Semanas después Sam estaba nerviosa, luego de una entrevista y de que tuviera que presentar un examen, le habían dicho que podía iniciar a trabajar en el hospital en el cual había estado internada.
Volver a ese lugar no le generaba recuerdos agradables, pero, a la vez, sabía que ese era su lugar en el mundo. Ella quería ser médica, quería ayudar a la gente y empezar a hacerlo en aquel lugar le parecía casi poético.
Sólo Jess sabía que ella trabajaría ahí, no quería que nadie de su familia lo supiera e intentara convencerla de lo contrario o que, alguien indeseado se apareciera de improviso..
Al entrar la doctora Roberts la estaba esperando en la puerta, con una gran sonrisa. Esa mujer se había convertido en un faro para Sam durante las últimas semanas, no sólo le había conseguido esa oportunidad, sino que, le dio la energía que necesitaba para superar todo lo que había sucedido.
— ¿Lista? — le pregunto entregándole una carpeta. Sam asintió. — Serás mi responsabilidad, así que espero que te comportes. — le dijo sonriendo de costado y a Sam se le helo la sangre. — Obviamente no harás trabajo de médico, pero si colaboraras conmigo y sobre todo a los enfermeros. ¿De acuerdo?
La chica estaba tan nerviosa que no pudo responder o emitir palabra durante la primera media hora.
Esto era un sueño cumplido para ella.
— Sam necesito que me ayudes aquí. — le dijo una de las enfermeras, la chica creía recordar que su nombre era Katherina.
— Dime. — se acercó a él escritorio lista para poner las manos a trabajar.
— Necesito que ingreses todos estos datos en el sistema. — la mujer señaló una pila de aproximadamente 25 carpetas. — Está semana no tuvimos internet por lo que no pudimos hacerlo.
El ánimo de Sam cayó al piso, ella necesitaba hacer algo, pero productivo, quería ayudar, no rellenar formularios.
— No te preocupes. Todos empezamos así. — le dijo un chico a su espalda. Lo miró y reconoció a uno de los enfermeros que la habían atendido cuando fue lo del accidente.
— ¿Jayce no es así? — preguntó achinando los ojos.
— Así es... — el hombre se quedó mirándola un momento. — Samantha Blake Arquette. Accidente de tránsito. Fractura de fémur, contusión cerebral. Golpes en las costillas derechas, dislocación de codo izquierdo. Novio francés.
— Perfecto todo menos lo del novio. — respondió Sam bajando un poco la mirada.
— ¿No? ¿Ese bombón no es tu novio? Es una lástima; hacían una linda pareja.
— Me mintió y no puedo perdonarlo. — agregó la chica y el estómago comenzó a dolerle.
— Tranquila. — le respondió apoyando su mano en el hombro de Sam. — No porque fuera un adonis significa que era estaba destinado a ser el amor de tu vida. — la chica sonrió de costado.
Intentó, luego de la charla con Jayce, concentrarse en lo que estaba haciendo pero le resultaba demasiado difícil. No podía dejar de pensar en Calvin.
Se odiaba a sí misma por eso. No podía entender cómo era posible que, sabiendo que era la persona que más la había lastimado en mucho tiempo... seguía sintiendo cosas por él.
Estaba segura que si se encontrará con él en ese momento y le pidiera perdón... lo haría y, no podía hacer eso. Le había mentido, había querido aprovecharse de ella y sobre todo... había roto su corazón, haciendo que sintiera que ya no podía confiar en nada ni en nadie…
***
Al llegar a su casa estaba agotada, pero lo que no sabía es que aún le quedaba mucho más.
Entró y se encontró a su madre, sentada en la cocina, tomando una taza de té. Jess estaba parada, en el medio del comedor, con cara de horror.
— Al fin llegas Samantha. — le dijo con esa voz de desaprobación con la que le hablaba siempre. — ¿Ya encontraste otro vago mentiroso para revolcarte?
Tuvo que respirar muy profundo para no saltar sobre su madre y golpearla.
— ¿Qué quieres aquí?
— Tu cumpleaños es el mes que viene y vas a celebrarlo en la casa. Como lo habíamos planeado a principios de año. Eso no se modificará. — le dijo golpeando sus uñas contra la mesa de madera.
— No quiero festejar con gente a la que no le importo. — respondió cruzando los brazos como una niña.
— Deja entonces de comportarte como una niña caprichosa y hazlo como una mujer. Verás que así se te comienza a respetar. — escupió con asco. — El 21 será la fiesta. Ven vestida adecuadamente. — la mujer miró a su hija de arriba hacia abajo y abandonó el departamento.
— Odio a tu mamá. — dijo Jess. — Es una...
— Maldita bruja, lo sé.
— ¿Qué harás? — preguntó su amiga acercándose y abrazándola.
— Iré y pondré mi mejor cara. — Jess la miró sorprendida. — Prefiero participar en esa cosa y así evitar que vuelva aquí a molestarme.
— Yo estaré contigo, ahí, para sacarte de todas esas incómodas y aburridas conversaciones de los aburridos y estirados invitados de tu familia. — ambas sonrieron con complicidad.
— Gracias Jess.
— Lo que sea por ti pastelito de manzana. Además…. — dijo con esa mirada que le decía a Sam que iba a soltar alguna broma. — Como dice la canción, lo que no te mata te hace más fuerte. — Sam no pudo evitar sonreír al mismo tiempo de que se le llenaron los ojos de lágrimas. — Nada de llantos cuando estemos con tu familia. ¿De acuerdo? — le dijo limpiando con el dorso de la mano las lágrimas de la chica. — No merecen ni una de ellas, ni ellos ni ese hippie roñoso y malnacido.
— No le digas así Jess. — le recriminó.
— Te mintió y engañó, a menos que venga aquí, de rodillas, pidiendote perdón, no dejaré de decirle así.