La extraña noche anterior no dejaba de rondar en mi cabeza, no solo por la curiosa casualidad, sino por la hipnotizante belleza de esa mujer que me empujaba a recordar la figura de su curvilíneo cuerpo, su mirada desafiante y, sobre todo, lo ágil de su lengua al responder.
Ni siquiera lograba recordar cuándo fue la última vez que tuve una conversación con alguna mujer que no fuera expresamente de negocios o de algún encuentro casual que se limitaba a pocas palabras para luego ir a la cama.
En todo caso, ¿lo nuestro fue una conversación? Ella solo se limitó a gritarme, ofenderme, pero al mismo tiempo alabar mi físico.
Sin duda, la más extraña e interesante noche que haya tenido alguna vez en mi vida.
—Entonces, tío, ve a pasear otra vez.
Después de lo ocurrido la noche pasada no estaba interesado en volver a salir.
—No creo que sea posible, tengo mucho trabajo.
Escuché unos murmullos y fruncí el ceño, queriendo no acertar en mi presentimiento, pero en cuanto escuché la clara voz de mi hermano, solo me acomodé en el sofá y ni me tomé el tiempo para hacerme el sorprendido.
—Dile que salga con sus amigos.
Unos movimientos rápidos se escucharon de fondo y luego de nuevo mi sobrino estaba al celular.
—Tío, ve a salir con tus amigos.
—No tengo amigos.
—Entonces que vaya con su novia.
—Tío, ve con tu novia entonces.
—No tengo novia.
—¡¿Entonces qué demonios tiene?!
—Tío, entonces, ¡¿qué demonios tienes?!
Suspiré, esto no tenía caso.
—¡No debías decir eso!
Le regañó su padre luego de un forcejeo.
—Elían, tengo que irme.
—Dile que salga y consiga una novia.
—Tío, sal y consigue una novia.
Con mi mano libre masajeaba mi sien porque de lo contrario ellos iban a lograr que mi cabeza estallara.
—Colgaré, Elían.
—Que se joda, entonces —Le escuché refunfuñar a Elías—. Es un caso perdido.
—Jódete, entonces —repitió mi sobrino—. Eres un caso perdido.
Había tenido suficiente, así que corté la llamada.
Exhalé lentamente mientras dejaba caer mi espalda al sofá, miré alrededor de la habitación del hotel y pensé que lo mejor sería pedir servicio a la habitación, pero entonces miré la hora en mi reloj y justamente iban a ser las 8 de la noche, casualmente era la hora en la que había entrado aquel restaurante.
Repentinamente, pensé que mi sobrino tenía razón.
Salir a caminar un poco sería lo mejor, no todo podía ser trabajo y así lo hice, solo que a mitad de camino, tampoco fue mala idea ir por un poco de comida o una buena cerveza.
Entonces, mis pies me llevaron al restaurante.
Cuando estuve adentro, creí que tenía que estar loco por creer que ella estaría allí, pero de inmediato encontré a la mujer de larga cabellera negra, que estaba sentada en el mismo puesto de ayer y por muy extraña que fuera la posibilidad, el asiento a su lado estaba libre.
Al igual que ayer, dejé mi abrigo y bufanda en el perchero y me aproximé para sentarme a su lado.
—Hola, hombre guapo, ¿hoy sí querrás algo de comer?
—Por ahora una cerveza estará bien.
Tan pronto dije una palabra, la espalda de Zury se irguió, obviamente no esperaba verme otra vez.
—¡Miguel, una cerveza! —La chica gritó y se marchó, no sin antes dejarme el menú.
Tal como la noche anterior, Miguel trajo dos jarras de cervezas, una para mí y una para ella; sin embargo, ella de un solo trago bebió hasta la mitad y luego limpió su boca con el dorso de su mano.
A la chica le hice una seña y con rapidez se acercó.
—¿Cuál es tu nombre? —La chica se sonrojó y a mi lado, noté a Zury vernos de reojo.
—Ximena.
—Ximena, ¿podrías facilitarme un papel y un bolígrafo?
Ella fue muy amable y en solo segundos me trajo lo que le pedí. Con preocupación escribí el número de un viejo conocido y luego arrastré el papel sobre la barra para entregárselo a la amiga de Elías.
—¿Qué demonios es esto?
—Es un conocido que podría ayudarte a resolver tu problema con el alcohol.
Ximena soltó una estruendosa risa para luego irse. Por un momento pensé que Zury caería de su silla como la noche anterior, pero luego de reaccionar dejó caer su frente en la barra y empezó a reír.
—¿Estás bien?
Quizá sí lo estaba, solo que los borrachos tenían comportamientos extraños como los de ella.
—Tu conocido no podrá ayudarme —Aun con su cabeza pegada a la barra se las arregló para verme—. Porque el menor de mis problemas es el alcohol.