Game Ósver

Un cansancio de mil días

Ángel repartió unas bolsitas de maíz a cada uno. Se sentaron en una de las bancas de la Plaza de Armas y arrojaron el maíz al suelo como si estuvieran tendiendo una trampa. Desde los árboles de ficus que rodeaban la plaza, una bandada de palomas de distintas tonalidades descendió en una vorágine de plumas. Los cuatro se lanzaron a atraparlas y lograron capturar una paloma cada uno. Sonreían con la satisfacción morbosa de quien controla la vida y la muerte. Sin embargo, unos trabajadores de la municipalidad los vieron robando las palomas.

—¡Hey, suelten las palomas, carajo!

Ángel fue el único que se llevó una paloma, los demás las soltaron y comenzaron a correr. Sin embargo, Ósver se detuvo, Kike volteó la mirada, y le dijo:

—¡Vamos, corre! ¿Qué pasa?

—No sé, sentí una ligera molestia en mi cadera y mis piernas —dijo Ósver.

Luego volvió a correr hasta llegar al complejo Belén. Ósver se sentía cansado y el cuerpo le pesaba como si cargara con el cansancio de mil días sin descanso. Sin fuerzas para regresar a su casa, le pidió a Edú permiso para descansar en la suya.

—¿Qué pasó? ¿Te sucede algo? —preguntó Edú.

—Siento pesada mi cadera y mis piernas —respondió Ósver.

—Deben ser los riñones. Mi mamá tiene unas pastillas, te daré una.

Edú le dio dos pastillas de las que su mamá utilizaba para el dolor de sus riñones, Ósver se quedó dormido toda la mañana. Al despertar, Edú le pregunto:

—¿Cómo te sientes?

—Me siento mejor.

—Seguro era una contractura muscular. A mí también me sucede cuando juego en el estadio sin calentar, pero luego se me pasa —añadió Edú.

Ósver regresó a su casa para almorzar.

—Muchacho, ¿dónde te has metido? Tu mamá ha estado llamándote al teléfono de la casa. Quiere hablar contigo. Ya le di las quejas de que solo paras en la calle, así que llámala —dijo la abuela Lucía.

—Ya mamá Lucía. ¿Cómo no voy a estar en la calle si son mis vacaciones? Además, el año pasado estuve encerrado en casa estudiando. Ahora me toca divertirme con mis amigos, pero ya olvídalo, llamaré a mi mamá.

Ósver marcó el número de celular de su madre.

—¿Hola? ¿Con quién hablo?

—Mamá, soy yo. Antes que empieces a sermonearme, quiero decirte que no pienso volver. Quiero regresar a mi antiguo colegio y terminar la secundaria aquí en Moquegua. Solo para ingresar a la universidad, volveré contigo.

Su mamá, al ver la insistencia de su hijo, tuvo que aceptar que él regresara con sus abuelos para cursar los dos últimos años de secundaria.

—¿En qué colegio piensas estudiar? —preguntó su mamá.

—En el mismo colegio de mi primaria. Ahí están mis antiguos compañeros.

—¿En ese colegio estatal? ¿Me he sacrificado dos años poniéndote en colegios particulares para que luego regreses a un colegio estatal? Tu padre ahora se hará cargo de ti y no permitirá que estudies en ese colegio. Si quieres discutir, hazlo con él —colgó la llamada.




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