En el abismo

11. Cita

Se quedaron un segundo en silencio y luego, Calvin la miró con demasiada intensidad y luego la besó, tomándola por la cadera y subiéndola a sus piernas. Sam apoyó sus manos sobre los hombros del chico, disfrutando del cosquilleo que había comenzado a sentir por la espalda.

Ella no era una chica de esas que tuviera una vasta experiencia en aquel terreno, por lo que no se sentía demasiado segura ni con la confianza necesaria para seguir con la situación. Su mente estaba dividida entre lo que quería que sucediera, lo que creía que él quería y sus miedos e inseguridades.

Se alejó, empujando un poco el cuerpo del chico para mantenerlo a más distancia y se aclaró la garganta. 

— Estoy hambrienta. — dijo y en ese instante se ruborizó, se dio cuenta que tal vez si comentario podía sonar con doble sentido.

Calvin respondió soltando una fuerte carcajada y tirando la cabeza hacia atrás.

— ¿Entonces…. perdiste todas tus clases? — preguntó el chico sonriendo de costado. Ella asintió tímidamente.

— Si. — se encogió de hombros, como resignada. — ¿Tu?

— No tengo clase los miércoles. Sólo una asesoría pero… puedo decirle que nos reunamos mañana. — Sam abrió mucho los ojos. — ¿Quieres ir a desayunar? Conozco una cafetería cerca que es increíble.n

— ¿Cómo una cita? — preguntó ella y se puso aún más roja, no dejaba de arruinar los momentos. Se sintió demasiado mal, por lo que se apartó del chico y se sentó sobre la cama de su amiga.

— ¿En qué año vives Samantha? ¿1990? Esa palabra ya casi ni se usa. — él parecía estar disfrutando de la situación, pero no se estaba burlando de ella y eso, la relajó un poco, sólo un poco. — Estás libre, yo estoy libre, podemos ir y saciar tu terrible hambre. — ella asintió.

— Está bien, pero quiero que sepas que soy exigente con la comida, además, debes recordar que no te he perdonado del todo por lo que me dijiste.

Calvin rodó los ojos mientras sonreía.

— De acuerdo, me esforzaré. ¿Sabes? — dijo con una sonrisa torcida. — El oxígeno y el potasio también tuvieron una cita… les fue OK. — soltó una risa demasiado adorable, pero a Sam no le divirtió para nada. — ¿Entiendes…

— Si, entendí tu nerd y científico chiste. — respondió mordiéndose el labio. — Vas a tener que esforzarte más si quieres que te perdone.

***

Al llegar al lugar Sam sintió la necesidad de salir corriendo, no era para nada un sitio al que ella iría, pero… debía admitir que ella estaba acostumbrada a desayunar en hoteles y lugares bastante costosos.

— Que el hecho de que esté lleno de estudiantes y personas con trabajos normales no haga que creas que es un lugar asqueroso. Es bueno. — él parecía un poco incómodo, la cara de la chica de seguro había delatado su pensamiento y se sintió mal por eso, no quería que Calvin creyera que debía invitarla a un lugar sumamente lujoso, ella estaba intentando modificar sus patrones. 

— No me molesta, en serio. Sólo me hizo acordar a esos lugares de las películas, los que están cerca de las carreteras.

Cal rió por lo bajo y le hizo un gesto para que se sentará un una mesa que tenía como asiento dos especie de sillones, esos que están empotrados en el piso… típicos de las películas.

— Si alguien me pregunta, lo primero que puedo decir de ti es que de verdad me haces reír Samantha. Es como si el mundo fuera completamente nuevo para ti, como si fueras un alienígena. — no sabía si sentirse ofendida o halagada por aquel comentario.

— Pasé casi toda mi adolescencia internada en un convento. — respondió con naturalidad. — Digamos que muchas cosas de verdad son nuevas.

— ¿Convento? ¿Qué? ¿Ibas a ser monja? — preguntó girando un poco la cabeza hacia el costado.

— ¡No! — dijo y chasqueó la lengua. — Era un internado de monjas, yo no. Era una escuela de señoritas.

— ¿Todavía existen esas cosas? — preguntó confundido. Sam asintió. — ¿Les enseñan a bordar? ¿A tocar el piano? ¿A tejer? 

— Si me enseñaron piano. Modales en la mesa. Y tejíamos bufandas para los desahuciados todos los inviernos. 

— Es increíble cómo los ricos lavan sus culpas, haciendo que sus hijas tejan bufandas… — Sam estaba segura de que iba a seguir hablando pero se detuvo en el momento en que la camarera se les acercó. 

— Calvin. Buen día. — él sonrió, la saludó por su nombre, entonces Sam giró para mirarla.

Era una chica rubia, tenía mechones teñidos de rosa chicle, un aro en la nariz y otro en la ceja, sus uñas eran largas y pintadas en diferentes tonos de rosa. Estaba demasiado maquillada, eran las 2 de la tarde. Era un poco más alta que ella y tenía una figura mucho más voluptuosa.

La camarera le sonrió coqueteandole y le dejó el menú, haciendo que su mano rozara el dorso de la mano del joven al hacerlo. Sam tuvo que respirar muy profundo para no saltarle en ese momento a la yugular a la chica.

— ¿La conoce bien? — preguntó un poco molesta, no podía disimularlo.

— ¿A Deb? Claro que sí. Fue mi compañera en Química inorgánica, en primer año. — ni siquiera la estaba mirando, tenía los ojos fijos en el menú. — ¿Quieres desayunar? ¿Almorzar? ¿O ambas? Yo comeré una hamburguesa, me encanta las que hacen aquí.

— Solo un café. — el chico la miró sorprendido. 

— Hace rato dijiste que estabas hambrienta. ¿No te gusta? Podemos irnos.

En ese momento se sintió horrible, Cal se estaba esforzando y preocupando por ella... y ella estaba intentando controlar sus infundados celos. Ellos no eran pareja, no podía reclamar nada, aunque, la realidad era que lo que sentía por aquel tonto hippie que tenía frente a ella, era bastante irracional e intenso. Por más que sonara mal, lo quería sólo para ella, pero a la vez aquello, la aterraba como nunca antes nada lo había hecho.

— Está bien. Quiero unos waffles. 

Cal llamó a la camarera y ésta reapareció en escena con una gran sonrisa. 

Pasaron unos 10 minutos hasta que llegó su pedido.




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