B e t h
La impotencia fue lo primero que me invadió cuando lo vi a los ojos, aquellos que en algún momento me cautivaron por completo y que justo en ese momento me brindaron la mayor decepción que jamás sentí. Quería preguntarle desesperadamente por tantas cosas, pero viendo su indiferencia no valdría la pena.
—La amo.
Esas dos palabras terminaron de desmoronar la poca fuerza que tenía, sentí mis piernas debilitarse, pero como pude me sostuve de la mesa que estaba a mi lado.
Paris Kellman
Ella era a quien amaba.
Quise preguntarle si en algún momento también me amó, pero si lo hizo o no, ya no importaba. Estaba claro que amaba a la mujer que estaba esperándome, justamente a la mujer que estaba ayudándome.
—Estoy embarazada ―la expresión de Watch cambió por completo al escucharme―. ¿Me has escuchado? Estoy embarazada.
En un abrir y cerrar de ojos estaba frente a mí con su mano tomando con fuerza mi hombro. No impedí su manera violenta de tratarme, más bien lo deje hacer lo que quisiera para de una vez por todas conocerlo realmente.
Era increíble cómo una persona podía cambiar tan radicalmente, o en el caso de Watch, era increíble cómo alguien podía ocultar su verdadero ser tan bien.
—¡Dime que es una broma!
—No lo es. Tuvimos sexo sin protección y ahora estoy embarazada, ¿Difícil de entender? —Lucía incrédulo ante mis palabras y enfurecí al comprender lo que pasaba por su mente―. ¿Estás pensando que me acosté con otro estando contigo?
—Sabes que no estaré por mucho tiempo en California.
Al terminar la universidad recibió una propuesta de trabajo fuera del estado y sin pensarlo mucho aceptó. Por un momento quise creer que esa era la verdadera razón por la que estaba terminando conmigo, pero la realidad es que nuestra ruptura tenía nombre y apellido.
—No estoy pidiendo que te quedes ni mucho menos que te hagas responsable, porque sé que no lo harás. Solo quiero que al menos hagas algo por el tío de mi hijo. Retira la denuncia en contra de mi hermano, además sabes que merecías esos buenos golpes.
Asintió, no dijo nada más...
Era un completo cobarde.
Eso es lo que era Watch Sanders. Un maldito cobarde del cual estaba enamorada, porque, aunque me doliera aceptarlo aún lo seguía amando, pero también era lo suficientemente sensata para saber que él no merecía todo el amor que estuve dispuesta a darle.
No tenía nada más que decir, así que lamentando mucho como terminaron las cosas, tomé dirección a la puerta para irme; Sin embargo, antes de salir lo escuché llamarme y siendo la tonta e ilusa que era, sentí la ligera esperanza de que no me dejaría sola.
Con aquellos pensamientos solo lograba decepcionarme más.
—Toma esto —miré lo que su mano me extendía y me negaba a entender sus intenciones—. Es lo único en efectivo que tengo, pero luego podré darte más.
Sostuve los 50 dólares en mis manos sin poder creer cuan imbécil él podría ser o cuan estúpida yo era por aún guardar esperanza en alguien como él.
—¿Qué quieres que haga con esto?
—Ni yo quiero ser padre, ni tú estás preparada para ser madre.
—Te lo agradezco. De verdad te agradezco por demostrarme que todos tenían razón cuando decían que eras un ser tóxico y que no eras bueno para mí. De verdad gracias por librarme de ti.
Amar no garantiza felicidad ni mucho menos que la persona que amas te amé de igual forma, ¿Mi peor error? Amar a la persona incorrecta.
Estaba segura de que mi familia no soportaría verme embarazada, pero entonces, ¿Qué debería hacer? Estaba completamente sola… Y era esa soledad junto con las dudas las que comenzaban a acorralarme, ¿Esa era la única solución que tenía? Deshacerme de lo que estaba dentro de mí… ¿Había otra opción?
Para mi sorpresa, si había otra opción.
Esa opción tenía la piel bronceada, cabello rubio y los ojos azules más hipnotizadores que había visto.
—¿En qué piensas?
Brinqué en mi asiento debido al susto y miré a Elías, quien me observaba con curiosidad.
¿Quién pensaría que de todas las personas él sería el que me ayudaría?
—En nada importante.
—¿Segura? —Se inclinó quedando a mi altura—. Tienes un rato aquí sentada dándole vueltas a tu anillo, no tiene nada de malo, pero es bastante perturbador.
No sabía que estaba luciendo tan extraña, así que solo presté poca atención a las burlas de Elías y miré el anillo dorado que brillaba en mi dedo anular.
—Entonces, ¿Me dirás en qué estabas pensando?
—De por qué alguien decidiría casarse con una mujer embarazada de un hijo que no es suyo.
Era graciosa la mueca que siempre hacía cuando mencionaba algo de nuestro matrimonio y de cómo después empujaba con fastidio.
—¿Todavía con lo mismo? Llevamos dos meses casados y todavía con eso.