B e t h
El sonido del despertador me sobresaltó y en cuanto vi la luz a través de la ventana, rápidamente giré a ver la hora y casi caí al suelo al ver que ya eran más de las 10 de la mañana. Brinqué fuera de la cama lo más rápido que pude y corrí a la habitación de Elían, pero mi cuerpo se quedó congelado al notar la cuna vacía. Los peores pensamientos cruzaron por mi mente, pero el sonido de la música que provenía de la cocina me hizo respirar de nuevo.
Elías estaba aquí.
¡It´s raining man! ¡Hallelujah! ¡It´s raining man! ¡Hallelujah!
El cuerpo de mi esposo se movía al ritmo de la música de los 80 mientras cocinaba algo para desayunar. Estaba acostumbrada a sus espectáculos mañaneros, así que simplemente seguí normalmente como cualquier mañana y evité reírme por su energético baile.
¡It's raining man! Every specimen, tall, blonde, dark and lean, rough and tough and strong and mean…
Por supuesto que aquella parte de la canción era su favorita, su esmero y pasión al cantar aquella parte lo confirmaba. Me acerqué a Elían, que ahora con 6 meses, se mantenía tranquilo en su sillita mostrándose bastante divertido mientras observaba a Elías bailar y cocinar al mismo tiempo.
No era sorpresa verlo embelesado de tal manera, ese pequeño bebé podría pasar el día entero observando a Elías y estaría feliz.
―En buena hora despertaste ―Me dijo, cuando por fin la música dejó de sonar y notó mi existencia―. Nuestro espectacular desayuno ya está casi listo.
Su buen humor me contagió y estuve por responderle, pero mi hilo de palabras se perdió al quedar estática observando algo que relucía en su cuello y que, por algún motivo, no me agradó verle.
Al estar sin camisa quedaban expuestos algunos chupetones que estaban en su pecho y uno en su cuello.
¿Qué clase de fiesta tuvo anoche?
Supuse que aquella “reunión con amigos” terminó siendo más entretenida de lo esperado, ya que lo esperé hasta las tres de la mañana y no regresó, por supuesto, esos horribles chupetones confirmaban mis sospechas.
Estaba molesta e irritada por ese semblante que tenía, pero tratando de disimular mi irrazonable molestia, sonreí con total falsedad.
—Iré por una camisa.
Le impedí irse, era su casa y su vida privada. Él podía hacer lo que quisiera.
―No tienes por qué ir a cambiarte.
―Lo siento…
―¿Por qué? ―Fallé de manera garrafal al intentar sonreír―. Eres libre de hacer lo que quieras.
Quise golpearme por dar una respuesta tan estúpida y fuera de lugar.
―La fiesta con mis amigos… ―Rascó su nuca, luciendo bastante incómodo―. Se salió un poco de control.
―¿De verdad? Si no me dices no me hubiera dado cuenta ―murmuré para mí misma.
―¿Qué?
―No tienes que darme explicaciones ―Preferí centrarme en Elían y de esa manera disimular un poco lo confundida que estaba―. Más allá de darme explicaciones deberías preocuparte por tu salud.
Ahora sí lucía más que confundido y antes de darle otra tonta explicación, me recordé a mi misma que mi molestia era más por su salud que por saber lo bien que la paso en su tranquila reunión con amigos.
―Debo suponer que no estás enterado de que esos chupetones ponen en riesgo tu salud ―él parecía estar a punto de reír, pero yo estaba hablando de un tema bastante serio―. ¡No te rías, estoy hablando en serio!
―Perdona. Continúa, por favor.
Aclaré la garganta y detallé sus espantosos moretones para seguir con mi charla cero justificada.
―Puedes contagiarte de un herpes, puede causar coágulos sanguíneos y morir de un infarto, ¿El momento fue lo suficientemente bueno para poner en riesgo tu salud?
El no paraba de reír y era obvio que no tomaría en serio nada de lo que había dicho. En primer lugar, ¿Por qué le dije tales cosas? Quise no haberlo hecho, pero por alguna razón mi cuerpo y mi lengua no obedecían a mi cerebro.
Tratando de actuar de manera natural y olvidar el vergonzoso momento, me acerqué a Elían y me concentré sólo en él, para no terminar diciendo cualquier otra estupidez que me dejara en ridículo.
―Debiste haberme llamado en el momento en que Elían se despertó. Ya que la fiesta estuvo tan entretenida, supongo que debes de estar bastante cansado.
De alguna u otra forma terminé encontrando la manera de hacer mención de la dichosa fiesta. Ni siquiera lo había planeado, salió de mi boca inconscientemente y lo odiaba, porque él parecía disfrutar de eso.
―Cuándo entré en la habitación estabas roncando, así que imagine que este pequeño te había dado algo de pelea durante la noche ―sentí mi cara calentarse―. Quise dejarte dormir un poco más.
―Si, Elían pasó la noche un poco inquieto. Creo que te extrañaba y por eso le costó tanto quedarse dormido.
―¿Solo Elían me extrañaba?
¿Qué intentaba saber haciendo esa pregunta?