Juanchi sabe cosas (antes "Un chico fuera de serie")

23. Tremendo gato.

Debido a las visitas de sus abuelos, Adela apenas pudo ver a su novio secreto. Pasar tiempo con sus abuelos se sintió entre tenso y a la vez muy extraño e incómodo. Su abuela Griselda era un amor de persona, quizás era la más callada de todos los Montero, pero sus acciones denotaban una entrega sin condición para toda la familia. Su abuelo Manuel, en cambio, se notaba que era una persona muy rígida a pesar de que, según las palabras de su tía Tatiana, ahora era un señor más accesible a pesar de todo lo que tenía y manejaba de sus negocios.

También observó cómo su padre se mantuvo serio, y eso no le gustó para nada. Si bien su padre nunca fue de sonreír mucho o de bromear, mas Adela no le agradó ver esa faceta seria y hasta triste en él cuando estaban sus padres cerca. La tensión entre padre e hijo era notable y por momentos sentía que él no quería que ella estuviera mucho con su abuelo, lo cual en parte a veces agradecía.

El señor Manuel Montero tenía la predisposición para acercarse a Adela, de compartir con ella, aunque esos acercamientos acababan en silencios incómodos… y tenía que ir Tati a salvar a su padre.

Más allá de ese fin de semana, a Adela le sirvió conocer a su familia. En parte le abrió los ojos, quitar esos prejuicios hacia ellos y, por otra parte, conocer cómo era la dinámica y el por qué su padre era como era.

En su casa vivía otra dinámica. Su madre y su padrastro eran más abiertos en cuanto a mostrar sus sentimientos y su hermana era todo para ella. Ambas, a pesar de las típicas peleas de hermanas, eran muy unidas y para Adela no había nadie más que ocupara el lugar de “hermano” en su vida. Los Montero, en un pacto secreto, habían tenido especial cuidado en no mencionar a Alejandro durante su visita.

Mandó un mensaje de texto a su novio, entendiendo que él también andaba muy ocupado por cuestiones personales. Ya que estaban oficialmente en vacaciones creyó que tal vez era oportuno contarles a todos que tenía novio y quizás sus padres accedieran a conocerlo para obtener más libertad de verse durante el verano y sin el compromiso del colegio a la vista.

Sin embargo, ella sentía que algo “no cerraba”. Su novio insistía que ni bien solucionara sus problemas iban a hablar de ellos. A ella le hubiera encantado tener cerca a Clari o incluso a Juanchi, como para comentar lo que sentía. En ese momento, sin querer, recordó la escena de los baños y acabó por ruborizarse por completo.

Ay, si tendría que hablar con Juanchi, encima, tendría que darle a entender que lo que ella le había confesado sin querer ya había sucedido…

Como es costumbre, los primeros días de diciembre se llevaban a cabo los exámenes. Solo los chicos que debían recuperar asistían al colegio. Dante, que había zafado de matemática, tuvo que ir igual para cumplir con ciencias naturales. Saliendo del colegio se topó de golpe con una chica, vecina de él, que lo esperaba sentada en la entrada del colegio. Al verle se paró.

—A vos te estaba esperando.

—¿A mí?

—Sí, Dan —avanzó hacia él—. ¿Vos sos amigo de Adela Montero? Siempre te veo con ella.

—Sí —contestó el chico y se cruzó de brazos—. ¿Qué tienes, Kari? Tas medio rara.

—Ay, es que no sé cómo decirte esto —titubeó—. Hay un chico de primer año del colegio de los Hermanos Franciscanos que anda con dos chicas a la vez. Usó la clásica, la de mantenerlo todo en secreto. Tengo una amiga que va a los Hermanos y me chusmeó todo. Lo vimos pasar y se me hace que es el mismo chico con el que vi a Adela cerca de aquí hace una semana.

Dan ahogó una exclamación.

—¿Estás segura?

—Si me muestran una foto o si lo llegamos a verlo... Mi amiga me acaba de mensajear y me dijo que están todos reunidos para su muestra de fin de año, quizás esté ahí.

—Si no te molesta podemos ir juntos.

—No tengo problemas. Vamos.

Juanchi, por su parte, disfrutaba de sus primeros días de vacaciones desligado de todo lo del colegio. Había acabado con buenas notas, no se había llevado materias y a pesar de su diagnóstico de “inquieto” en el informe de los profesores, estos hicieron hincapié que era un buen chico, un buen compañero y que lo animaban a seguir esforzándose en sus estudios.

Volvía de pasear a los perritos en compañía de su madre, luego de recorrer las calles del barrio hasta el centro de Merlo. Regresaron cerca de las siete de la tarde, cansados, luego de esa gran caminata. La mujer subió a cambiarse de ropa y él, haciendo tiempo en la cocina, se servía un poco de agua fresca cuando el timbre de la casa lo llamó de manera incesante.

—Ya voy carajo, ya voy.

Abrió y se encontró a Dante, agitado, junto a Clari.

—¿Está Santiago aquí?

—No. Acabo de llegar. Si se pasó por aquí no me enteré. ¿Por?

—Es que se enteró que un chico de los Hermanos Franciscanos anda de picaflor y se metió con Adela y con una prima nuestra al mismo tiempo. Se enojó y me pidió que lo acompañe para que lo caguemos a patadas al chabón y como me negué dijo que vendría aquí, para que vos lo acompañes.

—Salió corriendo como un demente, pensamos que ya estaba aquí.

—Jodeme, no lo tenía tan… ¿Qué? ¿Un chico se metió con una prima de ustedes y con Adela al mismo tiempo?




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