En Tus Brazos

CAPÍTULO 12

B e t h 

 

 

Una de las razones por las que decidí terminar la escuela fue porque era consciente que esto que estaba viviendo con Elías era algo momentáneo, llegaría el momento en que él iba a querer hacer su propia vida sin tener que estar aparentado algún sentimiento por alguien. No era tan ilusa como para pensar que nuestra vida iba a seguir siempre de esta forma. Lo quería, podía decirlo sin tener miedo, quería a Elías, y por esa misma razón no podía siempre estar aferrada a él.

Él era alguien maravilloso, con un corazón bondadoso, dispuesto ayudar a quien sea sin esperar algo a cambio, eso era lo que más amaba de él, por lo que me parecía justo darle la oportunidad de encontrar a alguien que lo hiciera verdaderamente feliz.

Al llegar ese momento era obvio que Elián y yo no encajaríamos ahí.

Más que nadie me dolía aceptar esa realidad, pero ahora no solo se trataba de mis sentimientos, sino que también se trataba de Elían, su futuro y bienestar. Él era la mayor razón por la que quería tener una profesión, enfrentar mis miedos, hacer algo que me satisfaga como persona y en el momento correcto, también tener a alguien a mi lado que me brinde su apoyo y me pueda ayudar a construir un buen hogar para él.

Lo quería todo, no solo por mí, sino también por mi hijo.

—Luces cansada.

Maren mostraba bastante preocupación mientras me pasaba el bolso azul de ositos que tenía todas las cosas de Elían, este pequeñito permanecía dormido en mis brazos. Dado un momento hizo el intento de despertarse cuando coloqué el bolso sobre mi hombro, pero susurré cortas palabras y aquello fue suficiente para acurrucarse en mi pecho y quedarse dormido una vez más.

—Digamos que la escuela no es como la recordaba —le comenté, yendo hacia la puerta de salida—. Supongo que es algo de esperarse después de tanto tiempo sin asistir a clases.

Fallé en el intento de abrir la puerta, pues con un bolso tras mi espalda, otro guindando en mi hombro y un pequeño de tres años bastante gordito durmiendo en mis brazos, no me facilitaban las cosas.

Sonreí en agradecimiento hacia Maren cuando abrió la puerta para mí.

—la escuela sigue siendo la misma, cariño, la que ha cambiado eres tú. Has madurado mucho, Elizabeth.

—¿De verdad lo cree?

—Por supuesto, pequeña.

Lo cierto es que las chicas de la escuela no me han tratado para nada mal, pese a sus particulares personalidades, pero al final no encajaba en su grupo por mucho que ellas quieran hacerme partícipe, porque ya mis intereses iban más allá de ir a fiestas y observar a algún chico lindo.

Miré mi reloj y ahogué un grito cuando me fijé lo tarde que era.

—Gracias por siempre cuidar tan bien a Elían, le debo miles.

—¿Olvidas que es mi nieto?

Solo pude mostrarle una sonrisa incómoda, pues mi vergüenza no me permitía otra cosa. Siempre que veía los ojos de la señora Maren brillar al observar a mi hijo mi corazón se arrugaba y las ganas de llorar siempre estaban ahí y era porque sabía que cuando esta familia se enterara de la verdad los perdería y eso me dolería en lo más profundo.

La madre de Elías era una persona maravillosa, me había brindado un cariño inmenso e incluso, podría asegurar que me ha apoyado mucho más que mi propia madre.

—Vamos, apura, ve con Ean. Sabes que Elijah se pone de muy mal humor cuando estás afuera tan tarde en la noche.

¡¿Ean!?

Miré rápidamente frente a la casa y me percaté del deportivo negro estacionado.

—¿Y el señor Ethan? —traté de sonar lo más relajada posible, pero la risita de Maren me confirmaba que fallé en mi intento de no demostrar lo muy nerviosa que me ponía Ean.

—Se le hizo tarde en el trabajo —sus carcajadas solo me hicieron sentir más incómoda—. Vamos, ve con él. Mi hijo no come gente.

Sin más opciones, me acerqué al auto y mis nervios se multiplicaron en cuanto vi a Ean salir del auto. Me ayudó con los bolsos y además, abrió la puerta trasera del auto para mí.

—Es más seguro que vayas con el niño en el asiento de atrás.

—Gracias…

Ean desprendía un aura fría y seria, distante y sombrío, pero era sumamente curioso lo amable que era. Cualquiera pensaría que era una persona que solo se preocupaba por sí mismo, pero al verlo con sus padres y la manera tan dulce en que acariciaba el cabello de Elían, me hacía pensar todo lo contrario. Sin embargo, algo muy fuerte debía pasar para que cambiará completamente cuando se trataba de Elías.

Al cabo de un rato que empezó a manejar, volvió a hacer el mismo témpano de hielo.

Suspiré, queriendo que el camino a casa fuera lo más rápido posible, pero todos los semáforos de la ciudad se pusieron de acuerdo para no dejarnos avanzar. El tráfico era un completo desastre.

Acaricié lentamente la cabecita de mi bebé y disimuladamente miré los detalles del auto, los cuales no se veían para nada económicos. Un auto bastante diferente al de Elías y era de esperarse, pues estaba más que segura de que el sueldo de ambos no se asemeja en nada.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

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