Magnús.
3 años después.
Roma, Italia.
En silencio, Magnús se encontraba sentado sobre la silla ejecutiva. Alrededor de la mesa rectangular, se encontraban sentados sus empleados. Estaban por terminar una presentación que consistía en ideas para cambiar el logo del nuevo vino que iban a sacar al mercado. Todos habían traído sus ideas y las expusieron para Magnús, ya que como jefe superior debía ser el quién debía escoger.
—Me gusta como da el contraste de las letras tinto metalizadas sobre el fondo blanco —opinó Magnús con su mirada puesta sobre la pantalla grande frente a él.
—A mí también me parece llamativo —opinó Fiorella la encargada y quien estaba sentado al lado de Magnús.
—Señor, yo lo hice buscando ese objetivo y aparte de llamativo, algo representativo con un toque de lujo —agregó Victoria, la chica alta de cabellos castaño y piel morena que se encontraba exponiendo su modelo.
—Muy bien —Magnus se levantó de la silla y observó a su personal. Victoria había sido la última en exponer su modelo de presentación—. Les agradezco a todos por su esfuerzo de innovación para la nueva carátula del vino. Siempre ponen el mayor de sus esfuerzos —Magnús hizo una pausa cruzando miradas con todos—. Volveré a ver las imágenes y en la siguiente reunión les avisaré el modelo que se escogerá —comunicó—. La reunión ha terminado vuelvan a sus lugares de trabajo —ordenó.
Magnús sin agregar otra cosa más, se giró y salió de la sala. Siendo seguido por su secretaria Gabriela, quien traía la laptop y unas carpetas.
—Señor, su padre acaba de anunciar que está esperando por usted en la oficina —informó Gabriela.
—Está bien, Gabriela —respondió Magnús quien la miró—. Por favor, cuando estés en tu oficina envíame los documentos pendientes y también todos los modelos de carátulas que acaban de exponer —Magnús realizó una pausa—. Me gustaría escoger con cuidado.
Gabriela acomodó sus anteojos y asintió con rapidez.
—Sí, señor Ferrari. Lo haré enseguida —contestó y después se desvió en esa dirección.
Magnús siguió hasta el final del pasillo y se adentró en su oficina. Allí se encontró a su padre. Marco en ese instante estaba hablando por teléfono mientras caminaba de un lado a otro. Magnús sin interrumpir, tomó asiento sobre su escritorio. En ese momento vio varias carpetas llenas de papeles sobre este. Sin necesidad de pedir permiso las abrió una por una, dándose cuenta de que eran registros bancarios. En dónde vio nada más que tres nombres: Francisco Wester, Joe Andrea y Henry Casanova.
Por supuesto, el apellido Casanova le pareció muy familiar.
—Ya estás aquí —refirió Marco, el cual se acercó hasta el escritorio mientras guardaba su teléfono dentro de su chaqueta marrón.
Magnús cerró la última carpeta y miró a su padre.
—¿Cómo estás, papá? —preguntó Magnús mirándolo.
—Me encuentro bien, hijo —respondió y tomó asiento en silla frente a Magnús.
—El doctor te indica reposo —comentó Magnús—. ¿Qué haces aquí? Sabes muy bien que no debes estresarte. Podría ser fatal para tu corazón —recordó Magnús con mucha seriedad.
—Lo sé, Magnús —su padre hizo una pausa—. Pero a causa del infarto que me dio y el bendito reposo, descuide los negocios. Por supuesto, tú estabas muy ocupado en Milán y en Liverpool. Sé que estabas ocupado por esa razón, no te notifique —confesó su padre—. El asunto importante está en esa carpeta de allí.
Magnús bajó su mirada a las tres carpetas y abrió una de ellas.
—Están tres nombres y exageras cantidades de dinero —comentó Magnús frunciendo el ceño—. ¿De qué son?
—El más importante es; Casanova —comentó Marco agarrando la carpeta y abriéndola nuevamente—. Ya que tú ahora comenzarás a hacerte cargo de mis negocios mientras me recupero, necesito que contactes a Otto Ferrari, quien es el encargado de todas las propiedades de Henry Casanova. Para que pases facturas por sus exuberantes deudas.
—¿Por qué te debe tanto dinero? —inquirió Magnús frunciendo el ceño—. Con todo lo que debe podría levantar dos empresas —Magnús miró a Marco nuevamente en busca de una respuesta.
—Son empresas en las que los dos nos asociamos. Pero por mi enfermedad y la mala administración que Vittorio le dio a las empresas, sus deudas se dejaron en el olvido por un momento y la parte de dinero ganado que me correspondía, Henry nunca lo pagó. Por esa razón me debe mucho dinero.
Magnús asintió.
—Entiendo —espetó Magnús—. ¿Entonces quieres que cobre?
—Sí. Es hora de que me devuelvan mi parte del dinero, ya que soy dueño del 50% de las acciones de ambas empresas.
—¿Dónde contacto a ese tal Henry? —inquirió Magnús.
Marco negó.
—No. Henry Casanova falleció. Debes entenderte con su hermana Otto, él fue quien quedó a cargo de los bienes de Henry.
—Perfecto. Arreglaré esto y si no quiero pagar el dinero, entonces les quitaré las empresas por el pago de la deuda —Magnús miró a su padre—. Así es más fácil.
—Si, es una buena opción. Pero me gustaría hablar con Otto. Reunirme con él y llegar a un acuerdo —comentó Marco.
Magnús asintió lentamente.
—Está bien.
—Viaja a Londres y búscalo tú personalmente —pidió su padre—. En persona uno se entiende mucho mejor.
—Hecho, papá. Ahora levanta tu trasero y vete a casa a descansar —ordenó Magnús—. No te preocupes, yo arreglaré todo eso.
—Sí —Marco sonrió y se levantó de su asiento con delicadeza y pesadez—. Sabía que tú sí ibas a poner todo en su lugar.
—No tengo de otra. Me llena de impotencia los que quieren estar de vivos.
Marco ya estaba algo viejo, 80 años de edad, y sufría una enfermedad en su corazón. Cualquier esfuerzo, noticia impactante o susto, podría acabar con él en tan solo unos minutos. La verdad estaba muy delicado de salud y por esa razón Magnús decidió también hacerse cargo de las empresas de él.