B e t h
Una vez termine mi última clase tomé una gran inhalación y sujeté con fuerza los tirantes de mi morral para así poder tomar un poco de valentía, pues de seguro Elías y mi hijo estarían esperándome frente a la escuela.
En el momento cuando tomé la decisión de mantener a mi bebé conmigo, estudié toda clase de posibilidades y situaciones que podrían traer mi decisión. Por supuesto, esta era de una de esas, pero lo cierto es que siempre desee que Watch nunca tuviera la ilusión de ver a Elían.
Aunque era consciente de la mínima posibilidad de que pasara, aún era difícil como empezar a hablarle a Elían de su verdadero padre.
—¿Estás bien? —Tanto Cailyn como Abby, lucían preocupadas—. Luces muy rara.
—Ya de por sí eres bastante rara, pero hoy más que nunca.
Preferí no darle importancia a las últimas palabras de Abby y procuré tranquilizar a Cailyn, haciéndole saber que solo eran preocupaciones cotidianas y que hoy solo había estado más sensible. Desearía que en realidad solo fueran preocupaciones cotidianas, pero lamentablemente el hablarle a mi hijo de su verdadero padre, no entraba en la lista de cosas cotidianas.
Las chicas empezaron a hablar de chismes de pasillo mientras salíamos del colegio, por suerte nada referente a mí, y al estar fuera fue fácil encontrar el auto blanco de Elías.
—Vaya, no nos dijiste que tu sensual esposo vendría a recogerte.
Después de escuchar a Abby es que me di cuenta de que Elías había salido del auto y tal cual como en una serie adolescente, algunas chicas no dudaron en voltear a verlo y tampoco se me pasó desapercibido el suspiro de Abby, cuando mi esposo miró en dirección a nosotras y elevó su mano en forma de saludo.
Me despedí de las chicas lo más rápido posible para evitar alguna de sus tantas preguntas que se les ocurría al ver Elías.
Al estar frente a él no dude en golpear levemente su abdomen.
—¿Ese es el recibimiento que se merece tu perfecto esposo?
—Para la próxima me esperas dentro del auto —reprimí una sonrisa, cuando sus dedos cubrieron la pequeña ¨o¨ que forman sus labios—. Deja de actuar como un idiota.
Asintió repetidas veces resignado a lo que dije, pero me dejó helada cuando repentinamente envolvió sus brazos en mi cintura y me besó de la forma más casual.
—¡Me has besado!
—¿En serio? ¿Eso te pareció?
—Eres increíble, ¿Cómo te atreves?
Su ceño fruncido desapareció luego de un momento, pareció haber comprendido algo.
—Entiendo, estás molesta porque lo querías con lengua, ¿cierto?
Su risa no se hizo esperar cuando empecé a golpear, pero de alguna forma encontró la manera de abrazarme y besarme una vez más.
—¿Estás lista? —Aquella pregunta me hizo sentir repentinamente nerviosa—. Todo estará bien, ¿Ok? —Tenía puesta toda mi fe en que todo fuera así—. Entonces vámonos, nos están empezando a ver raro.
Era cierto que algunos alrededor estaban pendiente de nuestros movimientos, incluidas Cailyn y Abby, pero en vez de sentirme avergonzada me aferré levemente al brazo de Elías.
Aquella acción lo hizo reír nuevamente.
—Vaya, no sabía que tenía una esposa tan posesiva con esa cara de inocencia.
—Cállate —le dije, empujándolo hacia el auto—. Tú solo conduces.
En el camino hacia la casa de mi suegra Elías continuó con sus chistes malos mientras seguía con esa sonrisa que no había desaparecido desde el momento en que me vio. De cierta manera solo me hace querer llorar y por tristeza, sino todo lo contrario.
—Gracias —Aun sin borrar esa sonrisa de sus labios, giró a verme con curiosidad—. Por estar buscando la forma de hacerme sentir mejor.
—No tienes que agradecer, ¿Acaso esa no es mi responsabilidad como tu esposo?
—Tienes razón, olvida lo que dije.
—Oye… —una de sus manos dejó el volante y me empujó—. De igual forma esto también me ayuda, no creas que no estoy nervioso.
Fue el turno de ambos para suspirar largamente, era evidente que ninguno de los dos estábamos cómodos con toda esta situación y más aún, cuando prácticamente estábamos siendo obligados. Watch nos había dejado claro que no estaba dispuesto a esperar mucho tiempo para conocer a Elían, así que al mal paso había que darle prisa, aunque al estar frente a la casa de mi suegra los nervios nos volvió piedra.
Con el auto apagado nos miramos a los ojos para ver cuál de los dos sería el más valiente para ir por nuestro hijo.
—¿No piensas bajar?
Me preguntó Elías.
—Baja tu primero.
Después de regalarme una sonrisa, añadió—: Primero las damas.
Al parecer esta vez me tocaba ser el hombre de la relación, ya que mi querido esposo no parecía ser lo suficientemente valiente como para ir por nuestro hijo. Realmente estúpido esto, no es como si al final de día pudiera huir de nuestra conversación con Elían.