Los chicos fueron a dejar todo lo que conformaba su stand dentro de su curso. Adela estaba extrañamente feliz, sonriente. Conversaba con las chicas mientras cargaba unas cajas que llevaban al salón, para mantenerlo guardado hasta el día de la exhibición. Juanchi, que también llevaba más cajas junto a otros chicos, planeó acercarse a ella en plan de amigo, invitarla a tomar una gaseosa o un helado. Así, intentando torpemente ser sutiles.
—Culpo a las novelas de la tele —soltó Santi—. Las chicas se ponen re pesadas, loco, quién las entienden.
—Callate. Ya no aguanto a mi hermana y sus escenas de celitos con el novio. Podrido me tienen —comentó otro chico.
Juanchi, callado, solo escuchaba a sus compañeros. Por un lado, entendía que fuera el primer novio de su amiga, su primer amor. Claro que, el modo de llevar ese noviazgo, por alguna razón, le incomodaba. Volvía a insistir que si él tuviera una novia no la ocultaría ni tampoco le gustaría ser ocultado. ¿Entonces por qué aceptar algo así? Ah, por la fantasía de vivir en una telenovela, claro.
Terminaron de guardar las cosas y un ordenanza fue a cerrar el salón con llave. Los chicos se agruparon y quedaron de ir todos al centro de la villa a compartir algo. Adela, otra vez, logró escabullirse y a Juanchi le sorprendía la facilidad con la que huía sin ser vista.
—Hola, mijo. ¿Qué tal la tarde con los chicos?
—Bien, tío. Te mandan saludos —contestó Juanchi mientras acariciaba a los perritos.
—Muchas gracias. Cuando quieras, ya sabes que puedes invitarlos. La casa nos va a quedar chica, pero como va a hacer calor conque acondicionemos bien la galería o el patio van a poder estar para pasar una tarde o hacer, lo que ustedes dicen, una “previa”.
—Gracias, tío.
El chico demostraba cierta inquietud. Nacho se extrañó, pensando que se había mandado una macana. Cuando vio a su hermano y que este lo saludaba como si nada dejó sus pensamientos para otro rato.
Luego de la cena, Juanchi se levantó, fue a buscar su ropa limpia de la soga y subió hacia su habitación. Nacho, una vez que escuchó que desde la habitación del chico se escuchaba música, se apresuró hacia su hermano.
—Tin, te quiero comentar algo.
—A ver.
—Mirá. Son cosas mías. Pasa que estos días que he compartido con Juanchi en el colegio me he dado cuenta que ha estado distante de Adela. ¿Te ha comentado algo?
—No.
—Pues están raros. Antes vivía hablando de ella, se reían juntos, él iba seguido a su casa. No sé. Me dio la sensación de que ella lo anda evitando.
Agustín movía la cabeza, afirmando.
—Te toca, ¿no?
—Ah, sí. Me toca ir, hablar con él y ponerme firme en que me cuente hasta lo que no quiero escuchar —resolvió Tin y subió a la planta alta de la casa.
Cuando le chico le dio la aprobación para entrar, Agustín así lo hizo y cerró la puerta.
—Hola, mijo, ¿cómo estás?
—¿Yo? Bien —dijo, absorto.
Se escuchaba el grupo Miranda por los parlantes de la computadora. Agustín consideró que el volumen estaba algo fuerte, pero iba a aguantarse. Si el adolescente iba a soltar cosas que iban a ser delicadas para los oídos de su tía Milena mejor que quedara así.
—¿Todo bien en cole?
—Papucho, me estás asustando.
—Claro, al tiro. ¿Pasó algo con Adela? ¿Se pelearon?
El chico, que estaba doblando algo de ropa, se relajó y empezó a reír.
—Ahh, era eso.
—Sí. ¿Todo bien con ella? Hace mucho que no viene a casa ni tampoco vas a la de ella.
—Es que… —se rascó la cabeza, haciendo caras raras—. Pasó eso que pasa cuando un amigo se enamora y lo deja a uno tirao por ay.
—A ver si entiendo. Me estás diciendo que Adela tiene novio y ya no te frecuenta por verlo a él.
—Sí —y batió las manos de un lado a otro—. ¡Pero no vayas a decir ni media palabra, que sus papás no saben!
—Ah… —meneó la cabeza—. ¿Vos conoces a ese chico?
—No. Es su novio “secreto”.
—¿Te ha dicho algo más? Cómo se llama, si va al colegio de ustedes, si es más grande que ella…
Juanchi empezó a ponerse nervioso, porque lo que él pensaba que eran impresiones sin sentido su padre, sin querer, le estaba dando a entender que para nada eran “sin sentidos”.
—Nada.
—Adela es una niña muy linda y simpática, cualquier chico puede interesarse en ella y no todos pueden ir con buenas intenciones —señaló—. Si tanto dices ser su amigo podrías haberla cuidado un poquito.
—Claro, y me lo dice el chabón que a principio de año me prohibió tener relación con ella —se cruzó de brazos, en tono burlón.
Agustín rio con torpeza.
—Dejemos el pasado atrás. Ahora lo importante es estar ahí para ella. Sé que a ustedes los adolescentes les gusta este jueguito de verse a escondidas y eso, pero pude ser jodido cuando no sabes con quién lo juegas.