B e t h
No sabía qué era lo peor de mi situación, si saber que había un problema y evitarlo solucionarlo, o simplemente hacer como si no hubiese pasado nada. Para Elías fue más fácil irse por la segunda opción y para mí, fue muchísimo más fácil seguirle la corriente y pretender que nada ocurrió y que no había nada por solucionar y lo más importante, que nada estaba ocurriendo entre nosotros.
Me dolía la distancia entre nosotros durante los siguientes meses, porque de alguna forma, aunque me costará aceptarlo, era su manera de hacerme saber que por mí no ha sentido más que un cariño que se puede sentir por una hermana.
Cuando conocí a Elías por primera vez nunca pasó por mi mente que en algún momento terminaría desarrollando un sentimiento por él. No fue algo que sucedió de la noche a la mañana, fue algo que se dio con el tiempo, notando las pequeñas cosas que hacía por mí, las sonrisas involuntarias que se formaban cuando me llamaba por sobrenombres, que yo juraba decir que no me gustaban, pero que en el fondo me encantaban.
Mi nivel de estupidez era tan grande que después de todo lo que sufrí con Watch, no fue difícil para mí tomar las señales de Elías y transformarlas en algo que no eran. Terminé pensando que podría haber algo entre él y yo, cuando claramente me veía como la niña a la solo estaba ofreciendo su ayuda.
Estaba tan feliz recibiendo lo que Elías me ofrecía, tan ilusionada con algo que sabía que no era cierto, solo para sentirme amada y apoyada por alguien. Aun así, el sentirme patética no evitaba que mis piernas se debilitaran por el roce de los dedos de Elías sobre la piel de mis brazos, o cuando sus ojos se fijaban en los míos para segundos después sonreír.
Aquello era suficiente para querer seguir aferrada a mi tonta ilusión.
―¡Ma-Ma! ― miré a Elían que se encontraba sentado en su silla de comedor, o eso quería creer yo, porque lo único que mi bebé hacía era tratar de estirarse para llegar a las galletas que estaban sobre la barra de la cocina.
―Lo siento, amiguito, pero no hay más galletas para ti.
Besé su mejilla de manera automática al escucharlo balbucear y quejarse por querer más galletas, y es que él con su ternura podía hacer lo que quisiera conmigo y toda la familia. Todavía recordaba toda la locura que se formó en este apartamento cuando a los 6 meses dijo su primera palabra. Fue un caos. Aun Elías seguía presumiendo que la primera palabra del niño fue dada y según él, significaba papá.
Dejé al pequeño glotón de nuevo en su silla mientras terminaba de guardar todo lo que se compró en el supermercado en compañía de los chicos y de Maren, que desde hace un tiempo no se había querido separar del más pequeño de esta casa ni por un segundo. Todo ese amor había puesto bastante malcriado a ese pequeñín de 18 meses, hasta el punto de empezar hacer berrinches por querer más galletas.
Tan pequeño y ya parecía saber qué podía hacer conmigo, lo que quisiera con solo poner un puchero, pero no caería ante eso.
Tan pronto como sus lágrimas aparecieron, Elías apareció.
―Quiere más galletas ―le expliqué al ver su ceño fruncido―. Tú lo malcrías, tú lo calmas.
Y sin más, el pequeño bañado en lágrimas pasó a los brazos de Elías. No es que él se viera muy molesto por eso y mucho menos Elían, que ya se encontraba burbujeante en risas, cuando Elías comenzó hacer el famoso juego del avioncito. Odiaba ese juego, pero aun así lo seguía haciendo porque sabía que a Elían le encantaban esos juegos bruscos. Cam iba tras aquel par riendo a carcajadas, mientras que en sus brazos llevaba el perro de peluche que mi hermano y Paris le habían regalado a Elían en su primer cumpleaños. Ambos habían insistido en querer regalarles un perro real, pero me negué rotundamente a esa idea, ya tenía suficiente con estar pendiente de Elían como para también terminar criando un perro.
El momento de risas y gritos se fueron interrumpidos por la infernal cara de Dani.
Ella pasa por nuestro lado con dirección a la puerta de salida.
―Cam, nos vamos.
Ni siquiera se despidió, pero ya estábamos acostumbrados a como era Dani, así que sería una pérdida de tiempo el hacernos los afectados. Sin más que hacer, el pequeño Cam se despidió con pesar yéndose tras su hermana mayor.
―Pensé que los problemas de esa niña habían terminado ―Elían estaba riendo, como si de alguna forma entendiera lo que estuviera pasando―. Espero que tú no seas como uno de esos adolescentes que… ―se detuvo, pues había sido el turno de Roger para pasar corriendo por nuestro lado, de seguro tras de Dani―. Exacto, uno como esos complicados adolescentes.
La que iba saliendo muy sonriente de la habitación del bebé, era Maren. De seguro venía de doblar la ropa de Elían que lavé ayer, porque sin importar cuantas veces le dijera que no hiciera nada, ella siempre terminaba brindándome su ayuda y se lo agradecía muchísimo, incluso sin ella no hubiera sabido qué hacer en varias ocasiones.
Prácticamente a la fuerza quitó a Elían de los brazos de su hijo y se apresuró a llegar a mí.
―Voy a darle un baño a este pequeñín. Tú, aprovecha y habla con mi hijo.
―¿Ahora?
―¡Obvio que ahora! ―me regañó―. ¿Hasta cuándo piensas esperar?