Hijos de la Venganza

11.Se anuncia boda

La casa de alquiler de Héctor era enorme y estaba más alejada del pueblo, era solo una enorme casa en la parte más alta de la colina y con una hermosa playa al frente. Nicole casi podía apostar que el hotel que el griego quería construir sería en aquella parcela… aunque por lo que se comentaba en el pueblo, el griego quería hacer algo muy muy grande que ocupara casi la mitad de las tierras de Hawaii.

A la mayoría del mundo le parecería el paraíso, pero Nicole sabía que era su prisión.

Héctor entró en la mansión, un despliegue de arquitectura, con espacios abiertos comunicados con el exterior. Desde todos los ángulos se veía el mar.

Nicole lo siguió. ¿Qué podía hacer? ¿Volar hasta tierra firme?

—He contratado a un equipo de seguridad —le informó él mientras entraban en un dormitorio que colgaba sobre el mar y la fulminaba con la mirada como si hacía cinco años ella se hubiese quedado embarazada a propósito. A Nicole se le ocurrió que seguramente lo pensaba—. Siguen las órdenes del ama de llaves, Mirta, que lleva en la familia toda la vida y es profundamente leal a mí. Puedes dar por hecho que cualquier cosa que diga viene de mí.

—¿Vas a algún sitio? 

—Tengo que viajar a Washington.

—¿Y me vas a dejar aquí con los niños? 

—No me los puedo llevar —aclaró Héctor con la mandíbula apretada—. Todavía no. Tengo que arreglar ciertas cosas antes que no son asunto tuyo por supuesto.

—¿Cuánto tiempo?

Él la miró prolongadamente, como si buscara algo en su interior.

—El tiempo que haga falta.

—Los niños apenas se están familiarizando con el nuevo entorno y contigo. ¿Y ya te vas a marchar? ¿Así de fácil? —Nicole me reclamó indignada—. ¿Qué crees que son mis hijos? ¿Juguetes?

—Son MIS hijos —recalcó el griego—. Aunque a ti no te haya importado jugar y utilizarlos para tus egoístas y ambiciosos propósitos.

—Así que según tú yo he creado toda esta situación a propósito. Vamos, que crees que me embaracé a posta. ¿Es eso lo que piensas?

Nicole supo la respuesta antes de terminar la pregunta. Se alegró de haberse envuelto en el pañuelo de su madre. Era como un abrazo.

—Estoy siendo extremadamente condescendiente contigo, pequeña Hudson —contestó él—. No me tientes.

—Claro —consiguió responder ella, recordándose que por mucho que ese hombre la intimidara, por hermoso que fuera, ya no se trataba únicamente de ellos dos—. Porque cuando practicamos sexo, los dos en tu despacho, la única que tramaba algo era yo. Tú solo eras una ingenua doncella perdida en el bosque.

—No me provoques, Nicole —susurró él con una letalidad que a ella la atravesó como un cuchillo—. No te gustará mi trato, o cómo me enfrento a lo que me has hecho, te lo aseguro.

—No pensarás que voy a quedarme aquí sin más —Nicole sacudió la cabeza—. Tengo una vida, que he construido para mí. Tengo…

—De haber querido una vida, no habrías cambiado la mía irremediablemente.

Héctor se acercó, mirándola tan ferozmente que debería haberla aterrorizado. Pero algo en ella quería sostener esa mirada. Ponerse de puntillas, inclinar la cabeza…

Desde luego no era ajena a sus propios problemas.

—Puede que no te hayas dado cuenta —continuó ella—, pero es mi vida la que ya ha cambiado. Es mi vida la que tú decidiste alterar. Soy yo quien ha criado a los niños desde que nacieron, y ellos serán los más beneficiados o perjudicados en todo esto. Pase lo que pase. Sí No estarás no veo razón para quedarnos. Déjanos volver a la cabaña. Estoy segura de que…

—No. La vida que conocías ya no existe —él encajó la mandíbula—. Sospecho que forma parte de tu plan desde el principio. Enhorabuena. No lo vi venir.

—Sí —espetó ella con mofa—, decidí quedarme embarazada, como todas las mujeres. Por eso no existen los problemas de fertilidad. Todas las mujeres lo deciden, y lo hacen. Yo decidí embarazarme, desaparecer de tu vida y esperar cinco años para joderte la vida. Realmente tengo la paciencia de una santa.

Él soltó un gruñido, pero Nicole no se acobardó. Una parte de ella disfrutó con el sonido y mantuvo la mirada firme obligando a sus rodillas a sujetarla.

—Quizás hayas salvado a tu hermano —añadió él con calma—. Pero te prometo que esto lo lamentarás.

Durante un instante ella pensó, ¿deseó?, que esas enormes manos la agarraran.

Tocándola como en sus sueños.

Pero Héctor se dio media vuelta y se marchó.

Nicole permaneció en el sitio, tan agitada que le sorprendió no caerse al suelo. ¿Temblaba por odio hacia sí misma o por ese imposible anhelo?

Cuando oyó el motor del helicóptero y Héctor desapareció en el cielo, tuvo que esforzarse por no entrar en pánico.

Lo peor era que había comprobado que todavía lo deseaba.

—¿Papá va a volver, mamá? —preguntó Phil con su carita de ángel.

—No nos va a a dejar, ¿verdad? —añadió si hermana Dayana en un tono más exigente.

—No, mis amores —Nicole dijo la verdad y mintió a partes iguales—. Papá regresará.

Le llevaron tres días investigar cada rincón de la casa y los edificios anexos, desesperada por encontrar el modo de escapar con sus niños. Sin suerte.

Mirta era amable, pero firme. Sus repetidas disculpas no cambiaban nada. No había cobertura ni internet en aquella colina. Por lo menos ella no tenía acceso.

De todos modos, aunque lo tuviera, no había nadie a quién llamar. Su familia estaría encantada de su posición para negociar con Héctor. No la ayudaría.

Nicole consideró que saberlo era una señal de su crecimiento personal.

Igual que sabía, concluido el recorrido por la playa en busca de barcos, que la realidad era peor.

Porque no quería marcharse. Quería que Héctor volviera.

Porque volvería, porque por enfadado que estuviera, él quería formar parte de la vida de los gemelos.

Oyó los rotores una tarde seis días después de su llegada. Nicole estaba acurrucada en su lugar favorito, una hamaca colgante en la terraza mientras los niños tomaban su siesta de la tarde, el rostro bañado por el sol y un libro en su regazo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.