En el abismo

31. Inocencia

Desde aquel día en el que sus padres llegaron a su casa a increparla, habían pasado seis meses. 

La chica se sentía cada vez más libre y feliz, había nacido una nueva Sam, una que como el ave fénix, renació de entre las cenizas de lo que era su anterior vida, para poder encontrarse y madurar.

Durante ese tiempo, la familia Thomson la había adoptado, con ellos pasaba fines de semana, cumpleaños, alegrías y tristezas. Fue testigo de recaídas de George y las sufrió como si fuera su propio hermano. 

Sam sólo conocía que un hermano podía ser indiferente y malicioso, pero gracias a Jess y George, aprendió a que se puede tener una conexión con alguien desde la honestidad, la verdad y el real deseo de que el otro sea feliz.

El trabajo en el hospital seguía su curso y todos los días agradecía por haberse cruzado con la doctora Roberts. 

Su vida amorosa también estaba comenzando a mejorar, Ian, su actual novio, era un residente de cirugía, hacía sólo dos meses, pero, por fin Sam sentía que estaba en el camino correcto, el fantasma de Calvin ya no la perseguía…

— ¿Qué quieres John? — su hermano la había estado intentando contactar durante semanas pero ella no lo atendía, al final se había hartando y contestado el teléfono.

— Tienes que venir a casa ahora. — le dijo su hermano.

— No, gracias. — respondió. — No quiero.

— En dos semanas voy a casarme con Nila y nos acaba de llegar una notificación del juzgado. Están investigando a mamá y papá por lavado de dinero. — dijo con voz monótona pero ella lo conocía, estaba desesperado.

— Era hora. 

— ¡Samantha! — gritó John. — Esto también te afecta a ti, puedes ir presa, ambos podemos ir.

Sam se quedó un momento paralizada.

— ¿Por qué? Yo no tengo nada que ver con sus sucios negocios, de hecho no tengo ni dinero se ustedes. Todo lo compro con el sueldo del hospital.

— Samantha. Ven a casa y hablamos. No lo haré por teléfono.

Sam colgó y bufó.

— ¿Todo bien? — preguntó Ian, el cual apareció en el living con un pote lleno de palomitas de maíz y se sentó a su lado. 

La chica se tomó un segundo para observarlo antes de comenzar a hablar, su cabello castaño, ojos casi negros y sonrisa perfecta habían llamado su atención desde el principio, si, pero en el momento en el que lo conoció  pudo descubrir a una persona sincera, que siempre intentaba ayudar a los demás y deamsiado empatica.

— Debo ir a la casa de mis padres, algo raro está pasando. — respondió la chica mientras suspiraba.

— ¿Quieres que mi papá te acompañe? — el padre de Ian era un abogado demasiado prestigioso, por lo que Sam aceptó que el hombre la acompañara, algo le decía que iba a necesitarlo.

***

Un par de días después Sam llegó, junto con August Simmons, el padre de Ian y ahora… su abogado. 

Tenía una presión en el pecho que casi no la dejaba respirar. 

— Tranquila. Todo saldrá bien. No hay nada de lo que debas preocuparte. — le dijo August antes de que entraran a la oficina de su padre. 

Allí los estaban esperando sus padres, John y otros dos tipos que, Sam supuso, eran sus abogados.

— Hablen rápido, no quiero estar demasiado tiempo cerca de ustedes. — dijo la chica sin anestesia. Su madre chasqueó la lengua con desaprobación. — Él es mi abogado. — presentó al hombre que estaba a su lado.

— Señorita Blake. Mi nombre es Daniel Floyd y soy el abogado de su familia. Pasaré a comentarle cual es la situación.

El abogado habló durante aproximadamente dos horas sobre una denuncia que le habían hecho a su madre relacionada con el lavado de dinero en una de sus fundaciones y que también entraba en ella su padre, su hermano y ella misma. Lo que Sam no sabía era que Elizabeth Arquett había incluido a todos en la junta de esa fundación y ahora, todos debían demostrar su inocencia. El hecho de que Sam jamás hubiera participado activamente de la fundación colaboraba en su defensa, pero August iba a tener que trabajar arduamente en ello. Tanto sus padres como su hermano, estaban un poco más complicados, ellos si recibían dinero de la fundación y había pruebas de ello…

— ¿Podrían ir presos por esto? — preguntó Sam al salir de la reunión. Estaba asustada, nerviosa, no sólo, por algún motivo temía por su familia sino por ella.

— Tu madre y padre sí, no creo que tú y tu hermano lo hagan. Es decir, Elizabeth los inscribió a ambos antes de que cumplieran la mayoría de edad, por lo que ambos pueden alegar que no estaban al tanto del tema y que nunca participaron en ninguna acción fraudulenta.

— Es así, al menos yo no sabía nada de esto. — necesitaba que el hombre le creyera, estaba a punto de un ataque de nervios.

— Lo sé querida, te creo. Sé que no tienes ni tenías ni idea de todo lo que estaba sucediendo en ese lugar. Debes confiar en mí a partir de ahora. ¿De acuerdo? — Sam asintió. — Lograré demostrar tu inocencia.

***

Sam sabía que los procesos judiciales eran lentos, pero nada la había preparado para los tres meses que tuvo que pasar, siendo citada a declarar.

Los periodistas la perseguían y acosaban todo el tiempo, era desesperante y a la vez molesta. No dejaban de hacerle preguntas, las cuales no respondía.

Al destapar la olla de la fundación, encontraron otras cosas que también eran irregulares en los negocios de sus padres y hermano. El proceso aún no terminaba, pero Sam, era al momento, la única que parecía inocente en la familia Blake.

Nila, la prometida de John, en medio del escándalo, había cancelado la boda, diciendo que no podía casarse con alguien que estuviera siendo investigado… por un lado, sabía que el padre de la chica, le había pedido que rompiera el compromiso, no era bueno para los negocios, pero por otro, Nila, era del todo de persona que no soporta no ser el centro de la atención, por lo que estar al lado de un hombre que pudiera ser más importante que ella, aunque fuera en el mal sentido, la atormentaba.




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