Azul.
A la mañana siguiente Azul se levantó por el sonido insistente de su teléfono. Adormilada se movió entre las sábanas y sintió como abrazaba el cuerpo desnudo y tibio de Magnús, quien también la cubría a ella con sus brazos. La verdad para Azul se sentía muy bien y su olor varonil la hacía sentir aún más cómoda. Pero la insistencia de su teléfono ocasionó que volviera a su realidad. Al abrir sus ojos lo primero que vio fue a Magnús dormir plácidamente a su lado. Azul se alejó de él siendo lo más cuidadosa posible y se acercó a la mesa de noche que estaba a su izquierda, estiró su mano y agarró el teléfono en donde vio el nombre de su prima. Antes de descolgar la llamada y decir alguna palabra, se levantó y se fue al otro lado de la habitación, abrió las puertas del balcón y mirando en dirección al hermoso mar, decidió responder a Riona.
Llamada.
—¿Dime? —contestó Azul enseguida.
—¿Dónde estás? —pregunta su prima, y en su voz se pudo notar la seriedad.
—Estoy con alguien ¿Sucede algo? —preguntó Azul juntando sus cejas algo o fundida.
—Es tu padre.
—¿Qué pasa con mi padre? —inquirió Azul ya asustada por el tono de voz que su prima estaba usando, el cual no era uno tan usual en ella.
—Sufrió un atentado. Aquí en Italia —le comunicó su prima.
Azul se quedó petrificada. Era la noticia más horrible que había recibido en una mañana.
—¡¿Está bien?! —inquirió Azul con desespero y se giró para buscar su ropa en toda la habitación.
—Sí, está bien. Pero es necesario que regreses a casa, tu tío Otto ya viene en camino.
—Yo… Iré ahora mismo —avisó Azul por último. Retiró el teléfono de su oreja y después miró en dirección a Magnús quien aún dormía. La verdad era que no quería irse, deseaba quedarse con él, pero ya habría más tiempo para disfrutar otros días juntos y horas a su lado. Su padre era primero.
No perdió más tiempo y comenzó a vestirse lo más cuidadosa posible para no despertarlo. Después agarró sus cosas y salió de la habitación. Cuando bajó se encontró con una de las mujeres del servicio, quien con tranquilidad limpiaba los sofás de la sala, pero al verla bajar por las escaleras, no le quitó la vista de encima.
—Buenos días —la saludó Azul, pasando por su lado con pasos apresurados y con sus tacones guindando de sus manos.
La mujer detuvo lo que estaba haciendo y juntando sus cejas la miró extrañada.
—Buenos días, señorita —saludó la mujer, segundos después.
Azul al salir por la puerta principal se acercó hasta el chofer de Magnús. Esta se encontraba recostado del auto mientras miraba su teléfono y hablaba con otros dos hombres que también traían trajes oscuros puestos.
—Hola, buenos días —lo saludó Azul.
El hombre se incorporó y miró a Azul.
—Buenos días, señorita, ¿Desea que la ayude en algo? —preguntó de inmediato.
—Sí. Necesito que me lleves a mi casa, por favor. Es urgente —pidió Azul.
El hombre afirmó y con rapidez abrió la puerta trasera para que Azul subiera. Entró al auto y después lo hizo el chofer. Sin esperar más, el auto aceleró para salir de la villa de Magnús. Azul le dio la dirección al hombre y este se desvió en esa vía.
Por su cabeza pasaban miles de cosas, nada buenas. Se preguntaba quién era el que había intentado matar a su padre ¿Cuál era el motivo? ¿Acaso Henry había hecho algo malo? Se preguntaba muchas cosas. Azul sí recordaba que en varias ocasiones a ella y a su padre los intentaron robar e incluso secuestrar. Todo por dinero, lo peor era que se trataba de mafias. Así que deseaba que esta vez no sean esas personas los causantes.
Después de casi tres horas por el camino, el chofer de Magnús llegó a la villa. Azul se percató que estaba rodeada de hombres. Se encontraba la camioneta de su tío Otto y sus escoltas. Los hombres de seguridad no tardaron en acercarse a la camioneta. Así que Azul decidió bajar de inmediato.
—Te lo agradezco —refirió Azul para el hombre.
—De nada, señorita —respondió el castaño de vuelta.
Azul, sin perder más tiempo bajó de la camioneta para qué los guardaespaldas vieran que era ella.
—Buenos días, señorita Casanova —saludó uno de los hombres al verla salir de la camioneta.
—Buenos días, ¿Mi tío ya está aquí? —preguntó Azul caminando con pasos apresurados en dirección a la casa.
—Si, señorita, Casanova —contestó Ben, mirándola con seriedad.
Azul asintió y se adentró en la casa. En cuanto lo hizo, miró a la sala y vio a su tío Otto junto con Riona reunidos. Azul miró que su tío caminaba de un lado a otro hablando por su teléfono.
—¿Dónde está mi padre? —preguntó Azul con desespero y asustada al ver el paisaje que pintaba la situación.
Riona se levantó del sofá con rapidez y miró a Azul con aire preocupado.
—¿Me puedes explicar? —preguntó Azul a su prima—. ¿Qué sucedió con mi padre? ¿Está bien? —inquirió Azul con rapidez.
—Tu padre venía a Italia para reunirse con Otto. Cuando llegó al aeropuerto y estuvo a punto de subir a la camioneta, segundos antes de hacerlo explotó —relató Riona—. La verdad no sabemos como es que sucedió todo. Iván, el chofer, y Liam, uno de sus escoltas, murieron a causa de la explosión.
Azul se quedó en silencio completamente impactada.
—¿Cómo puede ser posible? ¿Quién querría hacerle daño a mi padre? —inquirió Azul, esta vez mirando a su tío.
Riona abrazándose a ella misma, negó.
—No lo sabemos, Azul.
—¿Qué bueno que estás aquí, Azul? —Otto se acercó con pasos apresurados hasta ella—. ¿Estás bien? —inquirió Otto sujetando a Azul de sus brazos y examinándola con su mirada.
Azul agitó su cabeza apresuradamente.
—Sí, tío. Yo me encuentro bien —contestó Azul mirándolo—. Pero, necesitó saber dónde está mi padre ¿Cómo está él? —inquirió Azul ya al borde de un colapso.
Su tío Otto relajó sus hombros y suavizó un poco más su expresión.
—Azul, tu padre está en la clínica —informó su tío—. Él se encuentra bien, pero a causa de la explosión fue herido —comunicó su tío—. No te preocupes ya está bien.