Juanchi sabe cosas (antes "Un chico fuera de serie")

20. Pide y se te dará.

—¿Qué tal la pasaron sin mí? Apuesto a que me extrañaron mucho… —comentó Juanchi una vez que subieron al auto.

Era domingo, siete de la mañana. El regreso se hizo más corto que el viaje de ida puesto a que todos estaban muy cansados y, casi la mayoría del tiempo, se la pasaron durmiendo durante casi todo el camino.

Solo Milena y Agustín lo fueron a buscar. Estaban todavía desconcertados puesto a que, en el momento en que el chico les llamó por teléfono avisándoles que ya estaba cerca de Merlo, no encontraron a Nacho en su pieza. La cama estaba tendida y su celular llamaba, pero no contestaba nadie.

—Sí, mijo. Cómo no te íbamos a extrañar… —contestó Agustín.

—Sí, mi amor. La casa estaba muy vacía sin vos —sumó Milena, pensativa.

Cuando llegaron a la casa, por suerte, el auto de Nacho estaba estacionado en el lugar que cumplía de “garage” al costado de la casa.

Juanchi salió corriendo del auto de su padre, con su mochila y la valija más llena que cuando se fue. Entró, siendo recibido por los perritos que no paraban de hacerle fiesta después de una semana fuera de casa.

Los hermanos se miraron y entraron, esperando que Nacho estuviera “entero”. Lo vieron abrazarse a su sobrino, bastante despabilado y preguntándole miles de cosas a la vez.

—Le traje esto para el Capi, ahora voy a llevarle —comentó el chico, entusiasmado con todos los regalos que había traído, mientras iba repartiéndolos.

—Pará que todavía es muy… —intentó detenerlo Agustín, pero su hijo, ya saliendo al patio trasero de la casa, gritó a todo pulmón.

—¡CAPIIII!

—…temprano.

—Dejalo. Está contento, se ve que la pasó muy bien en su viaje —dijo Nacho mientras veía la remera, una gorra de lana y un porta lápices que se leía “Recuerdo de Jujuy”.

—Claro, claro —siguió Milena. Su sobrino subía la parte de la tapia que compartía con la casa de su vecino “el Capi” y entraba a su casa una vez que el señor le recibía un paquete traído especialmente para él—. Por lo visto Juanchi va a desayunar con el vecino así que nosotros podemos preparar algo y…

—¿Dónde has estado? ¿Por qué estás tan despierto? ¿Con quién estuviste toda la noche? —preguntó Agustín, sin aguantarse el asunto, muy diferente a la táctica de Milena de ir despacio.

—Eu, paren, che. ¿Para qué tanto control? A veces siento que soy un adolescente más en esta casa —respondió Nacho, un poco receloso—. Les voy a contar para que estén más tranquilos.

Los dos prestaron atención.

—Pero disimulen un poco, ¿eh? Al menos vayan poniendo la pava.

El hermano mayor lanzó una risita pícara y fue él a poner agua a hervir. Milena, más analítica, seguía sentada.

—Anoche salimos un grupo grande. Casi todos los de la oficina, con sus parejas, algunos con hijos, Julia llevó a su hermana y yo fui solo, como siempre. Al terminar la noche nos despedimos. Julia fue con sus amigas y me pidió de favor que llevara a su hermana a casa. Charla va, charla viene, la convencí de ir a tomar algo, compartir algo solos y… se puso en pedo.

—¿Qué? —soltaron los dos hermanos.

—Sí, se le subieron bastante rápido las copitas. Creo que la pobre hace mucho que no tiene una noche de copas. La llevé a su casa, tuve que ayudarla a entrar y, como Julia no había regresado todavía, la acompañé hasta su sofá y caí con ella. Terminando el chisme, la mujer se me prendió como garrapata, no pude zafarme. Me dormí con ella encima, completamente insconsciente.

Agustín empezó a reírse y Milena, sorprendida, apenas esbozaba una sonrisita.

—Así es. Amanecí ahí hasta hace un rato cuando Julia llegó y nos encontró así. Lo peor es que Natalia se despertó, me miró y me acusó de ser un abusador se aprovechó de ella.

Agustín estalló en carcajadas.

—¿En serio?

—En serio. De mala gana aceptó mis disculpas, aunque le dejé en claro que fue ella la que accedió a tomar algo conmigo y que no pasó nada fuera de lugar entre nosotros. En fin, ahora ya saben.

Al terminar de contar su aventura nocturna, Nacho recordó con gracia cómo Natalia había disfrutado la noche, riéndose, dejando ver aquella joven que había sido en su juventud, simpática y sociable. De por sí Nacho le caía muy bien, solo que esa noche algo había cambiado y era un detalle que no les había contado a sus hermanos: el apasionado beso que Natalia le dio cuando tenía la intención de dejarla en la puerta de su casa.

—Después de la gracia de mamá la otra vez, que supuestamente andabas con la Julia… ¿Ahora qué debemos hacer? ¿Ir a la casa de las hermanas y pedir la mano de la mayor porque solo durmieron juntos? —se burló Agustín.

—Ya, Tin. Parece gracioso ahora pero no lo fue cuando ella despertó. Por Dios, qué mujer. Me dormí con la chaqueta puesta y me quedó todo marcado.

—Entonces estuvo buena la siesta —soltó Milena para terminar los dos hermanos estallados de la risa.

—Creo que voy a ir a comprar unos chorizos y pan francés para festejar el regreso de Juanchi —se levantó Nacho, viendo que iba a ser el punto preferido de sus hermanos ese día—. Ustedes podrían hacer unas papas.




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