En Tus Brazos

CAPÍTULO 16

B e t h

 

 

No me percaté de haber llegado a casa de Paris, hasta que el propio taxista llamó mi atención. Un tanto nerviosa bajé del taxi y justo antes de llegar a la puerta, giré un poco y vi el auto blanco que reconocía a la perfección.

Mordí mis labios, curiosa por su reacción al verle luego de varias semanas, inclusos mis manos sudaban debido al nerviosismo y siendo el momento menos oportuno, recordé nuestro beso.

—¿Estarás ahí por mucho tiempo? —Llevé mis manos al pecho, debido a la repentina pregunta—. ¿Vas a entrar?

Detrás de mí estaba Kelly, una amiga de Dani, la cual me miraba con claro aburrimiento mientras llevaba de la mano una niña de la edad de Cam.

La niña mi hizo a un lado y tocó el timbre, y el ya no tan pequeño hermano de Paris, fue quien nos abrió.

—¡Beth! —me abrazó brevemente, pero la felicidad no le duró mucho al ver quién estaba a mi lado—. ¿Por qué la has traído? —la pregunta fue dirigida hacia Kelly.

—Qué feliz estás de verme.

La pequeña rubia, antes de entrar, pisó con fuerza el pie de Cam, dejándome bastante sorprendida por su arrebato.

—¿Es tu amiga?

—¡Ella no es mi amiga!

Ya debería estar acostumbrada, pero aún me seguía pareciendo divertido todo lo que pasaba en casa de los Kellman, sobre todo cuando Dani o Cam estaban involucrados.

Al entrar noté que ambas familias lucían muy felices por el compromiso de mi hermano con Paris, incluso mi madre, que era la que menos amor le tenía a Paris, se encontraba bastante tranquila y sin hacer ningún comentario que pudiera arruinar el ambiente.

Neil tenía a Paris abrazada por la cintura con una posesividad impresionante, ya que mi hermano era bastante tranquilo y no muy demostrativo en público, pero era evidente que con Paris cosas como aquellas le salían con naturalidad.

—Deberías soltarla —le aconsejé—. Ustedes ya están comprometidos.

A mi hermano no le agradó para nada mi comentario, a diferencia de Paris, que rio y dejo un beso en su mejilla.

—Hermanita, ya tuve suficiente con los comentarios de tu querido exmarido —la simple mención de Elías puso frenético mi corazón—. No empieces tú, por favor.

Al igual que toda la familia, Neil moría de curiosidad por saber lo que ocurría en mi falso matrimonio.

—No es mi exmarido —dije aburrida, ya bastante cansada de estar repitiendo lo mismo cada vez que se mencionaba algo acerca de mi matrimonio con Elías.

—Pues debería serlo, porque es un idiota —me regañó—. ¿Cuándo me contarás qué pasó entre ustedes? Espero que no sea verdad lo que dice nuestra madre, que te engaño.

—¿Podemos hablar de mi matrimonio otro día? —pregunté, casi suplicante—. Hoy estoy aquí para celebrar el compromiso de ustedes, no para hablar de mis problemas.

Los padres de Paris se acercaron y aproveché para dejarlos e ir en busca del hombre de mi vida, que al percatarse de que estaba allí, empezó a correr en mi dirección con la enorme mascota de Paris tras él.

—¡Mamá! —de un brinco lo tenía en mis brazos y tras los ladridos del perro, Elían se empezó a mover inquieto—. ¡Mamá, llevémoslo a vivir con nosotros!

—No podemos.

—¿Por qué? —sus manos toman mis mejillas y me hizo verlo a los ojos—. Quiero un perrito.

—¿Disculpa?

—Quiero un perrito, por favor.

Los gritos de Dani interrumpieron nuestra entretenida charla, el perro al reconocer de quién venía el grito corrió de nuevo al jardín. Aquello provocó que Elían se volviera aún más inquieto, así que cuando lo dejé sobre el suelo fue a perseguir al perro.

Estaba por ir detrás de mi hijo, cuando vi venir a Elías con Zury a su lado. Ella era consciente de todas las inseguridades que me provocaba su presencia, así que aprovechándose de eso, puso su mano sobre el hombro de Elías y luego con un sutil movimiento llevó su boca a la oreja de él para susurrarle quién sabe qué cosa.

Elías duró unos pocos segundos viéndome fijamente para luego acercarse a mí sin decirle algo a Zury. Sus pasos eran lentos, como si tuviera miedo de ser rechazado por mí, pero ya había pasado tanto tiempo sin verlo que no tendría la fuerza suficiente para pasar de él. Necesitaba verlo y hablar con él tan siquiera un poco.

Sus labios ligeramente se posaron en mi mejilla para dejar un beso.

Sus labios…

Recordaba cada noche cómo se sintieron sus labios sobre los míos, el solo tener ese pensamiento estando él está tan cerca de mí me hacían ponerme nerviosa.

—Hola —susurró, él estaba igual de nervioso que yo—. Mierda, esto es tan extraño. Siento que he pasado una vida entera sin verte.

—¿Cómo estás? —le pregunté, y por supuesto, entendiéndolo perfectamente porque me sentí de la misma manera desde el momento en que lo vi.

—¿Cómo crees? Extrañándote como un jodido demente.

Quedé estupefacta por su respuesta corta y precisa.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

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