E l í a s
Toda mi fuerza y esperanza se desvanecían a medida que su perfecta letra dejaba una firma sobre el papel.
No lo hagas.
Amor, por favor, no lo hagas.
Fueron palabras que quise decir, pero que también me sentía avergonzado por decirlas.
Ella dejó bastante claro que lo nuestro no tenía futuro, aunque mi corazón seguía renuente a querer abandonar su recuerdo. Tenía la esperanza
y con la esperanza de que ella lograra ver que la amo como un loco y que sería difícil que deje de estarlo por un largo tiempo.
Estaba hecho.
Había firmado y no tuve otra opción más que cubrir mis ojos para evitar llorar ahí mismo como un niño frente al abogado.
Cuando fue mi turno para firmar fue evidente que no quería hacerlo, pero ¿Cómo podría seguir manteniéndola atada a mi lado de esta forma? Ella había tomado una decisión y ni siquiera me dedicaba una mirada.
La amaba tanto que estaba a punto de enloquecer y por amarla tanto, es que esto era lo mejor.
Firmé.
Dando fin a mi mentira.
¿Al final que logré? Viví totalmente equivocado, creyendo que mis mentiras me traerían la felicidad que tanto deseaba.
No cabía duda de que Elizabeth Crossley había cambiado mi vida de tal forma que no podía desear otra cosa más que felicidad para ella, se lo merecía después de tanto.
Lo bueno que pude sacar de todo esto es que aún podía disfrutar de las travesuras de mi hijo, aunque Sander me recordara que no era así.
Por otro lado, vivir separados fue sumamente difícil, ya que Elían siempre insistía en que deberíamos de vivir juntos. Era incómodo para todos, en especial para mí, ya que aún mantenía la ilusión de volver a dormir con Elizabeth entre mis brazos.
Fue un arduo trabajo conciliar el sueño sin tener su calor a mi lado, el poder acostumbrarme a no tener sus cosas en el baño o el olor de su perfecta comida en cada rincón del apartamento. Una vez le dije a Elizabeth que el tiempo se llevaría todo el dolor y esperaba que así sucediera conmigo, que el tiempo se llevara el dolor y que solo me dejara buenos recuerdos.
Oficialmente estábamos divorciados.
Ella ya no tenía nada de mí y a mí solo me quedaba todo ese amor que sentía por ella.
¿Esto realmente la hacía feliz? De ser así, me alegraba por ella porque cualquier cosa que le brindará felicidad me hacía feliz, pero en el fondo quería que esto le doliera tanto como a mí, porque eso significaba que a pesar de todo aún me seguía amando como sé que lo hizo en algún momento.
—Elías… —me detuve antes de salir de la oficina, aun manteniéndome de espalda porque si llegaba a verla a los ojos caería de rodillas, suplicando nuevamente su amor de regreso—. Necesito hablar de algo importante contigo.
—¿Tiene que ser ahora? —murmuré.
—Sí, no sé qué otra oportunidad tendremos para vernos.
Respiré profundamente y volteé a verla.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que la tuve así de cerca? Quizás meses, pero siendo sinceros, su constante imagen en mi mente me hacía extrañarla menos, aunque nada se comparaba con tenerla frente a mí.
—Es sobre Elían —asentí, esperando a que continuara—. Y su apellido.
Sonreí sin gracia alguna porque esto me lo esperaba; es que eso se veía venir desde el momento en que el idiota de Watch apareció en nuestras vidas.
—Está bien, Elizabeth. No es como si necesitaras mi aprobación.
—Ya hemos tenido este tipo de conversaciones antes, Elías. Además, él sigue considerándote su padre.
—Pero no lo suficiente para llevar mi apellido —su silencio fue lo único que recibí—. ¿Eso era todo? —Asintió—. Está bien. Adiós.
—Adiós…
Con un simple adiós no podía terminar todo, tenía que decirlo una vez más.
—Te amo…
Miré a sus ojos rogando en silencio para que aceptara que aún seguía amándome.
—Acabamos de firmar nuestro divorcio.
—¡¿Y eso qué?! Con o sin ese jodido papel yo te amo y no importa que tan decepcionada estés de mí, sé que tú también me amas.
—¿Entonces qué? Solo debería correr a tus brazos porque te amo y olvidarme de lo decepcionante que es amarte, ¿eso es lo que me merezco? ¿Tan poco? ¿En dónde está escrito que amarte es una obligación para estar a tu lado?
Ella misma me lo dijo hace meses, si seguía persiguiéndola y constantemente pidiéndole perdón sólo lograría obtener su odio. Elizabeth lo que más necesitaba era mantenerse alejada de mí y sanar por sí sola, sabía que era necesario un tiempo para perdonarme, ¿mientras tanto qué debería hacer yo? Supuse que morirme en mi miseria no era una opción.
Lo que era cierto es que a ambos nos hacía falta espacio para pensar y asimilar el gran cambio en nuestras vidas, ya que todo mi alrededor era un completo desastre; mi vida amorosa, mi casa, mi trabajo, mi relación con mis amigos y mi relación con mi familia, todo era un completo desastre.