A mitad de la noche Sam despertó con la insistente vibración de su celular. Era Jess, se preocupó, ella había salido aquella noche con un chico que había conocido en una aplicación y, por más que la chica le dijo que no era una buena idea, lo había hecho.
— Jess. — contestó la chica sobresaltada.
— Blake… — estaba llorando. — Me dejó aquí tirada el muy maldito.
— ¿Qué pasó?
— El tipo este con el que salí, estábamos cenando, se enojó y se fue… me dejó sola, olvidé mi billetera en la mochila de la universidad, cuando se lo dije se enojó. No tengo dinero, no puedo volver a casa. — Jess siempre era tan fuerte y segura, escucharla llorar de esa forma la destrozaba.
— Tranquila. Pásame la dirección, iré ahora mismo a buscarte.
Sam se levantó, no había tiempo para cambiarse, estaba vestida con su pijama, un short y una remera de un león. Se puso unos borcegos, lo primero que encontró, un saco de lana largo y ancho, de esos que llegan hasta las rodillas y salió. Al abrir la puerta se chocó de frente con Calvin, el cual la tomó de los hombros para evitar que ambos cayeran al piso.
— Samantha. ¿Dónde vas? Son las 2 de la mañana. — le preguntó cuando lo dejó atrás.
— No tengo tiempo para ti. Jess me necesita. — la chica parecía un tren, no pensaba en otra cosa que no fuera en su amiga y en ayudarla.
— Sam… — su tono de voz en ese momento había sido completamente diferente al que le había hablado durante todo ese tiempo. La chica quería caer rendida a sus pies, decir que no importaba si le pedía perdón con tal de que volviera a hablarle en ese tono dulce.
Sacudió la cabeza, intentando concentrarse, no podía ahora caer en sus garras, no con alguien que la necesitaba, esperando.
Se giró con sus talones y lo miró fijo.
— Jessica necesita que la ayude, no tengo tiempo para tus excusas, tus disculpas o lo que sea que hayas venido a hacer. Necesito ir hasta donde está y traerla a casa.
— Puedo llevarte, si quieres. Digo, estás vestida como una loca, no creo que algún taxista frene para que subas. — Sam se miró a sí misma y se dio cuenta de que Calvin tenía razón.
Rodó los ojos y bufó.
— De acuerdo. Pero esto no cambia nada entre nosotros. — le respondió señalandolo, mientras achinaba los ojos.
Calvin levantó las manos mientras sonreía de costado.
Caminaron sin decir media palabra hasta el auto del joven y se subieron; Sam estaba muerta de frío, pero no iba a comenzar una conversación con él, no al menos que él le hablara primero.
— Voy a encender la calefacción, estás temblando. — dijo de repente y ella asintió.
— ¿Por qué estabas en la puerta de mi habitación? — preguntó sin pensar, esa duda la estaba carcomiendo. Lo miró fugazmente pero él no lo hizo, tenía los ojos fijos en la carretera.
— Estaba pensando.
— ¿Usas mi puerta para pensar? — bromeó la chica intentando parecer despreocupada; se acomodó un poco el pelo, había visto su reflejo en el espejo y se sintió demasiado mal por sus fachas. — ¿En qué pensabas?
— En si era buena idea despertarte para pedirte perdón en ese momento o esperar a la mañana. — hablaba con tanta paz que hasta sentía que se estaba burlando de ella. — Lamento haberte dicho todo eso y haberte hecho sentir mal, no fue mi intención. — parecía como si hubiera ensayado aquella oración, por algún motivo, Sam, no sentía que fuera completamente honesto.
— Ese es tu problema. — le respondió y Calvin la miró de reojo sin entender. — A veces pareces frío, despreocupado e insensible y otras… todo lo contrario, no sé si tus disculpas son ciertas o no, porque es como si nada te importara o como si al menos, yo no lo hiciera. — tenía un nudo en la garganta, se sentía fatal, no le gustaba mostrarse tan débil y menos frente a Cal; a pesar de la forma en la que le había hablado, él… le gustaba, mucho, demasiado.
— Lo siento. No sé, a veces actúo así pero no debes darle importancia, lo digo en serio.
— Es que parece que pones una barrera, cuando me dices Samantha, es como si crearas un muro, para evitar que cualquier cosa se salga de tu control, pero hace un rato cuando me llamaste Sam… fue diferente, lo sé. — la tensión en el coche era palpable, cualquier persona podía darse cuenta de aquellos dos no la estaban pasando bien, ninguno era hábil al momento de hablar de sus emociones o sentimientos, por lo que estaba siendo más difícil de lo que sería para otra persona.
— Llegamos. — dijo de pronto el chico, poniendo fin a la conversación más incómoda que Sam había tenido en su vida y… eso que había charlado muchas veces con su madre.
Calvin estacionó el auto, delante de un bar espantoso, no entendía como Jess había dejado que ese tipo la llevara a ese lugar; a lo lejos vio a su amiga, sentada sobre el suelo, con la mirada perdida. Samantha bajó a toda velocidad y corrió hacia ella.
— Gracias. — le dijo Jessica cuando la abrazó, comenzando a llorar. — No sabía qué hacer, perdón por molestarte.
— ¿Estás loca? Eres mi amiga, siempre puedes molestarme. — ambas rieron por lo bajo, sin soltar el abrazo.
— ¿Perdonaste al hippie? — Jess sonrió de forma pícara señalando con la cabeza el auto en el que había llegado Sam, por su parte la chica rodó los ojos.
— No. Simplemente me lo encontré en la puerta de la habitación cuando salí a buscarte. — comentó como si nada. La rescatada abrió demasiado los ojos, asombrada y sostuvo con fuerza el brazo de su amiga.
— Eso es bastante acosador. ¿No crees? Te estaba espiando o… ¿Qué?
— Dice que estaba pensando en si disculparse en ese momento o cuando yo despertara, no sé. — se encogió de hombros y recién en ese momento, gracias a su compañera de habitación, pudo poner en palabras aquello que estaba sintiendo desde el primer momento, lo que había hecho Calvin era extraño y la hacía sentirse un poco incómoda, pero a la vez le parecía que era tierno; se lo imaginó en el pasillo, pensando, lleno de remordimiento por haberla hecho sentir mal....