Haylin: A través de tu piel / Saga Haylin #1

CAPÍTULO 3

Haylin


Llevamos aproximadamente dos minutos en silencio, de pie, frente a frente, yo mirándolo con cautela y él apaciguando su respiración. Lo único que nos acompaña en estos instantes es un trémulo aire de invierno de octubre y el constante ruido del vaivén de los automóviles a esta hora de la mañana. El día está nublado y amenaza con lanzar en cualquier momento una gran lluvia. El silencio incomoda, así que decido ser yo la que lo rompa.


—¿Cómo te sientes? —pregunto susurrante con un hilo de voz. No puedo evitar sentir un gran nervio. Temo que en cualquier momento salte sin yo darme cuenta. Su respuesta aún no llega. Sigue callado, con la cabeza gacha. Negando continuamente.


Aprovecho su silencio y le observo más a fondo. Observo sus delgados y musculosos brazos apoyados contra sus caderas. Aún no puedo olvidar el roce de su brazo desnudo contra la palma de mi mano, o, cuando acaricié su pecho mientras lo ayudaba a bajar del muro. Percibir el latir desbocado de su corazón fue una sensación arrolladora. Esos inocentes toques provocaron una sacudida extraña en mi interior. Una emoción que me he prohibido sentir desde hace un mes, cuando toda mi vida se transformó en un huracán de tragedias, miedos y decepciones.


Por otro lado, aún no logro sacarme de la cabeza que haya querido acabar con su vida y.… menos por esa perra sin sentimientos llamada Jennifer. Me alivia haberle salvado. Cuando dejo de vagar en su cuerpo, observo que está frunciendo el entrecejo y su cara torna de la duda al... ¿enfado?


—Espera, tú eres la chica con la que tropecé ayer, ¿no es cierto? —dice levantando una ceja; la de la cicatriz.

La vergüenza tiñe de rojo mi rostro. ¡Mierda!


—Sí —musito temerosa de su reacción. Tras su silencio le digo de inmediato—. Quiero ofrecerte una disculpa por ello. De verdad fui una total imbécil ayer. Lo reconozco. Iba demasiado distraída. De hecho, muchas veces lo soy.  ¿Me disculpas? — Espero que mi voz no haya sonado tan desesperada. Expiro todo el aire que hasta ahora, soy consciente, llevaba conteniendo. Su respuesta tarda en llegar nuevamente. Pasan varios segundos. Luego, él empieza a negar otra vez. En su rostro se comienza a dibujar la sombra de una sonrisa.


—¿Qué te hace gracia? —inquiero curiosa.


—Nada. Es sólo que... me agradan las personas que reconocen sus errores, que aceptan haber hecho algo mal. —Esta vez su sonrisa se ensancha, dejando entrever su perfecta dentadura. Levanta el rostro y por fin logro ver el color de sus ojos: de uno ámbar casi marrón oscuro, profundos y hermosos. Me sumerjo en ellos durante algunos pocos segundos y sonrío para mis adentros al recordar su respuesta.


—¿Y eso quiere decir que...? —indago, nada tonta, fingiendo no haber captado lo que quiso dar a entenderme.


—Acepto tus disculpas.


¡Bien! Mi rostro se ilumina victorioso.


El bolso a mi lado vibra. Lo abro apurada, saco el móvil y lo veo. Pongo los ojos en blanco; es un mensaje de WhatsApp: es Natalia. ¡Qué inoportuna eres Nata!


—Lo siento, es mi celular —me disculpo.


—Descuida, contesta —dice restándole importancia.


Nata:


¡Hola Hayl! Disculpa si te molesto en el trabajo (no me importa). Solo era para decirte que el tío bueno del supermercado, Anton, me ha ayudado a traer toda la comida y se ha tomado la molestia de ayudarme a acomodarla en la cocina. ¿No crees que es muy lindo? Y antes de irse me ha pedido que saliésemos a tomar unas copas esta noche. ¡¿Lo puedes creer?! Sí, lo sé, tengo mucha suerte. Tú deberías hacer lo mismo, deberías relajarte un poco y vivir el presente. Bueno, no te molesto más y chaooo. Bs.


Atte. Tu amiga, la de la buena suerte. ;-)


Río con diversión. Si supiera que no estoy en el trabajo...


—¿Todo bien? —me pregunta él de pronto.


—Sí, nada importante.


De pronto, mi estómago protesta del hambre. ¡Rayos! No he desayunado aún. De la nada, me surge una grandiosa idea... Si Nata ya trajo la comida... Se me ocurre una idea.


—¿Te gusta el beicon? —le pregunto de repente.


—Sí, ¿por qué? —frunce aún más el ceño, quizá confundido por mi pregunta.


—Porque quiero invitarte a comer... —digo sonriendo—y además...—prosigo—, quiero demostrarte que mis disculpas son sinceras; de todo corazón.


Vacila y le da vueltas. Pasados algunos segundos, niega con la cabeza.


¡Rayos! Medito decepcionada.


—No puedo aceptar una invitación, si tú no conoces mi nombre... ni yo el tuyo —murmura, con una sonrisa ladeada que podría derretir hasta el más congelado de los corazones.


—Haylin Cooper—respondo educada—. ¿Y el tuyo? —pregunto sonriente. Él sonríe de igual manera.


—Kerian. Kerian Grayson —musita y extiende una mano al frente. La recibo de buena manera y él la aprieta con fuerza, provocando una intensa corriente de calor dentro de mí.




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