—Time, sometimes the time just slips away... and your left with yesterday left with the memories.
—¿Cuántas veces puede soportar ver la misma película?
—Mmm... quatre.
—Qué... o sea no, Louis, es una pregunta retórica. Deberíamos hacer algo, creo que justo en este momento es donde intervenimos. Ya han pasado dos semanas, Oliver ni siquiera vale tanto. Además, la Lucy deprimida es peor que la Lucy positiva. Es desordenada, más chillona de lo usual y se come toda la comida sin rellenar de nuevo.
—No sé, a mi agradar la Lucy deprimida, no meterse en mis asuntos y no andar por ahí desprendiendo amor con una sonrisa boba que aterrarme, pero compañera entrometida tener razón. ¡Suerte! —comentó Louis mientras se acomodaba una chaqueta de cuero negra, delante del espejo.
—Espera... ¿A dónde vas?
—Ser sábado por la noche, no esperar que me quede a ver tan lamentable escena —respondió señalando en dirección a Lucy con cara de repulsión, para luego arreglar el flequillo de su cabello azabache—. Adieu —exclamó con elegancia y mucho cinismo cerrando la puerta detrás de ella.
Louis, cual su belleza igualaba a la de una muñeca Barbie, de esas de colección limitada y deslumbrante, de las que podrías pasarte horas simplemente contemplando por gusto. Ella habitaba un mundo aparte del bullicioso departamento de Queens. Su personalidad enigmática y su origen misterioso la envolvían en un aura de secretos insondables; su piel era de un tono blanco pálido y suave al tacto, su altura resaltaba su figura delgada pero prominente que sugería una elegancia natural, el cabello azabache que caía en ondas hasta los hombres acompañado de un frequillo, enmarcando su rostro y su ojos de un intenzo color azul.
—No hay nadie más para mi y no quiero a nadie más...
—Lu, basta con eso de auto compadecerse —le reprochó Sarah parada delante de la TV— ¿Por qué no salimos? Es sábado por la noche, somos dos chicas solteras, jóvenes y sexys. La suerte está a nuestro favor —argumentó con entusiasmo tratando de animar a su amiga.
—No creo... estar lista aún Sarah, sólo han pasado dos semanas —repuso, haciendo un puchero melancólico mientras llevaba una cucharada de helado a su boca.
—Sabes, puede que tengas razón, pero tengo una idea que te hará liberarte de ataduras.
—¡Iremos a Disneyland!
—S-Si... espera no. ¿Por qué alguien querría ir a Disneyland a pasar una ruptura amorosa?
—¡Bueno, dicen que es el lugar más feliz de la tierra! —exclamó en un tono de voz templado y lleno de sinceridad.
—Lucy te adoro cariño, pero eres sumamente ingenua —alegó su compañera soltando un suspiro ahogado—. Solo sígueme, haremos limpieza de sábado por la noche.
—Oh, eso suena genial, ¿por qué parte de la casa quieres que comience?
—¡Por todo lo qué te recuerde a ese bastardo!
Lucy, no suele ser la mejor a la hora de confrontar sus problemas. Odia tanto las confrontaciones que ni siquiera pudo reprocharle a su madre aquella vez que desapareció por tres años para ir detrás de un hombre, cuando ella era apenas una adolescente y luego volver a reaparecer en su vida como si nada, cuando aquella relación resultó ser todo un fiasco. Aunque el resultado no fue una novedad.
A duras penas podía lidiar con lo ocurrido en estas semanas. Aún no aceptaba el hecho de que había vivido engañada los últimos dos años y medio. Sin embargo, la idea de qué tal vez Oliver tuvo un motivo lo suficientemente grande para engañarla, en estos años, rondaba su cabeza con desespero, se aferraba a ello aunque justificarlo fuera doloroso. Lucy pensaba que quizás había un "¿por qué?" detrás de las cosas, y si las películas e historias de romance le han enseñado algo; es que siempre se debe cuestionar los hechos ya que probablemente habrá algo importante que llevó a esa persona a cometer tan bárbaro error.
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Dinamarca
—Buena jugada mi amigo, pero nunca debes descuidar a tu rey. ¡Jaque mate! —señaló, mientras una efusiva sonrisa de victoria se dibuja en su rostro permitiendo apreciar dos bonitos hoyuelos.
—¡Una de las mejores partidas señor! Hoy se encuentra de muy buen humor.
—Todo hombre tiene derecho a ser feliz, mi buen amigo —respondió, ahora sosteniendo una espada de esgrima.
—¿Preparado para el día de mañana? A su madre se le ve muy emocionada por la visita.
—Sólo es una fiesta de té, a mi madre siempre le emocionan las fiestas.
—Pero ésta no es cualquier fiesta y lo sabe, señor —alegó sosteniendo otra espada—. Usted conocerá a una potencial joven para comprometerse en matrimonio. Bien se espera que el príncipe heredero siente cabeza, al fin... La reina, esta impaciente por ello.
—Solo asistiré para complacer a mi madre. ¡Touché...! Ella ha de saber a la perfección que no pienso casarme sin amor, aunque no es como que crea en ello. Solo, tomó la frase de excusa.
—¡Buen bloqueo señor! Pero puede que mañana surja el amor, es bien sabido que muchas personas alrededor del mundo se han enamorado a primera vista.
—Sólo Shakespeare, es capaz de causar ese furor alrededor del mundo. Ya que pienso que el amor a primera vista es un arrebató vehemente por alguien o algo; especialmente arrebató sexual. El amor, es estupido, Ashton —argumentó el príncipe con
certeza— ¡Touché!
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Nueva York
—Es muy importante para mi, es de esa primera vez cuando conocí a Oliver, indudablemente fue amor a primera vista —específico con una sonrisa nostálgica y lágrimas involuntarias recorriendo su rostro.
Esta todavía se encontraba en negación. Desde la distancia aún seguía visualizando el castillo. Le dolía el corazón, de manera física y emocional. su alma gemela le había herido de una manera tan déspota y miserable que sentía que recordarle le acortaba la vida.
—¿Qué tal esto? —le enseñó unas cuantas hojas de papel—. Esto parece el manuscrito de una historia, Lu.