En el abismo

19. La manzana podrida

Sam, luego de la especie de confesión de Calvin no había logrado decirle nada. Sus pensamientos estaban hechos un lío, se sentía feliz por un lado, pero por otro terriblemente aterrada… la forma en la que él la había hablado, su pesar al decirlo, le generaba esa disyuntiva, no sabía si Calvin se alegraba o lamentaba por sentir esas cosas.

Ya habían pasado tres semanas de eso; la primavera se acercaba lo que hacía que las vacaciones de medio termino se sintieran aún más cerca de lo que realmente estaban. El hermano de Jess ya había sido dado de alta y habían logrado estabilizarlo; sólo no debía dejar las medicaciones, ver a su psiquiatra dos veces a la semana y asistir a un grupo de apoyo una vez cada quince días.

— ¿Vas a decirle en algún momento que lo escuchaste hablarte? — Sam, obviamente le había contado todo a Jess y ésta le recomendaba, más bien, exigía, casi constantemente que hablara con Calvin sobre el tema.

— No le diré porque él no quería que lo escuchara. ¿De acuerdo? — la chica rodó los ojos molesta, últimamente era siempre la misma discusión.

— Sé que no era su intención, pero lo dijo, además Blake… no puedes negarlo, a ti te pasa lo mismo. Tal vez el chico está muriendo de miedo, creyendo que te reirás de él. — Jess tomó uno de sus libros de psicología y comenzó a hacer anotaciones. Sam admiraba la capacidad de su amiga para concentrarse en un chisme y a la vez en un examen.

— Primero, no tenemos diez años, no puede creer que me reírse de él, es obvio que no. — comentó Sam acomodándose el cabello y acostarnos y sobre su cama. — Segundo la que debería tener miedo Soy yo espero que estuviera dormida que quiere ocultar porque.

— Deberías preguntarselo. — respondió con la mirada fija en el libro.

— Hoy no, hoy tengo que ir a ver a mi abuela. — Jess rodó los ojos.

— Hace 3 semanas que pones excusas Blake.

La puerta sonó y Sam se apresuró a abrirla.... Calvin.

— ¿Qué haces aquí? Creí que pasaría el día con tus otros tres fantásticos

El chico soltó una fuerte carcajada.

— No, Jake está enfermo y nos rogó que no fuéramos sin él. — se encogió de hombros. — Por lo que tengo el día libre.

— Yo… — respondió la chica, nerviosa. — tengo que ir a ver a mi abuela hoy te diría que vinieras pero…

— Acepto, vamos. — le dijo interrumpiéndola con una sonrisa que ilumina por completo su rostro.

— ¿Seguro? Es decir, siempre dices que no tienes tener nada que ver con mi familia y ahora… ¿Quieres ir a ver a mi abuela la cual vive en una residencia para ancianos?

— ¿Qué daño podría hacer una ancianita que como tú dices, vive en una residencia de ancianos? Además me has hablado tanto de ella que ya tengo ganas de conocerla.

Sam rodó los ojos, pero sonrió para sus adentros; le gustaba la idea de que esos dos se conocieran, sabía que se llevarían bien, a su abuela de seguro le encantaría el estilo rebelde que desprendía Calvin.

— Te va a gustar conocerla. — dijo cuando ya estaban en el camino. — Mi abuela es la rebelde de la familia, ella era actriz cuando estaba soltera. ¿Sabes? Trabajaba en un teatro en la zona del centro. Escapó de su casa a los 14 porque querían que se casara con un marinero, ella dijo que no, que no pasaría su vida esperando que un hombre regresara de altamar. — Calvin rió por lo bajo ante el comentario. — Luego lo conoció a mi abuelo y tuvieron a mi papá, pero mi abuela no quería dejar de actuar, ella es un espíritu libre y no quería que nada ni nadie la retuviera. Ella es… una madre increíble, lo fue, mi padre siempre me lo dice, su único error fue ser una adelantada para su época…

— ¿Tu abuela renunció a todo al final? — Sam dio un respingo al escucharlo, se había perdido demasiado en su propio relato.

— ¿Qué? ¡No! — la chica rió y miró sonriendo a Calvin. — Cuando mi padre tenía 10 años mis abuelos se divorciaron y ella volvió a actuar. 

— Entonces si me va a gustar conocer a una de las manzanas podridas de la familia Blake.

La chica se mordió el labio.

— ¿La otra soy yo?

— Por supuesto. Estudiar medicina cuando quieren que estudies otra cosa, no vivir con todo el lujo que puedes hacerlo, ser buena persona… eso es lo que hace la diferencia.

***

Al llegar a la residencia, Sam se detuvo un momento para ver la reacción de Calvin, no es que ella disfrutara mostrando y ostentando, todo lo que su dinero podía conseguir, sino que, lo que le agradaba, era ver la mirada de asombro de él.

La residencia para mayores Patrick Palms, era un lugar soñado; quienes vivían allí lo hacían con mucho estilo. Las habitaciones, como tales, eran pequeños departamentos, que incluso tenían un parque privado. Diferentes sectores para realizar todo tipo de actividades, desde golf hasta un cine. Estaba creado para que los residentes mantuvieran una vida lo más normal y agradable posible.

Sam se dirigió al hall de entrada.

— Buenas tardes Fey. ¿Cómo estás? — saludó a la mujer que estaba sentada en el escritorio, tenía puesto un vestido negro, un poco ajustado, que hacía lucir su incipiente embarazo. — Felicidades. Mi abuela me contó la noticia.

La mujer bajo la mirada sonriendo.

— Gracias Sam. Helen está en su dormitorio, preparó toda una merienda porque sabía que hoy vendrías, aunque no dijo que lo harías acompañada... — sonrió pícaramente de costado al ver a Calvin, el cual había tomado su cabello y peinado en un extraño rodete.

— Es un amigo... — respondió la chica sonrojándose.

— A Helen le encantará tu cabello. — le dijo hablándole directamente. Calvin no habló pero sonrió con un poco de vergüenza. — Les pido que me entreguen sus identificaciones.

— ¿Para qué? — preguntó Calvin y comenzó a balancearse.

— Debe quedar registrado quien ingresa. Por si hay algún invitado al cual la familia no autoriza.

— No traje identificación. — dijo con la mirada perdida y revisando su billetera.




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