B e t h
—Si les soy sincero, jamás imaginé a mi mejor amiga casada como un tipo como Neil. No fui el único, acéptenlo, hipócritas.
La fiesta había empezado y para mi mayor vergüenza, Elías supuestamente estaba felicitando a los novios, pero solo estaba contando anécdotas bastantes vergonzosas de Paris.
—Mejor dicho, ni con Neil ni con ningún otro. Que me perdonen los Kellman, pero la niña les salió algo desequilibrada.
Los invitados rieron y yo solo buscaba a alguien que me ayudara a quitarle el micrófono a Elías antes de que arruinará la boda de mi hermano.
—Pero a pesar de la ayuda psiquiátrica que ella necesita —continuó mi querido esposo—. Es una gran persona que no duda en brindar ayuda a la persona que lo necesite y Neil supo ver eso, a pesar de todas las locuras que hace y creo que eso es lo grandioso de conocer a alguien —nuestros ojos conectaron y tragué un nudo en mi garganta que no sabía que tenía—. Que alguien te ame sin importar como seas, que esos defectos y locuras sean los que te hayan hecho enamorarte. De verdad son grandes personas y se merecen lo mejor, la mayor felicidad del mundo. Mierda, voy a llorar.
Tomó de un solo trago toda la champaña de su copa y aunque todos estaban riéndose, se sentían conmovidos por sus palabras finales porque se podía percibir la sinceridad de un buen amigo.
Paris soltó a mi hermano para correr en dirección a su mejor amigo y abrazarlo, repitiendo cuanto lo amaba.
—¿Has escuchado eso, Neil? Ella me amó a mi primero —sacó su cara del cuello de Paris, pero todo rastro de la broma desapareció cuando vio tras todos nosotros—. ¡Mierda, nena, el niño!
Todos en el lugar giramos a ver dónde tan aterrorizado miraba Elías y vimos como mi pequeño hijo se tambaleaba sobre una mesa. Estaba intentando alcanzar unos faroles que eran parte de la decoración y que también eran los encargados de eliminar el lugar.
Me apresuré a llegar hasta él para tomarle de su brazo y empezar a regañarlo.
—¡Quiero uno! —sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, pero estaba tan molesta que sus lágrimas no lograban conmoverme.
Me negué a caer bajos sus encantos y su natural ternura, haciéndole saber que no obtendría ningún farol esta noche, pero sus lágrimas y puchero se desvanecieron cuando vieron a mi hermano acercarse.
—¡Gracias tío, eres el mejor!
Neil me vio con cara de idiota mientras apuntaba en la dirección en que se había ido corriendo mi hijo con el farol que hace un momento él le había entregado.
—¿Has escuchado como me ha llamado?
Solo esta vez pasé por alto la obsesión que tenía Neil y mi familia por complacer a Elían en todo, estábamos en su matrimonio y no quería arruinarle el momento.
Al final terminé abrazándolo.
—Felicidades, hermanito. Que seas muy feliz en tu matrimonio.
—¿Se nota mucho mi felicidad?
Lo empujé ligeramente por su estúpida pregunta, era más obvio que estaba, que podría explotar por la felicidad que desborda y no lo culpaba, ¿Quién no estaría feliz por casarse con la persona que amaba? Formular esa pregunta me hizo buscar a Elías con la mirada y me disgustó lo que encontré.
Mientras que mi hermano se daba prisa en volver a los brazos de su esposa, yo me quedé viendo en dirección a Elías, que se encontraba muy cómodo bailando lentamente con Zury.
Sin aguantar más me acerqué a ellos.
—¿Será posible que me brindes un momento con mi esposo?
Eso sonó tan fuera de lugar porque ella sabía mejor que nadie, que entre Elías y yo no existía un matrimonio real.
Por un momento Elías me observó desconcertado, pero luego de cortos segundos su expresión se volvió divertida. No sabía hasta qué punto podría molestarme verla tan cerca de él, sonriéndole con tanto descaro delante de todos, con sus manos sobre él y él sin impedirlo.
Lo peor de todo fue verla, acercar sus labios a la oreja de Elías y susurrarle algo.
¡Odiaba que ella siempre hiciera eso!
—Después hablamos, te dejo con tu esposa.
Prácticamente, se estuvo riendo en mi cara cuando con tanta diversión dijo que yo era su esposa.
—¿Sucedió algo con Elían?
Aparté la vista de la pelinegra y miré a Elías que parecía estar buscando a mi hijo. Me tomó de mi mano, pero yo jalé de ella para soltarme de su agarre y quedarnos en el mismo sitio donde hace un rato, él estaba muy feliz con su supuesta amiga.
—¿Qué te dijo? —demandé de inmediato, él aparentó no saber de lo que hablaba—. Sé que ella te dijo algo. La vi acercarse a tu oreja y susurrarte algo.
—¿De verdad? ¿Lo hizo?
No me dio tiempo a captar su pregunta cuando ya sus brazos estaban envueltos en mi cintura y mi pecho bastante pegado al suyo. Con bastante esfuerzo traté de disimular los nervios que me producía nuestra cercanía, aunque más que los nervios también me molestaba su patética estrategia de hacerme olvidar lo que hace poco acabe de ver y lo más molesto, es que estaba lográndolo.