En Tus Brazos

CAPÍTULO 11

E l í a s

 

 

¿Qué tanto me tenía que odiar la vida para estar en una situación como esta?

No solo bastó con tener que lidiar con los estúpidos planes de Paris, sino que también tenía que lidiar con las ocurrencias de Zury.

¿Qué clase de desquiciado debía ser para tener dos amigas tan locas? Aunque, a estas alturas no sabía si Zury y yo podríamos salvar lo que quedaba de nuestra amistad, porque no lograría perdonarla si llegara a herir a mi hermano.

Si yo me sentía de esta forma, ni siquiera podía imaginar cómo se debía de estar sintiendo Elizabeth. Estaba a mi lado muy sonriente, mostrándose complacida por tener a Zury aquí, cuando estaba seguro de que estaba lejos de estar cómoda con esta situación.

Siendo lo más disimulado que pude, mi mano dejó la mesa y se escabullo debajo de esta para presionar la pierna de Elizabeth. La vi sonreír con complicidad, siendo lo más tierno verla cubrir su pequeña sonrisa con sus delgados dedos.

Pensé que mis movimientos habían sido ignorados por todos, pero estaba bastante alejado de la realidad. Zury se encontraba con su oscura mirada fija en mí, captando cada movimiento que tenía sobre Elizabeth. Me asusté como la mierda por la manera tan posesiva en que se habían vuelto las cosas con ella, me hacía creer que estaba jodida de la cabeza.

—Entonces, ¿Cómo se conocieron?

No pude evitar reír ante la pregunta que me hizo mi madre.

Todos en la mesa voltearon a verme, solo me encogí de hombros.

—Estoy emocionado con que mi hermano tenga una novia.

—No es mi novia —aclaró rápidamente, incluso molesto con nuestra madre—. Estaba saliendo de casa cuando la vi afuera, así que, eso responde a tu pregunta. Nos conocimos hoy.

—Te lo dije, mamá, no es fácil descongelar ese corazón.

Me quejé por el repentino dolor en mi pierna y es cuando me di cuenta de que Elizabeth acaba de patearme bajo la mesa.

¿Por qué lo hizo?

A pesar de las malas miradas en mi dirección sentí un gran alivió tras escuchar a Ean, obviamente le creía, mi hermano era sumamente sincero y no sé iba con rodeos, si lo relataba de aquella forma así debía ser.

Miré a la que hace algún tiempo fue una gran amiga y en el segundo en que nuestras miradas se encontraron, al acto aparté la mía rápidamente.

¡¿Por qué tenía que ser tan sexy?!

De verdad quisiera odiarla, deseaba tanto hacerlo que trataba de recordar los malos momentos que me hizo pasar, pero los buenos momentos no me dejaban odiarla tanto como quería, al final solo me quedaba una sensación de vacío y tristeza.

Todos en la mesa nos sobresaltamos cuando escuchamos un llanto agudo, el pequeño Elían no se iba a quedar tranquilo por mucho tiempo. Beth me impide ir por él, ella va y mis padres no dudaron en ir tras ella.

Ean estaba concentrado en su celular, obsesionado con su trabajo como siempre, así que yo decidí empezar a recoger los platos e ir a la cocina.

Fue predecible ver a Zury seguirme.

—No creas que Ean es estúpido y fácil de manipular —le advertí —. Mi hermano no tiene la misma paciencia que yo en dejarte ir tan lejos.

—Lo sabes. Este maldito juego se acaba cuando yo quiera.

—¿Eso es lo que crees? —pregunté, bastante impactado, con la frialdad de sus palabras—. Mis padres, mi hermano, todos aquí ¿Son un juego? De verdad no sé quién eres, ni qué hiciste con mi amiga.

Tenía el descaro de parecer herida, como si yo hubiera dicho alguna mentira.

—Esa amiga murió el día en que la abandonaste.

—Tenía que terminar —le confirmé—. Estábamos haciéndonos daño.

—Corrección, me estabas haciendo daño.

—¡No fui el único que cometió errores! —me exalté, molesto de que siempre sea ella quien se victimice, mientras que yo era malo de nuestra patética historia—. Será mejor que te vayas y dejes en paz a mi familia.

—Terminaste todo demasiado tarde —susurró—. Ya me había enamorado de ti —cerré mis ojos, no queriendo recordar aquellos días—. ¿Solo tenía que seguir mi vida con mi corazón roto mientras tú seguías feliz con la tuya? No era justo.

—Ah entiendo, entonces estás aquí para hacer mi vida miserable, ya que no es justo haber dejado de follar contigo.

Mis palabras dieron justo en el blanco, ya que arremetió contra mí mostrándome sus verdaderas intenciones.

—Cuidado, Elías. Sé varios secretos que no querrás que se sepan en una noche como la de hoy. Así que trátame con un poco más de amor.

—Vamos, habla —la incentivé—. Dime tus malditas intenciones.

—La emoción de la vida son las sorpresas —una sonrisa se extendió por sus gruesos labios pintados de rojo—. Por ahora me conformo con dejarte con la duda.

De verdad que yo tuve que haber tenido demasiada mierda en mi cabeza como para haber terminado enredándome con Zury. Por pensar con mi puto pene terminé metido en todo este desastre.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

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