Game Ósver

En busca de Kike

Luego esperó a que cayera la tarde y fue a buscar a Kike. Al llegar, se plantó frente al portón descomunal de su casa. Tocó, aunque sabía que cada golpe era como meter el dedo en una vieja herida abierta. Esa puerta parecía hecha más para hacerle sufrir los nudillos que para llamar a alguien, más dura que el chicle pegado bajo un pupitre después de un año. Sin embargo, nadie abrió; las luces estaban apagadas, ya que no se filtraba nada de luz por los bordes y rendijas del portón. Caminó hacia la izquierda, donde estaba el portón metálico de la cochera, y entre las rendijas comenzó a buscar alguna luz prendida, pero no encontró ninguna. Luego se dirigió a las afueras de la capilla Belén y se sentó en una pequeña baranda de concreto que servía como asiento. En ese momento, llegó una señora con su carreta que solía vender dulces y golosinas al costado de la puerta de la Beneficencia Pública. Ósver la reconoció, dado que la señora había conocido a la gran mayoría de los niños del barrio.

—Señora Josefa, ¿cómo está usted? ¿Me recuerda?

Ella entrecerró los ojos para verlo bien, y le respondió:

—¿Uno de los chinos? ¡Ah, ya! El gordito. Hace tiempo que no te veía. ¿Dónde has estado?

—Es una larga historia, señora. Luego le cuento. Por cierto, ¿sabe dónde está Kike? El otro chino, el flaco. Nadie me abre la puerta de su casa.

—Ah, sí. Se mudaron. Ya no viven en este barrio. Escuché que se fueron al frente del colegio Poetiza.

Él se dirigió al paradero y tomó el transporte público que lo llevó al colegio mencionado. Ósver no conocía a nadie en esa zona, así que preguntó a algunas personas que pasaban si conocían a alguien llamado Kike, pero nadie le dio una respuesta útil. Luego ingresó a una tienda cerca del colegio Poetiza y preguntó al señor que atendía si conocía a alguien llamado Kike, un joven de rasgos achinados.

—¿Kike? ¿Un chino flaco y barrigón? Si, vive en la esquina. Doblas a la izquierda y tocas la primera puerta. Ahí es la casa de la familia Diabar.

Ósver encontró la casa, pero una señora de setenta años estaba afuera limpiando la puerta con un trapo.

—Buenas tardes, señora. ¿Se encuentra Kike? —preguntó Ósver, rascándose la nuca con cierta timidez.

—¿Y tú quién eres? —Preguntó la señora mirándolo de pies a cabeza—. ¿Por qué lo buscas?

—Soy Ósver, un amigo del barrio Belén, compañero de infancia de Kike. He estado de viaje y regresé a Moquegua después de muchos años. Quería visitarlo, me dijeron que vivía por aquí.

Cuando la señora escuchó que era un amigo de infancia y que venía desde lejos, su expresión cambió, y le dijo:

—Ah, ya veo, eres amiguito de mi nieto. Espera un momento, le pasaré la voz.

Luego, Kike salió.

—Hola, Game Ósver, ¡hace años que no te veo! ¿Dónde has estado? —dijo Kike, dándole un apretón de manos, como si quisieran hacer una competencia de fuerza.

—Muchas cosas. Oye, ¡te has engordado! Parece que me estás intentando igualar, ja, ja, ja.

—Ja, ja, ja. La buena vida y la poca vergüenza, amigo —respondió Kike entre risas.

Decidieron ir a un parque cercano y hablar sobre lo que les había sucedido durante los años en que estuvieron separados. Kike le comentó a Ósver que había mejorado como peleador y había hecho nuevos amigos en el barrio Belén, entre ellos su gran amigo Edú. Además, le mencionó que la madre de Julius había fallecido, y que don James decidió mudarse a Brasil llevándose a Julius en busca de un nuevo comienzo. Después, Kike añadió:

—Vamos a buscar a Edú, un gran amigo mío.

—¿Vive en el barrio Belén? —preguntó Ósver.

—Vive dentro del antiguo Hospital Betlemítico. Se podría decir que vive en el corazón mismo del barrio Belén, en el epicentro mismo del barrio.

En 1726, el virrey José Armendáriz Márquez de Castelfuerte, en nombre del rey Luis I de España, autorizó la fundación del Hospital Convento Betlemítico de San Antonio de Padua en Moquegua. Este hospital, uno de los más antiguos del Perú virreinal, sobrevivió a tres terremotos significativos, el último en 2001. Aunque fue reconstruido en varias ocasiones, dejó de operar como hospital y, con el tiempo, se convirtió en un complejo de viviendas plurifamiliares administrado por la Beneficencia Pública de Moquegua.

El complejo betlemítico tenía un parque con diversas áreas verdes, entre las cuales se destacaban cuatro imponentes palmeras de dátiles. Además, albergaba una modesta iglesia de arquitectura virreinal conocida como la iglesia de Belén. Con el correr del tiempo, este conjunto se identificó como el Complejo Belén, adoptando el nombre de la iglesia que lo caracterizaba.




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