brazos.

— Samanta Helen Blake Arquett. — dijo en ese tono que le daba ganas de vomitar. — Estás arrugando tu vestido y despeinando. Impresentable.

Sam se levantó como si hubiera caído sobre un resorte. Se acomodó el cabello y vestido; acto seguido soltó su celular y lo dejó caer sobre la cama, el mismo rebotó y cayó al suelo, haciendo un ruido que, para ser honestos, sonó a roto. La chica tragó saliva y cerró un segundo los ojos, rogando que no se hubiera partido en dos.

— Ya estoy. Estoy lista. 

— Más te vale no volver a desarreglar tu ropa. En la planta baja hay una gala que organice durante semanas, no es mi intención que se arruine gracias a tu poca falta de clase. — su madre bufó. — Siento que perdimos nuestro dinero en ese Saint Jean. No te enseñaron nada. — Sam rodó los ojos en el instante en el que su madre se volteó; intentó acercarse a buscar su celular. — Nos vamos abajo Samantha.

***

En la fiesta, Sam se dedicó a beber champagne y a sonreírle a las señoras, amigas de su madre, que monologueaban sobre sus hijos y nietos.

La chica estaba harta, no paraba de mirar hacia todos lados, buscando al menos a alguien del que reírse. En esos momentos era donde más extrañaba a Eleine, ella siempre le hacía compañía en esos eventos, ambas estaban acostumbradas a todo ese mundo, por lo que a sus padres no les molestaba que su amiga estuviera siempre con ella, pero ahora era diferente, Eleine no regresaría y Sam ni siquiera les había propuesto invitar a Jess, ella era… demasiado real, por así decirlo, para estar en ese mundo acartonado y lleno de gente falsa aunque, estando allí, rodeada de personas, pero completamente sola, sintió que hubiera sido una buena idea al menos, haberlo intentado.

— Sam ven. — escuchó la voz de su padre que retumbó por todos lados. El hombre estaba hablando con un micrófono. 

La chica se ruborizó por completo y se acercó al pequeño escenario, en el que la esperaban sus padres y hermano. En el momento en el que terminó de subir su padre comenzó a hablar.

— Les agradezco a todos por estar aquí hoy. Hace 30 años Elizabeth y yo nos casamos, como todos saben, ella fue un gran pilar para mí, fue incluso, la que me alentó para poner en pie Laboratorios Blake. Sin ella, mi vida sería completamente distinta. — dijo el hombre abrazando por la cintura a su esposa. Eso era un poco hipócrita, sus padres no dormían en la misma habitación desde que ella tenía 7 y desde hacía varios años que ni siquiera cenaban juntos. — Luego llegaron nuestros dos maravillosos hijos; John, que ha seguido mis pasos y estoy seguro de que lograra hacerse cargo de todos nuestros negocios de forma excepcional. Y Sam… — su padre la miró fugazmente y sonrió. — que se está convirtiendo en una mujer increíble. — la chica sonrió imperceptiblemente y bajó la mirada.

Su padre tomó aire para continuar hablando pero en ese momento se cortó la luz. Hubo un murmullo y luego una explosión, la cual hizo que alguien gritara. Sin pensarlo, Sam tomó la mano de John, el cual no se apartó como usualmente lo hacía, sino que la sostuvo con fuerza. 

Ambos compartían un mismo temor, cuando eran pequeños un empleado de su padre los apuntó con un arma, por lo que ambos en esas situaciones, reaccionaban de la misma forma.




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