Hijos de la Venganza

6.La lista de papás

Nicole terminó de arropar a sus hijos, lista para contarles el cuento antes de dormir. Se sentó en el sillón frente a la cama de los niños y abrió el libro por la página en la que se había quedado el día anterior y empezó a leer. Sin embargo, a los pocos minutos, su príncipe de ojos azules la interrumpió.

—Mamá —la llamó Phil—, ¿a mi papá le pasó lo mismo que al de Simba? ¿Por eso Dayana y yo no tenemos papá?

A Nicole se le encogió el pech0 y después tembló. No sabía por qué sufría más, si por la tristeza que veía en las expresión de sus mellizos o por el encuentro que había tenido esa misma mañana con Héctor Petropoulos… el padre de ellos. Se moría de miedo por enfrentar la realidad, no tenía idea de lo que iba a suceder a partir de esa noche.

—No, corazón —respondió ella por fin—. Su papá está vivo, pero está muy leeeejos.

Tal vez leerles el cuento del Rey León había sido una mala elección para aquella noche.

—¿Dónde? —esta vez fue Dayana, la mayor de los mellizos, la que preguntó—. Siempe dices que papá está lejos, pero no dices dónde.

—Muy lejos —Nicole decidió seguir manteniendo la misma respuesta que llevada dando por un par de años, en cuanto los niños empezaron a preguntar por si padre. Al menos por esa noche, respondería lo mismo. Mañana… suponía que vendría un cambio enorme para los niños y para ella también, pero por ahora necesitaba que los niños se fueran a dormir—. Más allá de el País de Nunca Jamás.

—Pues Phil y yo ya nos cansamos de esperar, mamá —volvió a intervenir Dayana con enojo. Por mucho que a Nicole le costara reconocer, la niña tenía el temperamento (genio) de su padre—. Y que sepas que estamos buscando un nuevo papá. 

—Hoy conocimos a uno —habló Phil con su característica dulzura. Los ojos le brillaban de ilusión y a Nicole se le pusieron los pelos de punta porque sabía a la perfección con quién se habían encontrado sus hijos—. Tenía ojos ‘guises’ como los de Dayana y era muy aaaalto. ¿Te casarías con un señor alto, mamá?

—Bueno, yo… —Nicole no supo qué decir. Sus hijos le estaban buscando marido. Eso ya era lo único que le hacía falta para llenarle el cupo de tolerancia ese día.

¿Por qué había tenido unos hijos tan inteligentes? Eran demasiado avanzados para su edad.

—Pues sí, pero ese señor no —casi celebró que su hija la interrumpiera—. Vestía de negro, hablaba raro y ¡tiene nombre de tonto! Seguiremos buscando uno mejor para la lista y…

—¿Tienen una lista? —preguntó Nicole de pronto, asombrada por las ocurrencias de sus hijos.

—Sí —contestó Phil—, está el profesor Picletts…

—Pero está panzón, no me gusta —saltó Dayana con cara de asco.

—Y el señor Óscar que vende helados…

—¡No tiene pelo en la cabeza! —la pequeña volvió a interrumpir a su hermano—. Yo no quiero un papá calvo. ¿A que tú tampoco, mamá?

—Bueno, no…

—El tonto de hoy era muy guapo —Dayana tampoco dejó hablar a su madre—. ¡Ay pero me cayó mal! Hablaba muy rarooo. Dijo que no era de Estados Unidos. ¿Tú sabes de dónde era, mamá?

—Tal vez vino de Nunca Jamás, como Peter Pan —intercedió Phil.

—Peter Pan no habla raro como ese güiri, tonto —le regañó su hermana.

—No me digas tonto.

—Pues no hables como uno. ¿Qué no has visto la película? Peter Pan habla como tú y como yo, no como ese güiri…

—Pero…

—A ver, a ver —Nicole decidió intervenir antes de que la discusión de los pequeños pasara a mayores—, vamos a seguir con el cuento, ¿les parece?

—Está bien —mientras que Phil aplaudió contento, la pequeña Dayana rezongó con su mal genio—, pero qué sepas mamá que Phil y yo seguiremos buscando en la lista. Queremos un papá.

Nicole no pudo hacer otra cosa excepto suspirar.

—Lo sé, mis amores. Los quiero mucho, no lo olviden.

Se infundió vamos antes de seguir narrando el cuento hasta que los niños se quedaror dormidos.

Héctor se había marchado en la mañana y le había dado un tiempo para recuperarse de la impresión de volver a verlo después de seis años (no por voluntad propia por supuesto). Se había marchado con la condición de que esa noche iría a casa de Nicole a buscar unas muestras de cabello de los niños. Quería hacerles unas pruebas de ADN 

Aunque ella ya sabía el resultado que darían esas pruebas y por ello se temía lo peor. El griego era un hombre demasiado posesivo, vengativo y despiadado y encima la creía a ella una fulana de lo peor. Claro que no era su culpa, porque hacía seis años Nicole se había ofrecido a Héctor como una prostituta…

Nicole aguantó la respiración para dejar de darle vueltas al pasado. Puesto que el presente era más importante y tenía que prepararse para enfrentarlo, para enfrentar al griego. Su futuro y el de sus hijos dependían de eso.




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