Felizmente Casados [01]

Capítulo -07

Azul.

Esa mañana Azul estaba en su oficina terminando de hacer unos asuntos pendientes. Cuando de repente el sonido del teléfono de la oficina la desconcentró, pero sin despegar sus manos del teclado de su laptop decidió atender.

Llamada.

—Te escucho —respondió Azul y continuó redactando su documento.

—Señorita Casanova, el señor Potter vino a visitarla —avisó su secretaria.

Azul puso sus ojos en blanco y dejó salir un suave suspiro. La verdad esa mañana no le apetecía ver a nadie, ni siquiera desayunó con su padre antes de salir de la casa. Además, no se sentía nada bien. Llevaba varios días sintiendo arcadas, malestares desagradables en su estomago, dolores de cabeza y mareos. Era un asunto que ya le empezaba a llamar su atención, por lo que ese mañana se había hecho unos análisis de sangre para saber si tenía algo alterado. Pero aun así iba a recibir a su visitas, el cual llevaba tres días enviándole obsequios muy costosos. Desde que se conocieron Augusto la trataba de esa manera.

No pasaron muchos segundos cuando Augusto Potter entró a la oficina. Vestía un elegante traje gris claro que le lucia muy bien con su piel bronceada y entre sus manos tenía un ramo grande de rosas rojas y una caja de chocolates. Augusto fue aquel hombre que su padre le presentó en el restaurante. Azul y él se llevaron muy bien desde el primer momento. Era un hombre muy amable, carismático y algo atractivo. Era unos años mayor que ella, pero se entendían muy bien. Luego de la presentación en aquel restaurante continuaron saliendo juntos, a varios lugares de la ciudad. Azul no podía mentir, se la pasaban muy bien cuando estaba con el, la trataba como a una reina y era muy detallista. La verdad era que Augusto podría ser el hombre ideal para cualquier mujer, aunque para Azul solo era un amigo y sabia muy bien que el objetivo de ambos era entenderse para casarse y fusionar las empresas. Era un asunto que ya se estaba arreglando. El problema era que Azul no pretendía casarse con alguien que no amara, no era justo para Augusto, y, más cuando todo era por interés y el bien de los negocios que ella iba a heredar. Azul no le gustaba la idea de que su padre la estuviese ofreciendo como si se tratara de algo que estuviera en venta. Valía mucho como para casarse con cualquier hombre solo por unas empresas, que tanto Henry como Azul saben muy bien que se puede seguir levantando y negocios que no tienen ningún tipo de riesgo en quebrar. La verdad le sorprendía mucho ese cambio en Henry y la manera tan apresurada que quería que se casara con un hombre con las dinero que ellos.

—Buenos días, Azul —la saludó Augusto, ensancho sus labios con una sonrisa.

Azul se levantó de sus sillón y le sonrió de vuelta.

—¿Como estas, Augusto? —le preguntó Azul.

—Estoy muy bien, y ahora mucho más, Azul —respondió—. Te traje este pequeño presente. No quería llegar con las manos vacías.

Azul miró el ramo de rosas grande y esbelto que reposaba en la mano derecha de Augusto, mientras que con la otra sostenía la caja de chocolates en forma de corazón.

—Te lo agradezco, no te hubieses molestado —refirió Azul acercándose a él.

—Lo traje con mucho cariño —comentó Augusto, y luego le entregó los obsequios a Azul.

—Nuevamente gracias —volvió a decir Azul con una suave sonrisa llana de amabilidad.

—Sabes muy bien que no es ninguna molestia, al contrario es un honor —respondió Augusto.

Azul mirando las hermosas rosas, se fue hasta su escritorio y las colocó allí junto con la caja en forma de corazón que tenía chocolates.

—Por favor, siéntate. Ponte cómodo —comentó Azul también dejándose caer con suavidad sobre su silla y mirándolo.

Augusto le hizo caso y tomó asiento en la silla frente a Azul.

—¿Cómo estuvo tu viaje a Dinamarca? —le preguntó Azul.

Augusto acomodó su espalda del respaldo de la sillas y se cruzó de piernas.

—Estuvo muy bien. El asunto del negocio fue un éxito, ahora ya oficialmente tenemos una sede allá —sonrió Augusto con satisfacción y mirándola profundamente con sus ojos cafés.

Azul también sonrió.

—Que bueno, Augusto. Te felicito, es una gran noticia —refirió Azul observándolo.

—Gracias —respondió Augusto de vuelta.

—Entonces ya entiendo a que se debe la celebración que se hará mañana por la noche, por nada del mundo me la voy a perder —Azul ensanchó aun más sus labios— Es un gran logro.

—Pasaré por ti si lo deseas, Azul. sabes muy bien que no me va a molestar —mencionó.

Azul asintió.

—Por supuesto, estaré pendiente —respondió Azul.

—Solo pasaba por aquí para visitar y traerte este pequeño presente —refirió Augusto.

Azul bajó su mirada a las rosas sobre el escritorio.

—Me a encantado —respondió Azul—. ¿Iras al hipódromo? —le pregunto.

—No lo creo, tengo que terminar unos asuntos —informó Augusto—. ¿Tú iras?

—Si, asistiré con mi padre. Es fin de semana, así que hay que aprovechar para despejar la mente —comunicó Azul.

—Deseo que te diviertas y que ganen sus apuestas —comentó Augusto.

—Así será —sonrió.

—Entonces te deseo un buen día, hermosa —respondió Augusto levantándose de la silla.

—Gracias —dijo Azul, quien también se levantó de su sillón y extendió su mano para él.

Augusto con delicadeza la tomó y junto a Azul la estrechó.

—No vemos mañana —refirió Augusto por ultimo.

—Si, nos vemos.

Azul soltó su mano y asintió liberando una sonrisa suave. Augusto se giró y con tranquilidad salió de la oficina de Azul. Pero no pasaron muchos segundos cuando su secretaria se adentró en la oficina sujetando entre sus manos un sobre.

—Señorita Casanova, acaban de llagar los resultados de sus exámenes —avisó y dejó sobre el escritorio el pequeño sobre.

—Te lo agradezco —refirió Azul, y agarrando el sobre tomó asiento de nuevo en su sillón.

—Siempre a su orden, señorita Casanova —respondió la mujer quien se giró y salió de la oficina.




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