Como era de esperarse fue bastante incómodo durante el discurso del viejo de Aurelio, ella por el patrón que habíamos seguido se colocó a mi lado lo cual simplemente baja la temperatura haciendo un sentimiento glacial entre ambos, no sabría explicarlo pero a pesar de tan pocos centímetros entre ambos nos separaban galaxias, mientras que todos nos miraban extrañados y como de costumbre para los nervios me mordía el labio inferior.
El sudor baja como río de montaña de mi frente a mejillas, hice un movimiento rápido con la manga de mi sudadera logrando quitarme la salada respuesta a mi ansiedad, intenté calmarme despejando la mente, me gritaba a mi mismo en mi cabeza que la pusiera en blanco, pero mi memoria me traiciona y como magnetismo los recuerdos de la infancia se hacían más visibles en mi imaginario logrando solo aumentar mi incomodidad.
Miraba alrededor y me fijé en Rodolfo, este solo me miraba tranquilamente acompañado de su sonrisa mientras que procedía a ponerme su mano en mi hombro tratando de reconformtarme, eso sinceramente me hizo estabilizar mis emociones que se desbordaban en mi cuerpo como agua en una represa rota, le correspondí con una sonrisa, él bajó su mano y volvió a mirar al frente pero en este caso movió los labios.
- Relájate Altair - Exclamaba el con su tono confiado - Si te hace sentir mejor después de la universidad vamos por un café - decía sin mirarme, pero sus emociones de simpatía se transmitían a la perfección con ese tono ligero para no interrumpir a Aurelio.
Empezé a calmarme pero mi corazón se batía por un nuevo recuerdo, uno muy intenso tanto que cerré mis ojos porque esta vez me enfrentaría al demonio que me asechaba, el mismo terror que sentía de niño amenazaba con consumir mi cordura y futuro universitario perfecto, como próximo gran científico no lo podía permitir.
Hace nueve años
Me encontraba en una gran casa de campo en la cual atraves de la ventana se olían las fragancias mas exquisitas de las flores, era un sentimiento oceánico el que me invadía, una paz inimaginable de la cual yo gozaba de disfrutar, me encontraba de pie en una de las sillas para poder ver atravez de esta y ver como el sol bañaba los girasoles, la casa contaba con dos pisos y era totalmente blanca.
Estaba en un profundo trance pensando en cómo sería mi futuro, ya con ella sabiendo mis sentimientos, de cierta forma éramos novios pero aun era muy inmaduro en estas cosas, era la casa de campo de la familia de ella una sonrisa algo tonta se forma sin que yo le ordene y toco el cristal mientras que me fijo en su reflejo que daba con mi rostro, mi nueva meta era hacerla feliz a como diera lugar.
- Altair ¿ Estás bien ? Pareces un monje meditando o algo así. - Decía Luna mientras que me jalaba de la camisa con una expresión de duda.
- ¿Eh? - Rápidamente volví a la realidad y de la impresión me agité haciendo que me caiga de la silla de madera como un tonto cayendo de espalda, pero rápidamente me levantaba y alzaba el pecho tratando de demostrar mi fuerza - ¡Estoy bien! Solo que me sorprendiste un poco - sonreía para disimular la pena y el dolor.
- Eres tan chistoso como siempre Altair jajaja - reía ella inocentemente mientras me toma de la mano. - Ven, acompañe al jardín, hagamosle el ramo de flores más bonito a nuestras mamas, el que gane tendrá que obedecer una orden del otro. -
El sonrojo era evidente en mis mejillas, pero soy muy competitivo y no me rendiré ante algo como eso, definitivamente iba a ganar así que con una sonrisa caminé con ella de la mano en la entrada viendo el inmenso jardín que se alzaba.
- A la cuenta de tres ¿vale? - Decía yo sin mirarla y soltarme de esta para poner una posición correcta para correr.
- ¡Tres! - Gritó Luna y salió corriendo de forma errática hacia el jardín.
- ¡Eso es trampa! - Decía yo mientras que le imitaba el paso rápido saltando la escalera de tres escalones de la entrada de la casa al jardín.