En Tus Brazos

CAPÍTULO 18

E l í a s

 

 

 Mi trabajo se había vuelto mi gran salvador, ya que gracias a estar esclavizado no tenía tanto tiempo para pensar en la falta que me hacía Elizabeth y las travesuras del pequeño gusano. Era curioso como mi trabajo pasó de ser aquello que me llenaba de estrés y jodidas jaquecas a ser mi relajante.

La ironía de mi situación me causaba bastante gracia.

—¿Piensas prestarme algo de atención?

No sé cuánto tiempo llevaba ignorando a mi prima Nora, pero ella era bastante insistente, por no querer llamarla necia u otra cosa que llegara a ofenderle y empezara con su característico drama. Lo cierto es que no importaba cuan nula hiciera su existencia, ella insistía en buscar la forma de hacerse notar.

—Estoy muy molesta —empezó de nuevo, pero seguí con mi atención en mi trabajo—. Roger era un buen trabajador. Me duele su partida, ¿Sabes?

Por primera vez desde que ella entró a mi oficina levanté mi mirada para verla.

—Ni siquiera querías contratarlo.

—¡Pero le di la oportunidad! —parecía avergonzada por haberle recordado lo bastante que tuve que insistir para que accediera a darle el trabajo a Roger—. Y supo ganarse mi confianza.

Ella no era la única que sentía la partida de ese mocoso porque la verdad es que, si hacía falta alrededor. Me costaba aceptarlo, pero estaba acostumbrado a sus insistentes llamadas o a escuchar su risa burlona por mi apartamento.

—También lo extrañas, ¿Cierto? —Nora me detalló por unos segundos y luego sonrió—. Es extraño que te hayas hecho amigo de ese niño.

—Extraño a muchas personas, ¿Pero eso a quién le importa? Lo que de verdad me importa saber es cuándo te irás.

Jugueteó con sus dedos por un rato para luego suspirar resignada.

—Estoy preocupada por ti, ¿Y así es como me tratas? Eres un malagradecido.

—Y tu una chismosa y no me escuchas quejarme, ¿Quién te envió? Puedo apostar un riñón a que fueron mis padres.

—¡Está bien, fueron ellos! —Exclamó derrotada—. Esto es tu culpa, si nos dijeras de una vez por todas lo que pasó entre Beth y tú, no estaría aquí viendo tu maldita cara de amargura.

—Es mi vida privada —Señalé lo obvio, no tenía la obligación de darles una explicación—. No tengo por qué contarles lo que pase en mi matrimonio.

—Le fuiste infiel, ¿Verdad? —Sus ojos me perforaron con una mirada amenazante—. Vamos, de seguro fue con la rubia que fue al apartamento.

—Tu razonamiento es una mierda, ¿Te lo han dicho? —Ya mi trabajo a estas alturas había quedado en el olvido y ahora estaba más que molesto—. No me ha pillado en nada, así que deja de sacar conclusiones precipitadas.

—¿No te ha pillado? —su boca abrió lentamente formando una o—. Entonces, si le montas los cuernos, solo que ella no lo ha descubierto.

Llevé las manos a mi cabeza con total frustración por no poder seguir sobrellevando esta conversación innecesaria.

El objetivo de todos era volverme loco.

—No es que nos importe lo haya pasado. Realmente, el que nos importa eres tú. —la miré de nuevo, sentada frente a mí, en postura recta y con sus delgados brazos cruzados bajo su pecho—. Está de más decir que te ves terrible y es obvio que es por la falta de Elizabeth. Sabes, queremos que ustedes arreglen sus cosas.

Cuando quería ella podía ser la más tierna del planeta y más aún cuando estaba así cruzada de brazos y haciendo un puchero que me podría convencer a casi hacer cualquier cosa. Era demasiado débil cuando las mujeres se comportan de aquella forma y esta desgraciada lo sabía, así que se aprovechaba de mi nobleza.

Me acerqué a ella y me incliné a su lado, con una mano me sostuve de su rodilla y la otra la llevé a su cabello.

—Estoy bien. Solo que como todos sabrán el extrañarlos me afecta, pero sé que volverán muy pronto, así que no tienen de qué preocuparse.

Involuntariamente, una sonrisa se abrió paso en mis labios y es que era estúpido el estar sintiéndome de aquella forma tan especial solo porque sabía que mis padres estaban preocupados por mí.

Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que ellos se preocuparon por mi bienestar, porque antes de Elizabeth nunca recibí una llamada por parte de ellos para saber cómo estaba, si había comido, si me había enfermado o tan siquiera, para enterarse cómo era que estaba sobreviviendo.

Se supone que esas eran las preguntas normales que le harías a un hijo cuando era echado de casa, ¿No?

Aún eran hechos que dolían y que me tomaban trabajo olvidar, pero tenía la fe de que el tiempo lo curaba todo. Solo esperaba que fuera bastante pronto porque necesitaba seguir con mi vida sin estar recordando momentos que me hicieran daño.

—¿Qué tal si vamos a comer algo? —se mostró bastante asombrada por mi propuesta—. Vamos a mi apartamento y pidamos algo de comida árabe.

—La comida árabe es mi favorita.

—Lo sé, estúpida.

Mientras salíamos de mi oficina, Nora no perdió tiempo en pegarse a mí como una sanguijuela, pasar su brazo por mi cintura y empezar a caminar; sin más opciones, pasé mi brazo por su hombro y así caminamos hasta mi auto para ir a casa y comer algo delicioso.



#885 en Novela romántica
#320 en Chick lit

En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.