En Tus Brazos

CAPÍTULO 3

E l í a s

 

 

Para mi sorpresa la experiencia de vivir con Elizabeth no era tan mala como creí que sería. Si bien mis encuentros casuales de buen sexo habían disminuidos un 70% no podía negar que acompañarla durante su embarazo recompensaba cualquier cosa.

Era sorprendente incluso para mí mismo, que más allá de sus vómitos, locos antojos y repentinos cambios de humor, lo hermoso que era ver como lentamente su vientre crecía.

―Pregunta, ¿La metes o te la meten?

Miré a Roger venir de mi cocina hasta aproximarse y dejarse caer en mi sofá junto a Dani.

―¿Qué clase de pregunta es esa? Ten un poco más de tacto.

Dani estaba comiéndose mis Doritos, pero aquello dejó de importarme un poco cuando no le siguió el desagradable juego a Roger.

―¿Eres activo o pasiva? Esa es la pregunta, aprende.

No sé en qué pensaba para tener esperanzas en ese par, cuando claramente eran un caso perdido. Sinceramente, ellos no me respetaban en absoluto.

―¿Por qué la pregunta? ―Sonreí en dirección a Roger―. ¿Estás interesado?

―¡Oh no! Todavía me van las vaginas, si en algún momento dejará de ser así me gustaría que me la metieras tú, eres guapo.

Dani era la única que se reía de las estupideces de Roger, sin duda la única. Estaba por entrar en una calurosa conversación con ese par de idiotas, cuando vi a Dani limpiar sus manos en mi sofá.

Mis instintos asesinos salieron a flote.

―¡¿Puedes limpiar tu mierda en otro lugar que no sean mis sofás?!

No podía creer hasta qué grado podía llegar el descaro de esa niña cuando se atrevió a verme ofendida.

―Qué fastidio, de saber que estarías actuando como mi madre no me hubiera molestado en venir aquí.

―Bueno, ya ―interrumpió Roger, con su boca llena de mis jodidos Doritos―. ¿Te la meten o no?

―Elizabeth está en la habitación y en cualquier momento saldrá, ¿Podrías dejar el tema de si me la meten o no?

―¿Eso quiere decir que eres tú el que la mete?

Juré por Dios que estaba a punto de colapsar con aquel par de niños, incluso ni siquiera entendía porque siempre querían estar en mi apartamento si en más de una ocasión les había gritado que nos los quería allí.

―¿Qué sucede contigo? Desde que se te metió en la cabeza aparentar ser un hombre casado y de hogar, te has vuelto aburrido.

La pelinegra tuvo la desfachatez de lucir decepcionada.

―Al menos no puedes negar que todo le va anillo al dedo. Lo más probable es que el niño sea rubio, así que podrá pasar por su hijo. Oye, viejo, bien pensado.

―¿Por qué niño? ¡Podría ser una niña!

Estaba por sacarlos de mi apartamento con una patada en sus traseros, pero ese par de idiotas simplemente se pusieron a discutir acerca del sexo del bebé.

Estaba en un momento de mi vida en que no soportaba verlos y mucho menos escucharlos y más aún, cuando se ponían a hablar acerca de mi relación con Elizabeth frente a mí, como si yo no existiera, como si no estuvieran en mi apartamento comiéndose mi comida.

Una vez estaba a punto de sacar a ese par de mi vista, pero fueron salvados por Elizabeth, quien llegaba a nosotros a un paso lento y cansado.

Su cabello iba recogido en un moño que solo ella sabía hacerse, el cual no comprendía por qué se lo hacía si la mayoría de su cabello iba suelto. A pesar de eso, de todas formas lucía hermoso en ella.

Ella venia luciendo un vestido amarillo con zapatos negros que la verdad se veían bastante cómodos; Además, aquella figura delgada de hace meses había desaparecido para ser reemplazada por un vientre de 5 meses.

―¿Es Halloween? ―Roger frunció el ceño― ¿Por qué pareces una jodida bombilla de luz?

Mi carcajada no se hizo esperar, aunque más que el comentario de Roger, me causó más risa ver como Elizabeth trataba de perseguirlo con su prominente vientre.

Los vómitos y náuseas de Elizabeth fueron reemplazados por unos kilos de más y tobillos hinchados. Aún recordaba del cómo dejó de hablarme por tres días, solo porque dije que sus pies parecían unos jamones; sinceramente, luego de ver como jalaba del cabello de Roger con tanta fuerza, prefiero su silencio que quedar calvo.

―¡Jodida loca! ―chilló Roger cuando logró quitar a Elizabeth sobre él―. ¿Todas las mujeres son así de enfermas cuando están embarazadas?

―¡Me has dicho que parezco una jodida bombilla!

Roger se encogió en su asiento cuando Elizabeth intentó de nuevo ir contra él, pero yo la sostuve a tiempo para impedirlo.

―Bombillita, cálmate ―su cabeza giró hacia mí con fuerza, mientras que las risas de Roger y Dani no paraban―. ¡Lo siento! ―me apresuré a decir, no quería terminar con dolor de cabeza al igual que Roger―. Deja de hacer tantos movimientos bruscos y vámonos que se nos hará tarde la cita con el médico. 

En su primera cita me pidió acompañarla, pues no tenía a nadie y con la forma tan indefensa en que lucía fue imposible negarme. Luego de la primera vez, fui a una segunda, luego a la tercera y después simplemente la seguí llevando hasta que se volvió un hábito.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

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