En el abismo

Epílogo

10 años después

— Llegué. — anunció el hombre, entrando a la casa y colgando en el perchero el abrigo.

— Papi. — gritó la niña, dejando de lado el dibujo que estaba haciendo y corriendo hacia él. 

— Bonjour ma princesse. — le contestó levantándola en brazos. 

— Mami. Llegó papá. — dijo la niña al ver que su madre no aparecía.

Sam entró al living sonriendo, mientras se ataba el cabello en un rodete. 

— Bonjour a mí otra princesa. — le dijo mientras abrazaba por la cintura a la mujer.

Los años habían pasado demasiado rápido y a pesar de que en su momento creyó que era imposible, había logrado perdonar a Calvin. 

Cuando se volvieron a encontrar, luego de esos años sin verse, él era otra persona, más consciente, maduro; había comprendido realmente todo el daño que había hecho e intentó diariamente repararlo. Sam tampoco era la misma, había aprendido a vivir lejos de toda la presión y maltrato que la habían sometido; también había comprendido, aceptado y perdonado a muchas personas que la lastimaron a lo largo de su vida, incluidas entre ellas, Calvin.

Desde que Sam lo buscó esa tarde, pidiéndole que la ayude con los laboratorios, no dejaron de trabajar juntos, codo a codo, ni un solo día... eso había hecho que lo que sea que aún existiera entre ellos volviera a renacer, de forma más fuerte y sincera. 

Ella sabía que siempre había sido él, que era él y nadie más, al igual que Calvin se lo había dicho, hacía tantos años el día de su cumpleños; sólo que, el inicio de su relación había sido... por lo menos complicada. Aunque, con los años Sam logró, incluso, agradecer lo que había sucedido, era lo que le había dado la fuerza y valor que necesitaba para poder rebelarse contra su familia, exponerlos y alejarse de ellos para siempre. 

Ahora la familia de Calvin era la suya propia y se sentía feliz de formar parte de los Rousseou; ellos la querían y la habían adoptado como un miembro más, jamás la cuestionaron o juzgaron por lo que sus padres habían hecho.

Sam y Calvin eran los responsables de los laboratorios Blake Rousseou, que, actualmente, no sólo eran productores de medicamentos y vacunas, sino que las donaban. Habían creado centros de vacunación y de salud en 15 países, que ofrecían cuidados a familias sin recursos y también eran los mayores impulsores de centros de apoyo para personas con depresión.  

El trabajar juntos, verse a diario y volver a conocerse, como personas nuevas, intentando ser versiones mejoradas de lo que habían sido, los había conectado más que nunca.

Cuatro años después de su reencuentro, se casaron.

Tres años después había nacido Zaylee. Era una niña hermosa, había heredado los increíbles ojos verde pálido de su padre, pero, según él, el resto era una copia de Sam. La pequeña había crecido libre, sin prejuicios y sobre todo, alejada de las galas, fiestas y estructura a la que su madre había sido sometida durante la mayor parte de su vida. 

Cuando se enteraron de la llegada de Zay, se habían sentido las personas más afortunadas del mundo, era como si el universo les estuviera diciendo que después de todo, el hecho de que estuvieran juntos estaba bien, que era lo correcto. Durante los anteriores tres años habían intentado tener un hijo, pero era demasiado frustrante no poder hacerlo; incluso Sam lo tomaba como una señal, pero la llegada de Zaylee era todo lo que necesitaban.

En el momento en el que la relación de Sam y Calvin había salido a la luz, su hermano la había llamado, le exigió que terminara con él, que lo que estaba haciendo era una vergüenza, que no podía estar comprometida con el hombre que había destruido a su familia. Sam no le había hecho caso, obviamente, pero no sólo eso, le había respondido que los únicos responsables de la destrucción de la familia eran sus padres y él mismo, que ella no quería saber nada de los Blake a partir de ese instante.

Al momento de que Zaylee naciera, tanto su padre como John habían intentado acercarse, Sam los dejó hacerlo, consideraba que la niña tenía derecho de conocer a su familia, pero... la relación entre ellos nunca fue amorosa. El día que fueron a la casa de su padre para que conociera a la pequeña, ya que Harry Blake continuaba con prisión domiciliaria; Calvin las acompañó, por supuesto, cosa que incomodó bastante a Harry y John. Luego de eso, solo recibe ocasionalmente algunas llamadas por parte de ellos. Su madre, por otro lado, jamás volvió a hablarle; a ella ya ni siquiera le afecta, tanto Sam como Zay tienen una familia que las ama y cuida, no necesitan más.

— Adivina a quién nominaron por su colaboración en pos de la salud mundial… — dijo Sam cuando los tres se sentaron en el sofá.

— ¿Lo dices en serio? — preguntó Calvin acariciando el cabello de su esposa; ella lo miró y asintió. — Eres lo más increíble de este mundo. — se acercó a ella e intentó besarla pero Zay se puso en el medio. 

— No besos. Asco. Ya lo saben. — ambos soltaron una fuerte carcajada.

— Muy bien entonces ya es hora de cenar. — comentó Sam.

***

Horas después, cuando ya Zaylee se había dormido, Calvin estaba sentado en la cama, leyendo, como siempre.

— Jess me confirmó, mañana ella y Tim vienen a cenar. — Calvin respondió un leve "bueno", estaba demasiado concentrado.

Sam se le acercó y sin medir palabra, le arrancó el libro de las manos y lo lanzó al suelo, mientras se sentaba a horcajadas en sus piernas. El hombre la miraba sorprendido.

— Sam. — murmuró mientras ella mordía el labio inferior de él.

— Te tengo otra adivinanza, Rousseau. — susurró en su oído. 

Calvin la tomó por la cintura y la giró, haciendo que el cuerpo de la mujer choque contra el colchón. 

— ¿Cuál? 

— ¿Por qué un fotón no puede hacer pizza? — preguntó riendo. — Porque no tiene masa. — bromeó.




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