Azul.
Después de que aquel hombre se retiró. Azul se quedó de pie en el mismo lugar, mientras que el otro o bueno, el que al parecer era el amigo del tal Magnús la observaba con atención. Entonces se preguntaba qué era lo que quería como para ordenarle a seguridad la que llevaran a su despacho. Solo se equivocó y le echó su bebida encima del traje. No le hizo algo malo o lo robó como para que pidiera tal cosa.
En ese momento tres hombres de trajes oscuros y todos castaños. Se detuvieron frente a ella y la observaron. Azul sabía que no se podía resistir. Además, no lo iba a hacer, ella no había hecho nada grave y por supuesto que iba a dar la cara.
—Señorita —refirió uno de ellos—. Necesitamos que usted venga con nosotros —pidió el hombre con suavidad.
Azul lo observó con una expresión seria.
—Por supuesto, caballeros —refirió.
—Síganos, por favor —pidió otro de ellos.
Azul los observó y después siguió el recorrido de los hombres en silencio. Esta vez se dirigieron en dirección a uno de los ascensores del lugar y después subieron. Uno de ellos oprimió el botón del tercer piso y este enseguida se movió. No pasaron muchos minutos cuando el ascensor se detuvo y los tres hombres bajaron. Azul salió detrás de ellos y mirando esta vez el pasillo de paredes azul neutro, piso de mármol azul oscuro y donde se podía ver y escuchar a personas hablar mientras jugaban. Se desviaron a otro lado, del pasillo y al adentrarse en otro pasillo, de inmediato se vio al fondo y al frente una puerta doble de vidrio donde decía gerencia. Cuando se detuvieron dos de los hombres enseguida abrieron ambas puertas. Dejándose ver una impecable oficina y frente a ella se encontraba ese hombre quien en ese momento posó sus ojos sobre ella.
—Por favor, entre —le pidió uno de los hombres a su espalda.
Azul, quien todavía miraba al rubio con pasos tranquilos, entró y detrás de ella la puerta fue cerrada. Esta vez enfoco con disimulo su mirada a su alrededor. Tenía paredes con una combinación de azul marino y blanco. Además, estaba impregnada por el exquisito perfume de ese desconocido.
Azul volvió a posar sus ojos azules al frente y se detuvo en frente del rubio.
—¿Qué necesita de mí? —preguntó Azul enseguida—. Yo lamento lo que hice. Pero no creo que sea necesario que llame a seguridad ¿Me van a arrestar por una equivocación? —espetó de inmediato con voz molesta y juntando sus cejas—. Considero que está exagerando.
El extraño no pronunció ninguna palabra. Suavemente, se levantó de su asiento y rodeó su escritorio para detenerse detrás de Azul.
—No te van arrestar —pronunció detrás de ella.
Azul enseguida giró sobre sus talones.
—¿Entonces por qué me trae hasta acá? —inquirió.
En ese momento, él dio un paso cerca de ella. Azul pudo mirarlo más de cerca y sentir el penetrante olor de su perfume varonil. Que estaba delicioso.
—Porque no podía dejarte escapar —refirió con lentitud y esta vez mirando los labios rojos de Azul—. Era eso o irme con la hermosa imagen de tu presencia dentro de mi mente. Que sé muy bien que después me iba a atormentar. No podía dejar ir a una mujer tan preciosa sin siquiera saber quién es y dejar que se perdiera ahí afuera entre millones de personas —realizó una pausa—. Allí tienes tu respuesta.
Azul se relajó al escuchar las seductoras palabras de él. Pero no respondió y solo se deleitó en mirar sus lindos ojos azules. Luego decidió hablar.
—Y su me hubiese perdido entre millones de personas ¿Me hubiese buscado? —lo tento a responder.
—Si. Lo hubiese intentado. La belleza de una mujer, tiene poder.
Azul sonrió en sus adentros mientras lo miraba.
—Magnús Ferrari —levantó su mano y abriéndola, la ofreció a Azul—. Un placer, señorita Casanova.
Azul miró su mano y luego subió su mirada a los ojos de Magnús.
—Un placer, señor Ferrari —elevó su mano y con suavidad la dejó caer sobre la de Magnús, luego dejó salir una pequeña sonrisa.
—Encantado de conocerla —espetó apretando suavemente la mano cálida de Azul.
Azul no respondió y simplemente se mantuvo con esa expresión de agrado en su rostro mientras lo miraba.
Magnús soltó la mano de Azul y luego deslizó sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, siempre con su mirada sobre ella.
—¿Te gustaría salir esta noche? ¿Conmigo y a solas? —expresó Magnús a un ritmo lento y luego curvó sus labios.
Azul ladeó sus labios. Dándose cuenta de que ese hombre no perdía el tiempo. Además, no estaba nada mal. Estaba muy bueno como para despreciar esa invitación, y, con un mensaje para Riona explicándole la situación bastaba para irse libremente.
—¿A dónde? —preguntó Azul enseguida.
—Podemos ir a dónde lo desees. No importa que tan costoso sea el lugar —comunicó.
Azul sonrió aún más y levantó sus cejas.
—¿Piensas impresionarme con dinero? ¿Llevándome a sitios costosos? —Azul enarcó una ceja.
Para Magnús fue inevitable esbozar una suave sonrisa a causa de las palabras de Azul.
—No. Solo pienso y deseo conocerte. Luego quizás ser… amigos —comentó—. ¿Qué dices?
Azul lo miró fijamente y con una expresión simpática.
—Está bien. Pero dejaré que tú escojas el sitio —comunicó Azul y ensanchó sus labios de manera coqueta—. Sorpréndeme, Magnús —comentó y se aproximó a él, quedando tan cerca que sintió su suave y cálida respiración—. Quizás… Si podamos ser amigos —refirió Azul en apenas un susurro y después se alejó de él para encaminarse en dirección a la puerta.
Azul solo sintió su mirada sobre ella y una sonrisa coqueta de parte de Magnús. Antes de que ella llegara a la puerta, Magnús llegó y empujó la puerta para que Azul saliera. Ella le lanzó una mirada rápida y luego salió, seguido de ella Magnús.
Para cuándo salieron del Casino, en ese momento una hermosa camioneta negra se detuvo en frente del sitio. Uno de los hombres de traje oscuro enseguida se acercó y abrió la puerta trasera de esta.