Felizmente Casados [01]

Capítulo -03

Azul.

Azul sabía muy bien que eran semanas en las cuales debía pasarla en tranquilidad y festejando por su graduación. Pero no le gustaba estar sin hacer nada, era algo que su padre desde muy pequeña le había inculcado. Levantarse temprano, cuidar su salud y trabajar duro para mantener su legado. Azul nunca contó con la ayuda de su madre, y no era porque la había abandonado o algo parecido. Su madre murió en estado de parto cuando estaba dando a luz. Así que Azul nunca llegó a sentir el calor de una madre. Aun así, siempre tuvo a su padre. Henry siempre estuvo con ella acompañándola en todo momento, aunque a veces su padre tuviese un carácter algo fuerte, ella trataba de entenderse con él, porque a pesar de sus diferencias, Henry y Azul eran un equipo, ellos dos solos contra el mundo.

Todo el día lo había pasado en la empresa de su padre, la cual era dirigida por su tío Otto. El único hermano que tenía su padre y en el cual Henry confiaba a morir. Otto siempre estuvo al lado de Henry, ayudándolo en todo porque son inseparables los dos.

—Cariño, no es necesario que estés aquí —refirió su tío mientras miraba la computadora con atención.

Azul se encontraba sentada en una de las sillas justo frente a él, mientras organizaba unos documentos, los cuales se había ofrecido ordenar para ayudar a su tío durante todo ese día.

—Sabes muy bien que no me molesta —le comentó Azul mientras en concentración observaba los papeles y se detuvo a leer unos.

—Debes aprovechar tus días libres, cuando regreses a Londres, Henry te pondrá como cabeza en una de las empresas —comunicó su tío Otto, el cual alejó sus manos del teclado de la computadora y la miró.

—No me quedaré acostada en la villa sin hacer nada. Riona tuvo que salir a hacer unas sesiones de fotos para una revista, así que iba a estar sola y aburrida —comunicó Azul—. Yo no tengo amistades de confianza en Italia. Las que he conocido solo son para hacer negocios —argumentó Azul guardando los papeles dentro de una carpeta color marrón

Su tío Otto continuó mirándola.

—Si tú hubieses sido mi hija, no dejaría que hicieras nada —comentó su tío.

Azul lo miró y le sonrió.

—No lo soy y me consientes mucho —refirió ella mirando a su tío con una gigante sonrisa—. Qué Sería si la hubieras tenido.

—Lo digo en serio —comentó—. Y te consiento porque eres como mi hija.

—Eso lo sé, tío —comentó Azul mirándolo.

Otto dejó de mirarla y volvió a posar sus ojos sobre el ordenador.

—En fin. Tu padre te crió a su imagen y semejanza —refirió—. Ya no hay vuelta atrás.

—Exacto… Ya no hay vuelta atrás —confirmó Azul con una sonrisa.

Justo en ese momento por la puerta se adentró Florencia, usando un despampanante vestido largo floreado y una hermosa cartera Prada colgando de su mano, sin comentar los refinados anteojos y las joyas que usaba sobre ella. Florencia era una mujer de cuarenta años, con piel bronceada y una cabellera corta negra. La querida esposita de Otto. Siempre derrochando dinero.

—Hola, mi querida bambina —refirió Florencia y dejando la cartera sobre la mesa del escritorio.

Azul se levantó y miró a su tía para después sonreírle con dulzura.

—Hola, tía, ¿Cómo estás? —la saludó Azul, después se acercó para darle un abrazo.

—Yo estoy bien, cariño, ¿Cómo estás tú? —inquirió Florencia abrazándola—. Por cierto felicidades por tú logro.

Azul se alejó y la miró a sus ojos café.

—Gracias. Yo también me encuentro bien, tía —respondió Azul.

Florencia la cual sonreía, posó las palmas de sus manos sobre las mejillas de Azul.

—Me alegro cariño —refirió—. Tenía tiempo sin verte y estás más hermosa que nunca.

—Gracias, puedo decir lo mismo de ti —refirió Azul mirándola de pies a cabeza con amabilidad—. Me encanta lo fresca que te ves.

Florencia le volvió a sonreír.

—Lo sé —expresó con monerías y con suavidad tomó asiento en la silla libre que estaba al lado de Azul.

Azul también tomó asiento mientras la observaba.

—¿Aún sigues soltera? —preguntó Florencia mirando a su sobrina.

—Florencia… —protestó Otto desde su lugar.

Azul simplemente liberó una sonrisa.

—Sí. Más soltera que nunca —comentó Abril.

—¡¿En serio?! —comentó quitándose sus anteojos y los guardó dentro de su cartera—. ¿Por qué? Ya es hora de que te cases. Los casanova siempre se han casado a edades tempranas.

Azul sonrió algo incómoda.

—Creo que no es necesario.

—¿Segura? Porque conozco a varios hombres que se atreverían a pedir tu mano con tan solo verte. Por supuesto hombres con mucho poder… querida mía —comunicó enarcando una ceja con cierta malicia la cual iba acompañada de una sonrisa—. Eres una mujer de alta sociedad, así que, por lo tanto, debes casarte con un hombre de tu altura y estatus social.

—Estoy bien así —aseguró Azul observándola.

—Bueno… Si tú lo prefieres así, está bien ¿Cómo está tu padre?

—Se encuentra bien, ya sabes; trabajando como es de costumbre.

—Sí… Henry siempre se la pasa en esa —Florencia ensanchó sus labios con diversión.

En ese momento Otto se levantó de su sillón y se abrochó la chaqueta de su traje, después miró a su esposa.

—Ya estoy listo —le avisó.

—Perfecto, amore mio —refirió su esposa y se levantó de la silla para después agarrar su bolso de mano.

—¿Te quedarás otro rato más? —preguntó su tío.

—Sí. Voy a terminar de ordenar estas carpetas y me voy —le informó Azul.

—Muy bien. Ya está cayendo la noche, al terminar te vas a casa, ¿entendido? —ordenó su tío.

Azul afirmó.

—Sí, por supuesto.

—Bien —Otto rodeó el escritorio y se acercó hasta Azul para dejar sobre su frente un tierno beso—. Cuídate, Bambina mía.

—Sí, tío — refirió Azul.

—Nos vemos, cariño —se despidió Florencia.

—Hasta luego, tía.

La pareja se retiró de la oficina y Azul se decidió a terminar de ordenar las carpetas, los archivos y después se fue camino a la villa, ya que había olvidado por completo la salida que tenía con Magnús y lo cierto era que no se la iba a perder ni loca. Ese hombre realmente le había encantado y lo quería conocer un poco más.




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