Game Ósver

Los skates

El sábado, Ósver encendió la televisión, buscando su refugio semanal: Nubeluz. Ese era el único momento en el que podía dejar de pensar en todo lo que le rodeaba. Las caras de las Dalinas, las risas del programa y los juegos eran lo más cercano a algo que se pudiera llamar diversión. La cartelera de dibujos lo mantenía atado al sofá hasta el mediodía, con el ruido de la pantalla como única compañía. Justo entonces, su abuelo Fernando apareció en la puerta y, sin mirarlo a los ojos, le dijo:

—Hijo, toma.

Era una patineta de color anaranjado con ruedas moradas, adornada con botones en forma de piecitos que, al presionarlos, encendían luces y emitían diferentes sonidos.

—¡Una patineta! ¡Gracias, Papá Fernando!

—Has salido bien en tus exámenes, te lo mereces.

Ósver, emocionado, contempló el diseño de la tabla, un lobo con los colmillos al descubierto. Por la tarde, sin poder esperar más, fue a la casa de Kike para enseñarle su patineta, con la esperanza de que también sacara la suya y pudieran salir a jugar juntos.

—¿Quieres salir a jugar? Ya tengo mi patineta, saca la tuya y divirtámonos —dijo Ósver.

—¿Patineta? Deberíamos llamarla Skate, ese nombre suena chévere porque está en inglés. Te voy a presentar a un amigo y luego nos vamos los tres.

Fueron a buscar al amigo de Kike, a dos cuadras de distancia. Era un adolescente de catorce años, flaco y alargado; le decían: «Garabato». Kike estaba acostumbrado a tener amigos mayores, por tres o cuatro años, mientras que Ósver tenía amigos de su edad o menores; solo Kike era mayor que él por un año.

Garabato al ver a Ósver y Kike les dijo:

—¿Ustedes son hermanos? Además, con esos ojos parecen hijos del presidente.

Ellos voltearon la vista y se observaron; con risa burlona dijeron al mismo tiempo:

Naaa... que va...

—Uno esta gordo y el otro flaco, parecen un diez, ¡ja, ja, ja! —dijo a carcajadas Garabato, y de nuevo les preguntó:

—¿Quién es mayor?

—Yo soy el mayor —dijo Kike.

—Entonces, para mí, tú serás «Chino uno» y el gordito «Chino cero».

—¿Entonces a donde vamos con los Skates? —preguntó Kike.

—Primero vamos a una calle que tiene una buena pendiente al frente de los Bomberos, y cuando ya agarren confianza; nos vamos a la pendiente de la Calle Ayacucho que da al Parque de la Primavera. Con esas calles está bien para comenzar.

—¿La bajada de la calle Ayacucho?, nos matamos ahí no, Nica —dijo Kike.

—Que paso Chino uno, ¿que no eras machito?, recuerdo ayer que me decías: «Yo le pego a todo el salón de mi colegio», otro día decías: «voy a ser un gran peleador como mis tíos», y ¿qué paso?, ¿te chupas?

Kike miró a Ósver, y para no quedar como un cobarde ante los ojos de él, le dijo a Garabato:

—Está bien, pero tú la bajas primero.

—Sí, además, tú eres el mayor, y los mayores van primero —agregó Ósver.

Con una risa confiada Garabato respondió:

Okey.

Primero fueron a la bajada de los Bomberos. Garabato colocó su patineta en el piso, volteó su gorra hacia atrás, miró al frente, se paró en su patineta y se deslizó.

—¿Qué? ¿Lo hizo parado? No jodas —dijo Kike.

Ósver se rascaba la cabeza porque nunca había intentado pararse en su patineta cuando practicaba en su cuadra. En cambio, Garabato parecía un Skater Profesional; además, su patineta era diferente, más angosta y ligera, con las puntas de la tabla curvadas y la lija antideslizante cubriendo toda la superficie de la tabla.

—¡Te toca, Chino uno! —Gritó Garabato desde abajo.

Kike, con evidente temor pero una valentía atrevida, se subió a la patineta. Sin embargo, apenas a dos metros, tambaleó y cayó de nalgas. El short se rompió en la caída, dejando ver su calzoncillo.

—Ja, ja, ja ¡se le ven los calzones! —rió Ósver.

Pero a Ósver no le fue mejor que a Kike. Avanzó un poco más, pero un hueco en la pista frenó la patineta y, como las leyes de la física no están de adorno, cayó en el asfalto. No había alcanzado mucha velocidad, así que solo sufrió unos raspones superficiales en las palmas de las manos, codos y antebrazos.

—Ja, ja, ja, que gil —rió Kike a carcajadas.

Mientras subía, Garabato observó las caídas y gritó:

—¡Mejor siéntense, porque se van a matar!

Los Chinos se desafiaron en esa bajada, a veces ganaba Kike y otras veces Ósver. Se preparaban para la bajada de la calle Ayacucho. Entonces, Garabato les dijo:

—¡Basta de prácticas, vamos a la siguiente bajada! ¿Quién se va a lanzar primero?

—¡Voy primero! —gritó Ósver, con un destello de desafío en los ojos, como si la bajada fuera suya desde el principio.




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