En Tus Brazos

EXTRA 1: EN TU VIDA

Ean

 

 

Cada día era más aburrido y solitario que el otro, silencioso y vacío; así era cada día. ¿Se supone que así debería ser mi vida? Porque todos suponían que yo era feliz y que disfrutaba de esta vida monótona y sin un propósito real. De ser así, pensaba haberme preparado para vivir en un mundo equivocado.

Según todos, tenía lo necesario para ser feliz, pero no estaba seguro de qué era la felicidad o si realmente mi estilo de vida era lo que encajaba en el concepto de felicidad.

De igual forma me encargué de seguir el rumbo, de hacer silencio, de ocultar mis frustraciones y, sobre todo, mantener bajo secreto aquellos sentimientos que me avergonzaban, pero que de igual forma me carcomía.

El sonido de mis pisadas significaba silencio para los que trabajaban conmigo, sus sonrisas forzadas y su falsa amabilidad eran un ritual para mi entrada y salida del trabajo. Todo cambiaba cuando llegaba a casa, el lugar donde no tenía que ver a nadie y donde podía desahogarme.

―¡Señor, Ean! Gracias a Dios ha llegado.

―¿Rita?

Confirmé la hora en mi reloj y eran pasadas las 10 de la noche. Se suponía que luego de hacer la cena, Rita, mi empleada doméstica, debería de haberse ido a casa, pero seguía allí y con una ligera preocupación.

―Sé que no le gustan las visitas, pero no pude hacer nada para que esa mujer se fuera.

―¿Mujer, dices?

―Ella ha insistido en quedarse y dice que es su prima.

Fue entonces cuando la insistente mujer hizo su aparición junto con el molesto sonido de sus altos zapatos. Rubia y de penetrantes ojos azules, típicos de nuestra familia, pero con un genio que cualquiera no estaba dispuesto a soportar.

―Tranquila, Rita, puedes irte.

―¿Realmente es su prima?

―Por desgracia.

Nora jadeó ofendida, empezando a hacer un berrinche como una cría malcriada, tan pronto Rita se marchó.

―¿Qué haces aquí?

―Yo estoy muy bien, gracias por la preocupación innecesaria.

La paciencia nunca ha sido mi fuerte, y con Nora siendo una caprichosa menos se me daba esa cualidad, así que simplemente dejé mi portafolio a un lado, quité mi saco y tomé asiento en el sofá, esperando que su visita fuera bastante rápida para irme a descansar.

―¿En serio no preguntarás cómo estoy?

―¿Cómo est…

―Bueno, no importa ―interrumpió y se sentó a mi lado―. ¿Ni siquiera estás emocionado de verme después de tanto tiempo?

―Quizás un poc…

―¿Qué más da? No importa, pero necesito tu ayuda.

Este era uno de mis tantos problemas con Nora; era difícil seguir su ritmo. Así que, como la mayoría de las veces, me tocaba respirar profundamente, hacer uso de mi poca paciencia y resignarme a escucharla.

―¿Desde cuándo vienes aquí en busca de mi ayuda?

―Necesito dinero.

―Claro, siempre se trata de dinero.

No había caso de seguir con esa conversación, así que seguí hasta la cocina para cenar algo y seguir trabajando un poco más. De igual forma, ella me siguió sin dejar de parlotear acerca de los miles de problemas que tenía con sus padres.

―Ellos aún no saben que estoy aquí… Por favor, Ean.

Al detallar su semblante sentí una ligera preocupación por notar su delgadez y ojeras bastante pronunciadas.

―¿Has cenado?

―¡No quiero cenar! ¡Quiero dinero! ¡Dinero! ¡Dinero!

―Oye, mocosa malcriada, ¿en qué parte de mi cara dice que soy tu cajero automático?

Su enorme puchero me hizo recordar cuando era una niña que se la pasaba llorando por todos los rincones. Pensé que las cosas cambiarían una vez que fuera una mujer, pero seguía siendo el mismo desastre que recordaba.

―Es en serio, Ean. Necesito ayuda y no sé a quién recurrir.

―¿No es más sencillo ir con Elías? Siempre recurres a él cuándo necesitas ayuda.

―¡¿Con ese traidor?! ¡¿Estás bromeando?! ¡Jamás!

―¿Tan pronto y ya han peleado?

Reprimí las ganas de querer reír porque eso solo lograría alterarla aún más. Por sí solos, ellos eran un completo desastre, pero juntos eran un absoluto caos. Siempre fue así; recordaba que desde niños siempre tenía que mantenerlos distraídos o terminaban peleando por estupideces.

―No estoy enojada, más bien decepcionada. Casarse y tener un hijo, ¿qué clase de primo ocultaría eso?

Quedé procesando cada palabra dicha por Nora y no podía creerle, ¿en qué momento ocurrió algo como eso? ¿Era posible?

―¡¿Tú no lo sabías?! ―Sus manos en un rápido movimiento cubrieron su boca―. ¡Demonios, mi padre ahora sí que va a matarme!

―¿Acaso era un secreto que yo no debía saber?

Ambos terminamos de cenar en completo silencio, ella no volvió a mencionar el tema de Elías y yo solo me limité a pensar en que tenía que averiguar qué había detrás de todo aquello. No era alguien que simplemente se quedaba con palabras simples, quería detalles y explicaciones y estaba seguro de que Nora no era quien podía decirme lo que realmente quería saber.



#846 en Novela romántica
#315 en Chick lit

En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.