B e t h
Hace tan poco alardeaba de una felicidad que estaba bastante lejos de la realidad; de todas formas, ¿de qué clase de felicidad hablaba? Estaba viviendo como en una pequeña bola de cristal que se rompió de un momento a otro, cayendo todos los pedazos de vidrios sobre mí, causándome heridas que esperaba poder curar por mí misma.
Mientras me encerré en mí misma, analicé la forma tan fría en cómo él planeó todo, de la manera en que me utilizó a su conveniencia, sabiendo que lo tenía en un pedestal. Jamás por mi mente hubiera pasado usarlo como un objeto, entonces si él fue capaz de herirme de esta forma, ¿qué fui yo para él? Supongo que un juguete, tal como dijo Zury.
Hace un par de semanas me levanté con una sonrisa anhelante y con una ilusión tan grande por cinco años junto a él, feliz por tener su nombre escrito junto al mío, cuando todo era a base de mentiras las cuales me habían hecho inmensamente feliz.
Ni siquiera sabía qué hacer con mi vida, pero estaba bastante claro que no podía pasarme la vida encerrada en el apartamento de Nora, huyendo de mis padres y, sobre todo, huyendo de él.
Al escuchar unos leves pasos acercarse cerré con fuerza mis ojos buscando nuevas palabras para consolar a Elían, porque como era de esperarse estuvo todos estos días llorando por Elías.
—Mamá, quiero ver a mi papá.
Si por algo he luchado por tanto tiempo y resistido cada cosa en mi camino, ha sido por la felicidad de Elían y verlo de esa forma era demasiado frustrante.
—Ven aquí, amor —con las lágrimas bañando su carita, se apresuró a llegar hasta el sofá en donde estaba sentada—. Papá ahora está trabajando.
—Así me dijiste ayer.
—Lo sé, solo que él ahora mismo está muy lejos.
—¿Muy lejos cuánto? —besé su frente, trayéndolo más a mí para abrazarlo—. ¿No ha llamado?
—Claro que ha llamado y te ha dejado muchos abrazos.
—¡Quería hablar con él!
No pensé que mentirle a mi hijo sería tan difícil, pero ya encontraría la forma para dejar de hacerlo.
Acariciar su cabello fue suficiente para que su llanto se fuese disipando y cayera dormido sobre mi pecho, luego de un rato en esta forma me sobresalté ligeramente cuando la puerta principal del apartamento se abrió
Nora entró cargando varias bolsas y con la mayor vergüenza del mundo le sonreí. Decidí ayudarle con sus bolsas después de dejar a Elián en la pequeña habitación que amablemente Nora nos había ofrecido.
—Buscaré donde irme —anuncié, dejando todo en su lugar.
—Sabes que no me molestan.
Sé que todo lo había hecho con las mejores intenciones, pero estaba agotada de siempre terminar atenida a los demás.
—Lo sé, pero es más por mí que por ti.
—Entiendo… ¡¿Qué tal si trabajas para mí?! —Exclamó repentinamente—. Después de que tu primo Roger se fuera, estoy necesitando a alguien en el local.
—¡¿De verdad?!
Sonreí agradecida mientras la abrazaba.
—Y podrías vivir en el piso de arriba del club si lo que buscas es independizarte un poco.
—¿Estás hablando en serio?
—¡Claro que sí! Aunque, no sé si sea un buen ambiente para Elían, pero podemos arreglárnoslas. Además, necesitas dinero para la universidad, ¿cierto? Así que este dinero no te caería nada mal.
Aún no tenía muy claro qué elegiría en la universidad, pero de lo que estaba segura era que estaba dispuesta a ir y graduarme con honores no solo para demostrarle a mi madre que estaba equivocada acerca de mi futuro y sino también por mí.
Aún faltan muchas cosas que demostrarme a mí misma, así que no me quedaría llorando por Elías cuando había tantas cosas que hacer por mí y por mi hijo.
En tanto abrí la nevera, el timbre del apartamento sonó y suspiré con pesadez porque algo me decía que era Elías quien estaría tras la puerta. Miré a Nora, quien estaba ya uniendo sus manos pidiendo disculpas por haberle dicho a Elías que yo estaba allí.
No me molestó que lo haya hecho porque entendí su posición, Elías era sumamente importante para ella, por lo que no podría mantener el secreto por mucho tiempo.
Apreté mis manos con fuerza al borde de la encimera buscando la fortaleza para enfrentar nuevamente a Elías, sentía que en cualquier momento me derrumbaría sin saber qué hacer. Sin importar cuán difícil fuera la situación, yo seguía amándolo, así que rechazarlo mientras rogaba perdón no era algo fácil.
—¡No es Elías quien está ahí afuera! —fruncí el ceño, al ver a Nora sobresaltada—. Es un tipo superguapo con una sonrisa que podría jurar que vale un millón de dólares.
—Nora, necesito que hables más despacio —ella a veces podía ser muy divertida.
—Ven y míralo tú misma.
Jalándome de mi brazo me llevó hasta la entrada en donde casi olvido la forma de cómo respirar cuando vi a Watch.
Lo que faltaba.
—¿Qué haces aquí?